“No se justifica el actual nivel de las tasas, en especial para el sector productivo, por lo que se hace necesaria una acción decidida para reducirlo”, les dijo la Presidenta del BCRA a los banqueros que fueron convocados a su despacho el pasado viernes 16 de diciembre.
Es que, como consecuencia de la fuga de capitales, era esperable que se incrementara el costo del dinero.
Hasta ahora “el modelo”, sustentado en superávit comercial y financiero, alentaba el consumo en detrimento del ahorro. La ecuación era simple, dinero barato, al que se sumaba el freno cambiario y la inflación. Todo esto daba como resultado el consumo.
Las tasas de interés eran negativas, equivalentes a casi un 50% de la inflación real, pero a pesar de ella, los inversores apostaban al dólar y sacaban buenos réditos.
Por su parte los bancos, captaban todos estos depósitos en dólares, los convertían en pesos y los prestaban a corto plazo. De este modo, una vez más, hicieron un gran negocio.
Pero el escenario de los últimos meses cambió drásticamente. El saldo comercial positivo solo se viene logrando “a lo Guillermo Moreno” y no hay superávit financiero.
La desconfianza de los ahorristas generó una preocupante fuga de divisas, las que huyeron del circuito financiero formal hacia el exterior, las cajas de seguridad o se escondieron bajo los colchones.
De este modo, las tasas de interés fueron empujadas hacia arriba, convirtiendo en mucho más caros los créditos al consumo, se redujo la cantidad de cuotas y los descuentos empezaron a ser cuidadosamente estudiados.
La tasa de interés que pagan los bancos por recibir depósitos por encima del millón de pesos a un mes —Badlar— creció, desde el 10% que venía sosteniendo a lo largo de varios años, hasta cerca de los mil puntos básicos, superando aún esa barrera al incrementarse la demanda de dinero como consecuencia de factores estacionales.
De este modo, los créditos personales, tienen hoy por hoy un costo financiero final que ronda los 60 puntos porcentuales anuales.
Asimismo, el financiamiento a las familias se infló cerca del 200% a causa de la tasa aproximada de 20 puntos por año que pagan las entidades financieras a las colocaciones mayoristas.
En estos días, la tasa de refinanciación subió un 5%, y el pago más bajo obtuvo un promedio de entre el 10 y 15%.
Sin embargo, el gobierno dice haber logrado controlar la fuga de dólares e incrementar en paralelo los depósitos en pesos, lo que consecuentemente (dice) redunda nuevamente en un buen ritmo de crecimiento. Así de rápido y de fácil.
Lo que en realidad necesita desesperadamente lograr el Central es que las tasas de interés vuelvan a descender, sobre todo en los créditos a corto plazo destinados a la producción.
Está claro que este año, con una devaluación del peso de un 7%, la urgencia del BCRA es la de equilibrar el nivel de divisas ocasionada por la fuga de capitales, frente a una economía en franca desaceleración a nivel internacional.
Según un informe emanado de la entidad financiera Barclays “La caída de las reservas se debió principalmente a un fuerte incremento en la fuga de capitales, de US$ 1.200 millones a principios de año a un ritmo de US$ 3.700 millones en octubre, cayendo a US$ 1.000 millones en noviembre a causa de la prohibición para la compra de dólares”.
De plantearse el escenario descripto, el BCRA se vería en serios aprietos sin más alternativa que seguir comprando dólares con el fin de frenar el desequilibrio de sus cuentas, y eso necesariamente, precipitaría la devaluación de la moneda local.
Nidia Osimani
Twitter: @nidiaosimani