Jonathan Swift, fiel a su estilo mordaz e irónico, escribió “Un hospital para incurables”. Allí proponía la creación de un hospital para internar a tontos, cascarrabias, mentirosos, escritorzuelos (categoría en la que él se incluía), leguleyos y otros tantos más, cuya enfermedad era incurable. Sostenía, además, que su idea sería el gran remedio para la sociedad en su conjunto.
Pero el autor no llegó a conocer el fascinante mundo de la televisión, creo que de hecho hubiese tenido solucionado su gran problema de dónde y cómo seleccionar a los posibles internados. Hasta se podría reducir la lista a dos enfermedades que, por lo que se ve, son realmente incurables: las "figuritas de moda" y los "periodistas serviles".
Nuestra TV parece estar divida en estos dos últimos tipos de personas: los primeros desesperados por los cinco minutos de fama y dispuestos a hacer cuanto sea necesario; y los segundos, servidores del poder de turno. Ambos peligrosos para el pensamiento crítico. Ambos cómplices de un sistema que de a poco va triturando ideas e ideales.
Las figurillas, en ocasiones, pueden hacernos reír, pero los obsecuentes “informadores” son seres dignos de internar de por vida.
Lamentablemente la lista de los periodistas oficialistas serviles es la única que se ve en la pantalla. Buscar la disidencia (sea cual sea el gobierno que esté) sería algo así como buscar una aguja en un pajar.
Entre estos encontramos a pseudoperiodistas como el acomodaticio Mariano Grondona.
No alcanzarían todas las secciones del periódico Tribuna de periodistas para dar los antecedentes nefastos y oscuros del leguleyo, pero siempre viene bien recordar algo, revisar los archivos y releer escritos realizados por el “derecho” conductor:
"El Estado en verdad, puede violar los derechos humanos de dos modos: por abusos o por ausencias de poder. En el primer caso es el responsable directo del entuerto. En el segundo es el responsable indirecto porque admite con su pasividad que el subversivo se enseñoree del campo y administre el miedo. Desde los tiempos más antiguos la doctrina política ha aceptado que hay solamente una situación aún peor que la tiranía: la anarquía. En la anarquía no hay un tirano sino miles. Por evitarlos, por obrar de otra manera, por creer que el derecho a la seguridad es un derecho humano que el Estado debe proteger, los argentinos recibimos hoy la visita de la CIDH. Esto es lo malo. Que están aquí porque somos derechos y humanos". (12/9/79, El Cronista Comercial, nota firmada bajo el pseudónimo de Guicciardini). .
"Ese día fue el 1º de mayo de 1982 en el cual la guerra estalló de veras. Ese día fue, pocas horas más tarde, la cruel agresión al Belgrano. Entonces comprendí, como tantos otros occidentales argentinos, que esos lejanos marineros del sur eran míos, mucho más míos que los atildados representantes de Occidente en Londres o Nueva York (...) Entonces lo supe, por el camino más arduo, que nada hay mejor para un argentino que otro, sea su nombre político peronista, radical, militar o conservador”. ("Queda al Sur" en Somos el 14 de mayo de 1982)
A los que querían "un dictador sangriento les puedo asegurar y pronosticar que Videla no lo es ni lo será. Se equivocan con él. Insisto: lo mejor que le puede pasar a la Argentina actual, si se quiere algo ficticia, pero constructiva en su silencio, es Videla"(en Crecer). Huelgan los comentarios.
“En 1983, una vez que habían pasado los tiempos revueltos de la Tercera República, los argentinos celebramos un nuevo contrato. Era el contrato de la democracia, que renació en medio de la esperanza (...)Hoy, la Cuarta República de 1983 está en ruinas. Es que, otra vez, se rompió el contrato. Con la democracia que tuvieron a su cargo los presidentes Alfonsín, Menem, De la Rúa y Duhalde no se educa ni se cura y ni siquiera se come. Los gobernados han perdido la confianza en sus gobernantes. Ha llegado la hora de un nuevo contrato y de una nueva república” (26/5/02 La Nación)
Podríamos seguir citando interminablemente su discurso a favor de Menem, de De la Rúa, de cada Presidente, en los casos en que la situación así lo requería. Podemos también citar discursos en contra de estos si el caso así lo pedía. ¿Qué es el caso? Acomodarse con el poder presente.
Sabemos –y si no los reconocemos en sus discursos y accionares- de pactos, de alianzas, de mentiras y de ocultamientos del abogado que le encontró la vuelta a su vida para permanecer. Claro que como dice esa canción de Eladia Blázquez, “No, permanecer y transcurrir / no es perdurar, no es existir, ni honrar la vida” Pero esto es difícil que lo entiendas los mediocres semianalfabetos que le sirven de herramienta al poder.
Nosotros podemos hacer que este tipo de periodismo no esté más en las pantallas, tenemos el arma más poderosa: no darles audiencia, porque si no –siguiendo con lo lírico- somos cómplices de ellos y, como dice Silvio Rodríguez, “Y digo que el que se presta / para peón de veneno / es doble tonto y no quiero / ser bailarín de juego”.