Gritos y euforia, parlantes a punto de estallar en mil pedazos, un hombre exultante ante la indiferencia del público. Amado Boudou pasó por la Feria del Libro y este cronista le robó una frase al director de Tribuna, Christian Sanz: “Surrealismo aparte”. La comitiva del vicepresidente recorriendo el majestuoso stand de Presidencia de la Nación en la 38º Edición de la Feria del Libro lo haría regresar del más allá al mismísimo Adolfo Bioy Casares. Por desgracia, no es posible que eso suceda y lo de Boudou no es ficción sino la patética realidad argentina.

El hombre está por llegar. Lo esperan algunas cincuentonas y otras bellas veinteañeras. ¿Quién viene que hay tanta seguridad?, pregunta una mujer acompañada por su pareja y su bebé en carrito. “Viene Boudou”. La joven familia se desilusiona con la respuesta, tal vez esperando que el visitante ilustre sea Ricardo Ford o Marcelo Hugo Tinelli. Horas después, Viviana Canosa colmará el pabellón verde con cientos de personas deseosas de conseguir un autógrafo de su reciente libro. “En nuestro país, cualquiera escribe un libro”, dice un reconocido periodista que observa la imagen dantesca mientras, en otro rincón del pabellón, Laura Di Marco concluye su disertación sobre su libro de La Cámpora.

De regreso a Amado

“Amado, Amado”, el grito no tiene respuesta. Boudou sonríe como mirando a todos, sin fijarse en nadie. La colorada Agustina Kampfer lo acompaña como una reina. Detrás lo sigue otro efusivo Juan Manuel Abal Medina y un dientudo Diego Bossio, al frente del ANSES. Débora Giorgi está nerviosa, no por los discursos, sino por el informal jean con el que se vino a La Rural. Llegan puntuales. Tres de la tarde. Cuanto antes y más rápido se vayan, mejor. Así el vice, evitará un mal trance con la prensa.

Pero el periodismo es demasiado respetuoso y no pregunta. Algún que otro “chorro” se escucha temeroso desde la puerta más cercana a la Avenida Sarmiento, pues la corte de empleados públicos, seguridad y matones rentados, asusta. Emprenden el recorrido por el stand de Presidencia de la Nación, en una Feria que se inauguró 48 horas atrás pero que, por orden de la Presidenta, hay que vaciar de contenido pues la única inauguración válida, es la de su stand. “El que mira al futuro, el que sorprende a la gente, el mejor” dice Abal Medina. Tiene razón. Con sus 340 plasmas colgados en una mega pelota negra inmensa, el stand comunica por su majestuosidad y su despilfarro. El alquiler por 20 días de cada televisor, ronda los 1000 pesos, si es que se obtiene un buen precio. Por lo tanto, la suma, solo por las pantallas allí instaladas, oscilaría entre $3.400.000 a $4.000.000. La historia de la licitación del stand de Presidencia es digno de contar y las autoridades de la Fundación El Libro aún se ríen por lo bajo. “Fue una disputa atroz, a todo o nada, cuando parecía que se lo quedaba el estudio de arquitectura Blaustein, apareció otra empresa que también perdió. Oscar Parrilli llamó bajando la orden que lo maneje su esposa y Grossman, el hombre fuerte de los festejos del Bicentenario y de Tecnópolis”.

“Con plata cualquiera hace ese stand” dice la encargada de un espacio integrante del colectivo militante de Presidencia, molesta porque su organismo no se destaca entre los plasmas presentes. El show continúa con la arenga boudoniana. “Y…P…F… Nuestra Presidenta de los 40 millones de argentinos, como le gusta decir a ella.” La arenga es efectista y el remate es obvio: “las mentiras y las 7, mil, tapas de Clarín”.

Las promotoras de “el gran diario argentino” se dan vuelta aturdidas por los gritos que llegan desde el altar en que Kampfer y Boudou parecen contestarle a “la corpo mediática”. Algún desprevenido se pregunta si ganamos el Mundial de Fútbol o recuperamos las Malvinas, pero claro, a las islas ya nadie las menciona. Los cinco colectivos repletos de militantes dan vuelta por el predio. Sus ocupantes no tuvieron paciencia y se fueron a recorrer la Feria. Amado se quedó bastante solo, recorre el stand de la CONABIP —Bibliotecas Populares— en donde le obsequian un libro. “Industria Argentina, que bueno, fue lo primero que me fijé” me dice Bossio sin saber a quién le habla. Giorgi se da vuelta y le responde: “Menos mal, mirá si era de afuera”. Moreno los mata, les digo sonriente. Y sí, la Feria es un lugar para hacer buenos amigos o reencontrarse con ellos. Intento preguntarle al vice si en la Rural le gustaría cruzarse con un tal Vandenbroele, pero la seguridad se da cuenta que no soy un simple cholulo y soy integrante de la odiada “corpo”. Saco algunas fotos, me indigno que el Jefe de Gabinete solo se acerque a la rubia cronista de CQC y me pregunto dónde quedaron las nuevas mil voces que traería la ley de servicios de comunicación audiovisual.

“Por suerte se quedaron”, me explica la fuente dentro de la Fundación El Libro. “La orden era levantar a los stands de los organismos públicos, lanzar Tecnópolis TV y boicotear la Feria”. Me cuenta que se fueron Ejército Nacional, Prefectura, Banco Nación y demás organismos porque el Poder Ejecutivo le parece que la Feria de la Rural es un lugar muy amarillo, muy PRO, muy cheto. ¿Más que el edificio de Puerto Madero?

El ejecutivo de la Fundación, me explica que tienen que tratar de estar bien con Dios y con el Diablo. Mientras tanto, el chorro…de agua, lo cierran abruptamente. El otro se va por donde llegó. El de plata, sigue abierto, derrochando espejitos de colores y militancia, militancia, militancia. Eso sí, 3.0.

Luis Gasulla
Twitter: @luisgasulla