Como un fantasma del pasado, corporizado para la ocasión, el ex presidente Carlos Menem copó la parada en La Cornisa en la noche primaveral del domingo 17 de octubre. Y no por casualidad el pícaro Turquito eligió esa fecha litúrgica del justicialismo, ilustrando quizá en la persona del ex émulo de Facundo Quiroga el desmembramiento progresivo del movimiento ideado por Juan Perón en la década del 40. Pues observando a este ex mandatario, casi una carcasa de sus épocas más felices en el poder casi absoluto, se cae en la cuenta de cómo se bastardeó la esencia de dicho agrupamiento político para adecuarlo al fenómeno internacional de la globalización.
Pues así como Menem supo desnaturalizar los basamentos de dicho ideario justicialista, estableció un criterio muy peculiar de revisionismo histórico que vale la pena analizar. En un momento de la entrevista, no empacho en afirmar que“los montoneros fueron los responsables de la muerte de Perón y del golpe de estado de 1976”, provocando que Luis Majul se quedara pasmado de asombro. Y no es para menos, ya que en la década del 70 el citado riojano mostró -al principio- una postura demasiado proclive hacia la juventud maravillosa, para luego plegarse sin chistar hacia el otro sector en pugna. Pues se tornó ferozmente isabelista, justo cuando ésta no era más que una marioneta en las siniestras manos del Brujo José López Rega. Cuando sobrevino el citado golpe, que en realidad constituyó (como es sabido) un genocidio en regla, Menem fue arrestado pero no sufrió los apremios habituales, pudiéndose afirmar que fue sometido a un régimen carcelario bastante benévolo (haciendo excepción que Videla no le permitió asistir al velatorio y entierro de su madre). Luego, cuando fue enviado a Mar del Plata, hizo muy buenas migas con el masserismo delirante que pretendía reemplazar al peronismo; constituyendo su base para que en el futuro su mira llegara hasta las puertas de la Rosada. Ya en esta, no sólo se dignó enviar al traste las cacareadas 20 verdades del movimiento del cual era parte integrante, sino que en nombre de la reconciliación nacional (?) indultó a las juntas militares que habían sido condenadas en diciembre de 1985.
Heraldo del revisionismo posmo
No se sabe con certeza si Carlos Menem leyó a Toffler o a Fukuyama, pero se puede inferir que su pragmatismo a ultranza se basó en gran parte en el posmodernismo en boga de finales de la década del 80 y principios de la del 90. Arrojando la ética a un costado, y pasando por encima de la memoria colectiva, arrasó en diez años con las conquistas y los logros sociales que habían insumido una lucha de 50 años. Con el aplauso de una mayoría alucinada por el 1 a 1, el oriundo de Anillaco posó al lado del emperador Bush 1°, mandó dos buques en la Primera Guerra del Golfo, traicionó a la tierra de sus ancestros (Siria) y por ende, volaron la embajada de Israel y la AMIA, como pesado precio de su alineación automática con el mundo unipolar (o relaciones carnales, como se prefiera).
Por eso, resulta risible su análisis acerca de la responsabilidad de la izquierda peronista como detentadora única de la muerte de Perón y el golpe criminal del 24 de marzo de 1976. Pues a todas luces, es más que evidente que el trinomio Videla-Massera-Agosti, utilizó como excusa el caos social originado por el enfrentamiento a tiros entre las facciones en pugna del justicialismo, para ocupar el poder en sintonía con una tendencia latinoamericana, digitada por el Departamento de Estado estadounidense. Ya el mismo Perón, en septiembre de 1973 cuando Allende era derrocado y asesinado, puntualizó que Argentina era víctima de un cerco de hierro por las dictaduras de Brasil, Paraguay, Bolivia y Uruguay. Entonces, el estrujamiento nacional sólo era cuestión de tiempo. Por eso, Menem omite peligrosamente el papel de la derecha peronista luego de la muerte de Perón, cuando de la mano de la Triple A, preparó el terreno a los militares asesinando a todos aquellos que no pensaban distinto. Luego los uniformados tomaron la posta, utilizando en los grupos de tareas a aquellos que habían descollado años atrás en esa primera labor represiva; como Aníbal Gordon y otros.
Menem, en su larga presidencia de 10 años, pretendió pasar a la historia reconvirtiendo la Argentina. Figurará en ella como quien destruyó el Estado de bienestar al derrumbar las conquistas sociales, como ahora pretende rescribirla con mano mentirosa sobre renglones torcidos.
En un mes, pretende retornar a la Argentina como un “león carnívoro”, quizá buscando esgrimir unas garras innecesarias, puesto que es evidente que si esto ocurre, hubo arreglo de por medio bajo cuerda. Entonces, sería interesante asistir a un supuesto enfrentamiento entre dos potencias inefables: el pingüino autócrata travestido de progresista y el ex mandamás de Anillaco.
Como para alquilar balcones.
Fernando Paolella