El lunes 1 de noviembre, las Abuelas de Plaza de Plaza de Mayo recuperaron a Pedro Luis Nadal, el nieto número 79, quien había sido secuestrado junto con su madre Hilda García, en la ciudad de La Plata en marzo de 1976.“En una conferencia de prensa realizada ayer en la Casa de las Abuelas, su presidenta, Estela Carlotto, y la vice, Rosa Roisinblit, acompañadas por el padre del joven —que no quiso asistir a la reunión pública— relataron los pasos que fue necesario realizar para lograr la restitución de este hijo que había sido apropiado por un policía bonaerense. La tarea fue encarada por la filial La Plata de Abuelas. Pedro Luis fue secuestrado junto con su madre, en marzo de 1976, cuando tenía apenas 9 meses de vida. Su hermano Carlos fue entregado a los abuelos. Su padre había sido secuestrado en el 75: legalizada su detención, obtuvo la libertad en 1979. Nadal se exilió en París y entonces comenzó la búsqueda del niño por entonces desaparecido”, según consignó Paula Lugones en Clarín al día siguiente.
Es que la ciudad de las diagonales, pujante a causa de una movida intensa en lo cultural y estudiantil desde los 60, había empezado a sufrir los coletazos de la represión desde 1974 cuando la AAA sentó sus sangrientos reales.“En La Plata nos manejábamos bien. Nuestro Servicio de Informaciones era muy completo y bien entrenado, porque las características de la ciudad, plena de universidades pobladas por una mayoría infinita de pseudointelectuales marxistas, exigía ese esfuerzo, que le costaba al Ministerio de Bienestar Social alrededor de 25.000 dólares por mes”, recuerda Horacio Paino, uno de los secuaces del Brujo López Rega en Historia de la Triple A.
“En La Plata hay muchos zurdos, estamos limpiando”, le dice a Fabián Gianola Pompeyo Audivert, en la piel de un “empleado de seguridad de la Gobernación”, en el filme Tres Veranos. Esa siniestra tarea alcanzaría niveles demenciales, a partir del golpe del 24 de marzo cuando la mencionada AAA y la ultraderechista CNU (Concentración Nacional Universitaria) entrarían bajo la égida represiva, gracias a los buenos oficios del general Albano Harguindeguy. Así se conformaron los grupos de tareas, integrados también por miembros del Regimiento de Infantería Mecanizada N° 7, la policía bonaerense del general Ramón Camps y la Infantería de Marina. Todos estos asistidos espiritualmente por el entonces arzobispo de la ciudad monseñor Plaza, actualmente enterrado en la monumental catedral enclavada en la Plaza Moreno.
“La represión en La Plata alcanzó los niveles más terroríficos del país. En 1982, para el cumpleaños número 100 de la ciudad, que fue festejado con desparpajo por los militares y la curia, los Familiares de Detenidos desaparecidos presentaron un informe donde se contaban 797 casos de muertes y desapariciones. Ya en democracia el cálculo de organismos de derechos humanos llegó a 2000. De ellos el 82 por ciento era menor de 30 años. Algo había prendido una máquina de muerte que funcionó más que en otros lugares de Argentina, como si hubiera necesaria mayor violencia para acallar lo que desde comienzos de los 60 había crecido en la ciudad con la mayor concentración de jóvenes del país”, según se desprende del artículo de Pablo Alarcón, La ciudad marcada, publicado en Página 12 en febrero de 1999. En realidad, la cifra total de asesinados alcanzarían los 2002, siendo la mayoría enterrados clandestinamente en el cementerio local en tumbas NN, como la que ilustra la foto.
Por la memoria
Enclavado en la Plaza Malvinas Argentinas, se levanta el centro cultural del mismo nombre. Durante el genocidio procesista funcionó allí un centro clandestino de detención, el paso previo para el exterminio de tantas jóvenes vidas. En él se destaca la denominada Pared de la Memoria, en la cual como una caricia al alma se muestran las fotos de aquellos tragados por la noche y la niebla. Félix Lucas, quien a medidos de los 80 daba clases en la ciudad, recuerda que cuando iba a un boliche, notaba la ausencia notoria de una generación: “Era terrible constatar que faltaba una franja de gente, era como que se la había tragado la tierra”. Y había sido así, pero no en sentido literal.
“En otro orden, declaró ayer José Augusto Albisu, titular en 1986 de la Dirección de Sanidad de la Policía de la Provincia, quien negó una información que brindó otro testigo. El médico Néstor De Tomas, reconoció ante la Cámara que el 22 de agosto de 1986 recibió de un juzgado libros de partes médico-legales usados en Sanidad durante la dictadura, y que se los entregó a Albisu, su superior en ese momento. Sin embargo, Albisu negó haber recibido esos libros. "A mí, personalmente, no me los entregó", declaró al Tribunal. En esos libros constaban las causales de defunción de cuerpos NN, que luego habrían sido enterrados clandestinamente en el cementerio de La Plata.
De esta manera, el fiscal Molina pidió que se realice un careo entre De Tomas y Albisu, petición a la que adhirieron los abogados de APDH y el defensor oficial.
Otro testigo fue Julio Natale, director de Sanidad entre 1990 y 1991, quien no aportó datos concretos sobre el destino de la documentación que busca la Cámara.
Indicó que a su juicio los libros podrían haber pasado al Cementerio de La Plata o al archivo de la Policía”, según se desprende de la constancia de los denominados Juicios de la Verdad, del martes 27 de abril de 1999. Actualmente, continúa el misterio acerca de los mentados libros.
María del Cielo Tailmitte es hija de una desaparecida, María Gabriela Toncovich; quien fue secuestrada en la mañana del 22 de noviembre de 1976. Recién en 1992 supo el destino de su madre “En 1992, me contacté con Familiares de Detenidos-Desaparecidos de La Plata, y Laura Taffetani me ayudó a reunirme con algunos datos más que confirman lo ya narrado sobre el destino de mi madre. Supe ahí que en el registro del cementerio de La Plata había actas de cadáveres NN y que por los datos similares de fecha, lugar, tipo de muerte y edad, se trataría de mi mamá y sus compañeros. También que antes que un juez dictara "no innovar", 200 cadáveres NN fueron a parar al osario, entre ellos todo indicaría que está también mi madre. En el acta Nro. 2872 y 2873/76, que serían la de mi mamá y su compañera Mimí por las edades dice: "falleció NN de destrucción de masa encefálica por proyectil arma de fuego "adjunto fotocopias de las actas)”. Cuando se cumplieron 22 años de este crimen, María del Cielo sintió la necesidad de escribir para que no se pierda la memoria. Y de su pluma, salió esto:
Aunque un día las cosas desvirtuadas
se vuelvan horrorosas
y aparte de anularnos
nos vuelvan sólo cosas.
Aunque existe un futuro
(que no sé si lo creo)
no morir
para ser, para estar
para dar, para hablar, escuchar
musicar, cancionar, rellenar
estallar, anhelar, florecer
entonar, resurgir,
para al fin, revivir !
Fernando Paolella