Más allá de la incorporación de un par de intendentes en ministerios de bajo presupuesto y poco voltaje político, y de una especialista en Educación, Daniel Scioli apeló a algunos enroques para mantener, esencialmente, el mismo elenco de ministros y secretarios de Estado que lo acompañó en el primer mandato.

El "nuevo" equipo que el Gobernador terminó de definir en los últimos días es básicamente, además, un grupo de hombres de su estrecha confianza que se caracterizan por no tener capital —"territorio"— ni vuelo político propio.

Si de perfil propio se trata, la excepción quizás corresponda al futuro ministro de la Producción, Cristian Breitenstein, integrante del grupo de intendentes jóvenes, exitosos y con ambiciones políticas.

Su base, con todo, es Bahía Blanca y el tiempo dirá si lo dañó o no la decisión, habiendo sido reelecto en octubre, de no asumir el segundo mandato. Y en materia de sciolismo puro, podría considerarse una excepción la continuidad de Cristina Álvarez Rodríguez, una dirigente alineada en una corriente ultra K y vinculada al grupo de Amado Boudou, aunque en rigor en estos cuatro años integra también el grupo de confianza del Gobernador.

El futuro gabinete de Scioli no tendrá, en definitiva, incorporaciones del kirchnerismo-cristinismo —se especuló sobre la posibilidad de que le cediera espacios a su nuevo vice, Gabriel Mariotto— ni de sectores peronistas en la disidencia —como el que comanda Felipe Solá— dispuestos a saltar al redil oficialista.

Este repliegue sobre sí mismo que podría expresar su equipo no significa, sin embargo, que Scioli no haya atendido mensajes de la Casa Rosada para su segundo mandato. Los asumió en el aspecto más sensible y ríspido en la relación con el gobierno de Cristina, el de la seguridad.

 Pasó a retiro al jefe de la Policía, Juan Carlos Paggi; le recortó incumbencias, mando y poder al reemplazante, Hugo Matzkin —por lo demás, un comisario potable para la "línea Arslanián"—; ya no habrá, por lo tanto, un jefe general de "toda" la Policía y los titulares de áreas de la cúpula tales como Investigaciones y Narcotráfico dependerán directamente de un subsecretario del ministerio —un civil—, en el marco de un rearmado del esquema que profundiza el control de funcionarios civiles sobre todos los aspectos del funcionamiento policial.

Y como para completar un acuerdo de sintonías políticas en ese plano, Scioli impulsará policías municipales que no serán tan municipales como algunos intendentes del oficialismo quisieran —sus titulares dependerán de la cadena de mando de la Bonaerense y por lo tanto en última instancia a la Gobernación—, pero que entusiasman a los jefes comunales peronistas.

Cambio de color

Mientras tanto, las pujas entre los diferentes sectores del oficialismo están en su esplendor en estos días pletóricos de cargos para repartir. La contracara del cuasi monocolor sciolista del Ejecutivo está en la Legislatura, donde el kirchnerismo-cristinismo está en plena tarea de concentrar el poder, sin espacios para representaciones de la Gobernación. Pero no es ésa la única raya divisoria que aparece.

Mariotto —que trabaja a paso redoblado en un armado político propio—, La Cámpora y Amado Boudou han formado una nítida alianza que está cubriendo todo los puestos de mando de las dos Cámaras. Y les ha surgido, sin embargo, un foco de resistencia —que se expresa la pelea por la presidencia del bloque de diputados— encabezado por legisladores que responden a un habitante de la propia Casa Rosada, el ministro Florencio Randazzo.

La definición de esas batallas, con todo, expresará bastante más que el reparto de cargos de la Legislatura. Dejará trazadas las líneas del oficialismo que en los próximos tiempos se disputarán el poder interno y la supremacía sobre el territorio político más codiciado, el bonaerense.

Marisa Álvarez
NA