“En nombre de la libertad y con pretensiones de servirla, nuestros liberales Mitre, Sarmiento y Cía., han establecido un despotismo turco en la historia, en la política abstracta, en la leyenda, en la biografía de los argentinos.”
Juan Bautista Alberdi
Bartolomé Mitre, con el
triunfo de Pavón y durante todo su gobierno, encabeza la lucha de la
oligarquía blanca, europeizante y civilizada, contra los “bárbaros” y
“desorganizadores” caudillos.
Algunas corrientes históricas sostienen que el “gran
hombre” (1) lucha “por la defensa de los ideales nacionales” 2 y lograr
“la unidad nacional”3. Por el contrario, para otras: “el gobierno de Mitre
constituye una dictadura sobre los pueblos provincianos, así como su política
económica constituye la base de la Argentina semicolonia inglesa, ‘granja de
su Majestad británica’”4.
Lo cierto es que para lograr su proyecto corren litros de
sangre.
Luego de la derrota de Pavón, 17 de septiembre de 1861, el
general Benjamín Virasoro intenta concentrar a sus combatientes en Cañada de Gómez.
Allí se aglutinan los ejércitos desmembrados de la Confederación. Cayetano
Laprida, Baldomero Lamela, José María Pita, entre otros -a los que se une
Virasoro- esperan más refuerzos e instrucciones de Justo José de Urquiza.
Suman unos 1.500 hombres. 5
Pero Bartolomé Mitre se anticipa a Urquiza, quien nunca
llegará, y divide a su ejército en tres formaciones: la 1º, al mando de
Wenceslao Paunero, debe ir a Córdoba y repartirse por las provincias lindantes;
la 2°, con Emilio Mitre a la cabeza, tiene como misión esperar en Rosario
refuerzos de Buenos Aires y estar alerta por si Urquiza ataca la zona; el 3°
cuerpo, a las órdenes de Venancio Flores, es el encargado de “batir a
Virasoro y Laprida y ocupar Santa Fe”. 6
El general Flores pone en marcha a su gente y en la madrugada
del 22 de noviembre de 1861, sorprende a los confederales. Con cuchillo en mano y al grito de “’¡Viva
Buenos Aires!’, ‘a degüello’, la Legión Militar se lanza sobre los
dormidos federales; algunos consiguen montar y tratan de resistir al grito ‘¡Viva
Urquiza!’. Muy pocos escapan a la luz del amanecer. Los demás son
degollados” 7
José Hernández, autor del “Martín Fierro” y su
hermano Rafael, se encuentran entre los atacados, pero logran escapar y
refugiarse en Paraná. Años después,
en 1883, precisa Rafael Hernández: “No puedo olvidar que en donde hoy se
eleva floreciente la Colonia ‘Cañada de Gómez’, en el año 1861 boleábamos
yeguas para alimentarnos en la división que mandaba el general Virasoro, y de
cuya derrota por sorpresa conservo como barómetro infalible una herida que en
esta expedición me ocasiona con frecuencia dolores desesperantes. Hoy, ¡qué
trastornos se han operado en veinte años! No me ha sido posible conocer el
terreno que el general Laprida, el coronel Pita, el padre Marín y cien más,
incluso este humilde servidor de la Patria, regaron con su sangre en noviembre
de 1861”. 8
Dice el revisionista católico Vicente Sierra que “en el
informe oficial del suceso, del 24 de noviembre, el general Venancio Flores
declaró que el enemigo había sufrido una pérdida de 190 muertos y de 154
capturados, mientras que los porteños sólo habían tenido dos bajas. Cabe
destacar que, de los prisioneros tomados, las tres cuartas partes eran tropas
porteñas que habían sido capturadas por el enemigo en Pavón. Estas cifras
revelan que no hubo batalla, sino una sorpresa, seguida de una matanza, que
repitió la hazaña porteña de Villamayor, y la de los blancos orientales de
Quinteros. La civilización y la barbarie se daban la mano, felicitándose
mutuamente (...) ’La Tribuna’ admitía que habían sido muchos, pero,
acotaba, que se debió a que la fuerza de Virasoro estaba integrada por hombres
irreconciliables, enemigos de Buenos Aires y toda clase de asesinos que
escapaban a la justicia y, como no quisieron rendirse ‘nuestros soldados han
tenido que quitar la vida a los que huían para afianzar la victoria que
acabamos de obtener’. Cuando el gobierno delegado de Buenos Aires recibió el
parte de Cañada Gómez, el gobernador Ocampo declaró: ‘Esta victoria...
asegura la pacificación de la provincia de Santa Fe’. En efecto, Mitre ordenó
al general Venancio Flores que marchara sobre la ciudad de Santa Fe, objetivo
que alcanzó el 4 de diciembre, mientras una columna perseguía al gobernador de
la provincia, Pascual Rosas, y al general López”
9
El mismo 22 de noviembre, el ministro de Guerra, general
Juan Andrés Gelly y Obes, le manifiesta a Manuel Ocampo, gobernador en ausencia
de Mitre: “¡Mil felicitaciones! La empresa de Flores ha tenido feliz y
completo resultado. El padre Marín prisionero y mal herido, con un balazo y
tres lanzadas” 10
Al otro día, le vuelve a escribir a Ocampo: “’El suceso
de Cañada de Gómez es uno de esos hechos de armas muy comunes, por desgracia,
en nuestras guerras, que después de conocer sus resultados aterroriza al
vencedor, cuando éste no es de la escuela del terrorismo. Esto es lo que le
pasa al general Flores, y es por ello, que no quiere decir detalladamente lo que
ha pasado’. Indica luego el número de muertos (300) y de prisioneros (150).
‘Entre los muertos –agrega- se cuentan muchos jefes y oficiales’.
Felizmente, ‘las heridas de Laprida no son de la gravedad que se creía, y
como son de lanza, pronto están buenos. Dice Laprida que supone le han muerto a
todos sus oficiales. El mismo fue tomado por defender a cinco, de los que
mataron a dos. Cuatro quintos del número de la fuerza era porteña, y la
oficialidad toda de la chupandina de Calvo. Este suceso es la segunda edición
de Villamayor, corregida y aumentada’” .
11
El general Gelly y Obes menciona a “Villamayor” y a la
“chupandina de Calvo”. No está de más aclarar que durante el gobierno de
Pastor Obligado (1854-1857) los opositores, federales pro-urquicistas, sufren
fuertes represiones. Surge el periódico “La Reforma Pacífica” dirigido por
Nicolás Calvo. Allí se nuclean los pro-urquicistas. Reciben el nombre de
“reformistas”, por el título del periódico, o “chupandinos” en
referencia peyorativa a que les imputan conductas bolicheras y noctámbulas. Con
respecto a la llamada “Matanza de Villamayor” cabe decir que, en 1856, las
fuerzas federales quieren reincorporar a Buenos Aires a la Confederación. Jerónimo
Costa invade la provincia, pero es derrotado por Emilio Conesa y Mitre. Con la
anuencia de Pastor Obligado, Valentín Alsina, Norberto de la Riestra y Bartolomé
Mitre se pasan por las armas a más de cien combatientes.
El 25 de noviembre le escribe Domingo Faustino Sarmiento al
gobernador Ocampo, después de enterarse sobre el triunfo de Flores en Cañada
de Gómez : “Debe usted creer que recupero de día en día, con tan buenos
sucesos, el ánimo que ocho meses me había faltado”. 12.
Precisa José María Rosa: “Esa limpieza de criollo que
hace el ejército de la Libertad entre 1861 y 1862 es la página más negra de
nuestra historia, no por desconocida menos real.
Debe ponerse el país ‘a un mismo color’ eliminando a los federales.
Como los incorporados por Flores desertan en la primera ocasión, en adelante no
habrá más incorporaciones: degüellos, nada más que degüellos. No los
hace Mitre, que no se ensucia las manos con esas cosas; tampoco Paunero ni
Arredondo. Serán Flores, Sandes, Irrazabal, todos extranjeros. Y los ejecutores
materiales tampoco son criollos: se buscan mafiosos traídos de Sicilia: ‘En
la matanza de la Cañada de Gómez – escribe José María Roxas y Patrón a
Juan Manuel de Rosas, los italianos hicieron despertar en lo otra vida a muchos
que, cansados de los trabajos del día, dormían profundamente’ (A. Saldías:
La evolución republicana, pág. 406). Así avanza la ola criminal,
estableciendo ‘El reinado de la libertad’, como dice La Nación Argentina,
el diario de Mitre. Sarmiento sigue con sus aplausos: ‘Los gauchos son bípedos
implumes de tan infame condición, que nada se gana con tratarlos mejor’, dice
el apóstol de la civilización. Los pobres criollos que caen en manos de los
libertadores, sólo pueden exclamar ¡Viva Urquiza! al sentir el filo de la
cuchilla. Algunos consiguen disparar al monte a hacer una vida de animales bravíos.
Seguirá la matanza en Córdoba, San Luis, Mendoza, San Juan, La Rioja, mientras
se oiga el ¡Viva Urquiza! en alguna pulpería o se vea la roja cinta de la
infamia. Que viva Urquiza mientras mueren los federales. Y Urquiza vive
tranquilo en su palacio San José de Entre Ríos, porque ha concertado con Mitre
que se le deje su fortuna y su gobierno a condición de abandonar a los
federales. Dentro de poco hará votar por Mitre en las elecciones de presidente.
"Pavón no es solo una ‘victoria militar – escribe Mitre o su ministro
de Guerra – es sobre todo el triunfo de la civilización sobre los elementos
de la barbarie’".13
Manuel Gálvez destaca, como Rosa, la nacionalidad de los
jefes de Mitre: “Una curiosidad de este ejército con que Mitre va a someter a
las provincias es que los jefes –Wenceslao Paunero, Venancio Flores, Ambrosio
Sandes, José Miguel Arredondo, Ignacio Rivas- son orientales. Todos ellos
tienen merecida fama de valientes, y algunos tienen, o tendrán otra, muy
pronto, de verdaderos chacales, sedientos de sangre humana”.
13.1
El mismo Galvez señala que un celoso Sarmiento le reclama a
Mitre un regimiento y le increpa: “Valgo más que todos estos compadres que me
refiere” Galvez aclara que “los compadres son Paunero, Flores, Arredondo,
Rivas y Sandes. Todos, o casi todos, amigos suyos...” 14
Abelardo Ramos dice que “al día siguiente de la batalla de
Pavón y cuando Mitre se dispone a invadir con los ejércitos orientales
nuestras provincias interiores, Sarmiento habrá de escribirle su carta famosa:
‘No trate de economizar sangre de gauchos, es lo único que tienen de humanos.
Este es un abono que es preciso hacer útil al país’. Los consejos de
Sarmiento serán aplicados con ejemplar brutalidad por los jefes mitristas.
Cuando la milicia civilizadora recibe la rendición de las fuerzas federales en
Cañada de Gómez, después de Pavón, el general Venancio Flores –que más
tarde adquirirá una aureola siniestra al invadir Uruguayana – pasó a degüello
a todos los prisioneros: No era más que el comienzo de la presidencia de
Mitre”. 15
Olegario Víctor Andrade, federal del litoral, el mismo de
“Consejo maternal” y “La vuelta al hogar”, expone en el siguiente texto,
las matanzas mitristas:
“... Entre la humareda de Pavón, un hombre, Mitre, recogió
del suelo la victoria, como una fortuna perdida en un naufragio y arrojada a la
orilla por la misma tempestad.
El enano pudo levantar la masa del gigante y calzarse sus
botas para remedar su estatua.
El enano se empinó en medio del incendio que chispeaba en
todos los confines de la República como una inmensa hornaza... Entonces escribió
su programa con la sangre de Cañada de Gómez. Allí cayeron cuatrocientos
argentinos mártires de la libertad en aras de su fe política: cayeron
asesinados en una sorpresa innoble, una emboscada traidora... El vencedor de Pavón,
lanzó a las provincias sus legiones mercenarias pasando sobre los troncos
mutilados del holocausto de Cañada de Gómez: eran las legiones de la conquista
encargadas de justificar la dominación de Buenos Aires con el silencio
sepulcral de los pueblos.
Entonces las provincias se convirtieron en un inmenso
campamento.
Durante dos años, sólo se vieron los fogonazos de las
batallas como los relámpagos de una pavorosa tempestad.
En los Molinos de Álvarez, fue conquistada Córdoba, al
precio de la sangre de sus hijos.
En el Gigante, fue quebrada la resistencia de San Luis.
Sobre las ruinas de Mendoza, amontonó Rivas otras ruinas,
eran ruinas de hombres, despojos de una inmolación sacrílega ejecutada sobre
el ancho sepulcro de la ciudad mártir.
En las Piedras Blancas, sucumbe la libertad de Catamarca.
En las costas del Río Colorado, cae Tucumán a los pies de
los conquistadores.
En Caucete, ejecutó a lanzazos a los prisioneros tomados, y
en el Valle Fértil, Sarmiento realiza sus venganzas de demencia y barbarie.
En la Punta de Agua, en las Lomas Blancas, en el Bajo Hondo,
en los Pozos de Valdez, en cien lugares de sangrienta recordación, Sandes -el bárbaro
Sandes, ese gaucho salvaje que parecía haber mamado en los pechos de una tigra-
pasa a cuchillo centenares de argentinos y se goza en su suplicio y en su
muerte.
¡En dos años más de cincuenta combates!
¡En dos años, más de cinco mil víctimas!
Los extranjeros como Sandes, como Rivas, como Paunero,
revuelven el cuchillo en las heridas de las provincias que les demandan merced.
Peñaloza, ... perseguido como una fiera por los cazadores de
presas humanas, forma sus diezmadas legiones en las Playas de Córdoba, y allí,
vencido por el número, deja en poder de sus enemigos más de cuatrocientos
prisioneros.
¡Preguntad a Córdoba qué se hizo con ellos!
¡Preguntadle cuál fue la suerte de Gigena, de Palacios, de
Burgoa, de todos los valientes cívicos de la tierra de Allende y de la Paz!
¡Allí hubo una carnicería espantosa! ¡Se celebraba la
victoria sacrificando generosas víctimas! ¡Horror!...
De ahí siguieron nuevas persecuciones, nuevos combates. El héroe
riojano se retiraba hacia sus serranías combatiendo palmo a palmo como el león
herido. ¡En Olta estaba su calvario!
¡Allí la traición consumó el más horrendo de los crímenes!
Tal es la historia de la dominación del partido que hoy
gobierna la República. ¡Ni un solo día de paz!
¡Ni una sola esperanza de reparación!
Motines y asonadas en todas las provincias. Córdoba ha
tenido más de diez revoluciones. ¡La sangre de Posse y de Ciris, aún humea en
sus calles! Catamarca ha visto repetir en su seno las escenas del año '20.
(...)
¡Acúsennos de llamar apóstatas de la democracia, Judas del
dogma de la igualdad republicana, tránsfugas de las filas que vieron caer a
nuestros padres como buenos y como leales, a los hombres funestos que trafican
con el porvenir de las jóvenes nacionalidades del Plata y soplan el voraz
incendio que consume a la República Oriental, nuestra hermana en Dios y en la
libertad!
Acúsennos de haber dicho que Mitre ha instigado a Flores, le
ha enviado refuerzos, dado aliento cuando flaqueaba, y envía hoy mismo hasta a
los soldados de línea que guarnecen las fronteras de la República, como ha hecho,
no hace dos semanas, con los infantes que trajo de Bahía Blanca el comandante Gómez,
segundo jefe del extinguido regimiento de Sandes.
Acúsennos de haber dicho que los buques de la escuadra
nacional son los alcahuetes de la revolución salvaje que aniquila al país
vecino.
Acúsennos de haber dicho que la República Argentina no ha
tenido un gobierno más funesto, que le haya costado más lágrimas, ni haya
vertido más sangre para saciar su fiebre satánica de dominación. (...)
Cuando estas acusaciones se entablen, nosotros sabremos
defendernos teniendo a un pueblo por auditorio y a Dios por juez de la verdad de
nuestras palabras.
Pero no nos acusarán.
¿Por qué?
Según ellos, porque no merecemos el honor de ser juzgados.
Según nosotros, porque tiemblan de su propia sombra y saben que no son dos
oscuros jóvenes los que van a asistir a la barra, sino la libertad misma que va
a presentarse ante el pueblo con las señales sangrientas de su martirio, y
puede que entonces despierte el enojo de los pueblos, terrible, imperturbable
como la tempestad, que sólo obedece al mandato de Dios." 16
Calles pedagógicas
Como bien sabemos, la victoria confiere a los vencedores
algunos privilegios. Entre ellos: el de escribir la historia de los vencidos y,
señalizar las calles con sus héroes.
Tan es así, que en la Capital Federal observamos las calles
“Cañada de Gómez” y “General Venancio Flores”. Ambas son designadas en
1893, durante el régimen conservador.
Nos preguntamos:
¿Son puestas para que recordemos el triunfo de la civilización
contra la barbarie?
¿Para conmovernos por los derrotados?
¿Para evocar a Venancio Flores como un héroe nacional?
¿Para que no olvidemos sus tropelías sanguinarias?
Como la historia no es neutra, ni objetiva, la respuesta está
en la ideología del lector.
Remarcamos a fuego: “La historia es la política pasada, así
como la política es la historia presente”.
Néstor Genta
BIBLIOGRAFIA
1.Levene Ricardo. Lecciones de Historia Argentina. J.
Lajoaune & Cia. Editores. Buenos Aires. 1937. p.499.
2.Romero José Luis. Las ideas políticas en la Argetina.
Editorial Fonde de Cultura Económica. Buenos Aires. 1956.p.156.
3.De la Vega Urbano. El general Mitre. Ediciones M. Segura.
Buenos Aires. 1960.p.121.
4.Galasso Norberto. El mitrismo y las bases de la Argentina
agroexportadora. Cuadernos para la Otra Historia. Nro. 11. Centro Cultural
Enrique Santos Discépolo. Buenos Aires. 1999. p.6.
5.Sierra Vicente D. Historia de la Argentina. Editorial
Científica Argentina. 1980. p.581.
6.José María. Historia Argentina. El Cisma. Editorial
Oriente. Buenos Aires.1979. p. 406.
7.Ibid.p.407.
8.Chavez Fermín. José Hernández. Los Arquetipos.
Ediciones Culturales Argentinas. Buenos Aires. 1959.p. 30.
9.Sierra Vicente D. Op.cit. p.581.
10.Zorraquín Becú Horacio. Tiempo y vida de José Hernández.
Emece. 2da. edición. 1979 p. 76.
11.Ibid. p.77.
12.Gálvez Manuel. Vida de Sarmiento. El hombre de la
autoridad. Emece. Buenos Aires. p. 355.
13. Rosa José María.La Historia que nos ocultaron.
La derrota del
pueblo. El misterio de Pavón.(17 de Septiembre de 1861). Del periódico
Retorno. 5/11/1964. Un texto similar se encuentra en La guerra del Paraguay y
las montoneras argentinas. Hyspamérica. Buenos Aires. 1986. p. 69.
13.1 Gálvez Manuel. Op.cit. p.354.
14. Gálvez Manuel. Op.cit. p.352.
15.Ramos Jorge Abelardo. Las mazas y las lanzas. Hyspamérica.
Buenos Aires. 1986. pp.192/3.
16. Andrade Olegario Víctor. Artículos Histórico Políticos. Editorial Lajouane. Buenos Aires. 1919. pp. 63/9.