El funcionario de tercera categoría junta a la plana mayor de sus empleados y les regala, durante 45 minutos, un encendido discurso sobre la justicia e igualdad social, la recuperación de las empresas de servicios públicos —encarada por nuestra Presidenta—, el proceso de transformación nacional y popular, las bondades de la ley de medios mientras pide un mayor esfuerzo en la cotidianeidad laboral. “Militancia, militancia y más militancia”, reflexiona luego de algunas contradicciones y consignismos vacíos.
En el estacionamiento lo espera la flamante camioneta que adquirió el año pasado merced a un sueldo mensual de 35 mil pesos con la que se traslada a su barrio, San Telmo para él; Puerto Madero, según su supuesto amigo del alma que envidia su nivel de vida. Su nombre es anecdótico, no merece mayor importancia. Su relato sirve para hablar sobre las contradicciones del supuesto modelo nacional, popular y democrático y de la orquesta que lo ejecuta, en la teoría, mientras juega al menemismo en la praxis. “Me habla de pobreza y cuando ve un negro, le dice que se vuelva a su país”, reflexiona una compañera del funcionario. Ella se autoproclama “cristinista a muerte”, no así “camporista”. Se distingue del ascendente funcionario pues “no para de ingresar pibes sin experiencia, militantes bobos que flaco favor le hace a la Presidenta”. La mujer habla de corrupción y de un estado parasitario. Cree que a Cristina Fernández le hacen un cerco informativo en el que las incongruencias del sistema, no le llegan. “Tiene mil obligaciones, no está para esas pavadas”, concluye.
-“¿Acaso La Cámpora no es Ella?”, me animo a cuestionarla mientras enciende un cigarrillo finito, uno de los más caros en el mercado (perdón mi ignorancia). “Eso quieren hacer creer ustedes los periodistas, pero no es para nada así”. ¿Y cómo es? No obtengo respuesta. El gobernador Daniel Scioli pasa delante nuestro y del stand de Clarín en la Feria del Libro en el Predio de La Rural. “Este sí que es vivo, hace su juego, viene, saluda, se saca fotos, puede estar bien con Dios y con el Diablo”, dice la mujer vestida de negro en solidaridad con Cristina. “Por ahora”, pienso. Doy una vuelta y me encuentro con un querido e histórico editor de libros. Temeroso, el hombre que publicó las obras de poetas de toda América Latina, pensadores del revisionismo histórico, Ricardo Fort y a Diego Maradona, se suelta lentamente: “Estos tipos piensan que te hacen un favor si distribuyen tus libros con la gente de Cultura (por la Secretaría de la Nación) o en las Bibliotecas. A esta altura de mi vida, no estoy para arrodillarme y hacer lo que ellos quieren que hagan. Total, después los grandes negocios los hacen con amigos o con los grupos que dicen criticar. Con Clarín mantienen el negocio de la edición de libros pero…”. El hombre larga su bronca cuando siente que nadie está escuchándolo excepto su interlocutor. El temor a quedarse fuera del sistema económico, perder el empleo o, en el caso del periodismo, sin entrevistados o publicidad, es indisimulable. El editor P. solo quiere que le respeten los contratos, no busca ganancias solo sobrevivir sin la humillación de tener que “sacar libros de militancia absurda, pasatista”. Edita a Maradona y a Fort, sí, pero, en cualquier parte del mundo, nadie le diría qué publicar y qué no. “No comprenden que, en este mercado y en tantos otros, la competencia, es enriquecedora, saludable”. Tan simple como eso.
La discusión sobre el periodismo y entre periodistas es aún más cínica. Hace poco, un productor de mi programa radial, Ahora es Nuestra la Ciudad, pudo comunicarse con Aníbal Fernández para solicitarle una entrevista. El ex jefe de gabinete preguntó el nombre del programa y su radio: “¿Son los que salen en Perfil? Ah, sí, los conozco. No, no les doy una nota. ¿Por qué? No tengo tiempo”. ¿Qué hubiese dicho si lo invitaban a 678 o algún programa militante hecho para los amigos con mucha menos audiencia que nuestra humilde transmisión en FM Identidad? A Felipe Yapur de Tiempo Argentino le pregunto, el día del acto de Cristina en Vélez, qué opina de la compra de medios por Cristóbal López: “Todavía no se aplicó la ley de medios así que la justicia dirá si hay algún punto que incumple el empresario”. ¿Diría lo mismo si el comprador fuese Héctor Magnetto? A Yapur le molesta la pregunta: “Estabas más interesado en López y Boudou que en el acto de hoy”, me advierte en el chat de facebook. “¿Y nene? ¿Cómo justificamos lo de Cristóbal López?” me pregunta un reconocido comentarista de fútbol, fiel compañero de V.H.M. durante largos años. “No sé. ¿Para eso querían la ley de medios?” Luego ofrece un debate en vivo en el que habla mil maravillas del Fútbol para Todos, Cristina, la defunción del secuestro de los goles y demás. López ni el negocio de Julio Grondona son mencionados. Tampoco nadie pregunta. “Para eso está la Justicia, no somos denunciantes crónicos” es el slogan preferido que utilizan los comunicadores en vivo y en directo.
A Orlando Barone también lo cruzo en la Feria del Libro y le pregunto qué opina de la inmensidad de la bola con 340 plasmas al ingresar al Predio sobre la Avenida Sarmiento. “Un despilfarro, cuánta guita”, dice serio. Pienso que estoy ante un momento histórico. Me siento Tato Bores ante el surrealismo de la historia. El ex periodista de Clarín y La Nación prosigue: “¡Estos españoles! YPF y esto, ¡tienen tanta guita!” No espero ni un segundo. “¿Qué españoles? ¡¡¡Es Presidencia de la Nación!!!” “Ahhh. Entonces está bien, hay que invertir en la cultura” remata Barone. Días atrás destruyó a un colega periodista y escritor por entrevistar a Ceferino Reato. ¿Habrán leído “Disposición Final” o tocarán de oído? La anécdota es un muestrario de la ignorancia con la que hablan ciertos comunicadores y de cómo un hecho puede resignificarse y/o justificarse según quien sea el protagonista.
Las imágenes del cinismo en los tiempos que corren no concluyen aquí. Están en las pantallas de televisión, deambulan en los medios, hablan desde la impunidad de sentirse impolutos. No solo los periodistas. Referentes de movimientos sociales y políticos, darán cátedra del doble discurso actual en una próxima nota sobre el hombre que creía ser Karl Marx, con un look similar aunque con los bolsillos un poquito más llenos.
Luis Gasulla
Twitter: @luisgasulla