Los políticos argentinos mueren por una foto con Roger Waters, compositor insignia de una de las bandas más importantes de la historia del rock, Pink Floyd, que 40 años atrás entraba en la eternidad con una obra maestra.
El lado oscuro de la Luna vendió más de 40 millones de discos y hasta la llegada de Thriller, en los tiempos en que Michael Jackson era un hombre de color, fue el disco más popular de todos los tiempos.
La política vernácula, como el disco de los cerdos rosas, también guarda su lado oscuro a flor de piel en los últimos meses. Mientras que en el disco de tapa oscura, la locura y la neurosis enmarcadas en las grandes preguntas de la humanidad, los representantes opositores juegan a ser racionales, especulan con cada gesto que toman e intentan mantener su diplomacia a toda hora. Según el periodista Jorge Asís, el grueso de la oposición conocía los antecedentes de Amado Boudou, pero prefirió no utilizar esa supuesta información que guardaba bajo siete llaves, para que se transformase en un boomerang. En cambio, el kirchnerismo es demencial, no mide consecuencias y va al frente. Racionales o irracionales —ambos términos guardan su lado positivo y su opuesto— quieren sumarse a la manía de Roger Waters.
De Cristina a Mauricio
La Presi lo recibió chocha. Taty Almeyda, Madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora, no lo podía creer. El ex líder de Pink Floyd —perdón David Gilmour, pero la historia lo terminó colocando a tu ex compañero en ese sitio— se las metió en su bolsillo. En el izquierdo, eso sí, en donde también guardaba algunas recomendaciones que se había anotado para ser políticamente correcto en la Argentina actual.
Roger habla de los derechos humanos, “acordáte de los desaparecidos y decí que las Malvinas son argentinas, bueno tampoco tanto, dejá abierta la puerta. También hablá bien de Mauricio y su política social —así se lo hizo saber al alcalde argentino— y sonreí todo el tiempo”.
El bolsillo derecho, mientras tanto, lo tenía ocupado con unos cuantos millones de dólares que recaudó con el maratón sin fin de recitales que aún está ofreciendo en el estadio de River Plate. El lunes, estuve por allí con mi hija de seis años. Increíble. Más allá de la parafernalia, el avión que atraviesa el estadio de punta a punta, la pantalla con una definición visual insuperable, los necesarios golpes bajos para emocionar al espectador, el cerdo gigante, las caricaturas, los fuegos artificiales y un sonido envolvente infernal. El hombre ha convertido sus tragedias personales en una fuente inagotable de dinero.
“Bueno”, dirá el lector, “como ‘ella’ para afianzar su poder”. O, salvando las distancias, Mauricio, como método para victimizarse constantemente y esa lucha firme por demostrarle a su padre que puede ser alguien más allá de lo que su progenitor le diga.
Rogelio Aguas —en castellano— o “Roger Rockets, ese rockero rubio e inglés”— como lo bautizó Hugo Moyano— (hasta el camionero se ocupó del creador de The Wall), perdió a su padre en la segunda guerra mundial y se frustró cuando un desconocido atendió el teléfono de su casa. Con una infancia solitaria y sin la figura del padre, creció un hombre que sería la sombra detrás de Syd Barret, el verdadero motor de Pink Floyd en sus comienzos. La psicodelia, las pastillas y el ácido, dejó en el camino al bueno de Syd, y Waters siguió su camino. Luego del éxito y la masividad, en una gira interminable, descubrió que la mujer le estaba metiendo los cuernos pero, como de la infidelidad no se salva nadie, Waters superó la frustración y se inspiró para componer un importante tramo de su ópera rock, The Wall.
El misterio del muro
¿Qué esconde ese muro que apasiona a grandes y chicos? ¿Es solo un costoso show teatral de rock? ¿Es un festín de efectos visuales y nada más? Siguiendo la lógica de Axel Kicillof —el camporista preferido de Cristina, joven marxista nacional y popular— esa única y simple lectura del show sería superestructural. ¿Qué determina los efectos, el orgasmo visual y sonoro del muro? La estructura, querido Watson, el dinero, la guita.
Más allá de posibles guiños a la Presidenta para bajar las asperezas con las que trata a los periodistas argentinos, creo que vivimos un tiempo, tan o más frívolo, que los 90. ¿Sabrá la Presidenta lo que hicieron los nazis en los campos de exterminio? Allí radica el misterio de The Wall, una obra que habla de la libertad, critica a las dictaduras y al pensamiento único y que se reconvierte década tras década, pues la historia de la humanidad repite viejos errores constantemente. Inspirado en los horrores de la Alemania nazi, el disco resurgió en medio de la guerra de Malvinas y, en sus shows en River, Waters muestra fotos de personas fallecidas durante el 11 de septiembre o a un niño africano desnutrido en medio de la nada.
Los espectadores celebraron y corearon una estrofa de la canción “Mother” con furia: “¿Debería confiar en el gobierno? ¿Me pondrás en la línea de fuego? ¿Me estoy muriendo realmente?”. Parte del público lee, detrás del muro de Waters, un canto contra el fascismo imperante en parte del gobierno argentino, la obediencia debida y el pensamiento único. En cambio, la juventud cristinista, admira a Waters por su discurso por los derechos humanos y su crítica al autoritarismo de las corporaciones y los monopolios mediáticos. Hay críticas a la televisión inglesa de aquel momento con esas falsas opciones de ocho canales —que antigüedad— que siempre muestran la misma historia. Lo cierto es que hablar de la libertad y luchar contra el autoritarismo —político, mediático o educativo como en su tema símbolo— siempre estará de moda. Es la historia del mundo.
Ahora bien, los políticos se tiran la pelota, se muestran insensibles ante la muerte y la catástrofe, Roger Waters crea un muro para aislarse del resto de la banda, del público y constituirse en una especie de dios y, nosotros, ¿nos animaremos a derribar nuestros propios muros?
Un dato tal vez ilustre tal pregunta: el viernes pasado conversé con Félix Díaz, líder de la comunidad Primavera de los qom que son perseguidos en Formosa por el gobernador Gildo Insfrán ante la indiferencia del gobierno nacional, que el año pasado les levantó su acampe a patadas con los jóvenes de La Cámpora. Díaz decía sentirse resignado y solo. Recibió algunas donaciones para sus compañeros del norte argentino, pero los alimentos se pudrieron pues no consiguió que nadie le costease el flete hasta Formosa. Contradicciones del modelo, supuestamente humanista y de un público que olvida luchas cuando apaga la televisión.
Consumimos noticias como al show de Roger Waters y cuando las luces se apagan, si te he visto, no me acuerdo.
Luis Gasulla
Twitter: @luisgasulla