"La jefa no va por la re-re, sino por los libros de historia", dijo por lo bajo un legislador camporista pese a que la reciente nacionalización de YPF reactivó, puertas adentro del oficialismo, la idea de impulsar una reforma de la Constitución que incluya la posibilidad de habilitar un tercer mandato para la Presidenta.
Pero la línea que baja La Cámpora no sintetiza el pensamiento de otros sectores del oficialismo, que por el contrario creen que Cristina Kirchner goza de un liderazgo cada vez más potente y que recién decidirá su futuro político cuando se conozcan los resultados de las elecciones legislativas del año próximo.
Incluso, no faltaron esta semana en el mundillo oficialista las voces que se refirieron a un eventual adelantamiento de esos comicios a julio de 2013, tres meses antes que lo previsto en el calendario electoral. ¿El motivo? Garantizar un amplio triunfo que refuerce las mayorías kirchneristas en el Congreso nacional.
"Los pibes van por todo. ¿Vos te creés que van a permitir que Cristina los deje en cuatro años? Se acabaría la política para ellos", razonó un funcionario del Gobierno, que además dio cuenta de una fuerte avanzada camporista para desplazar al número dos del Ministerio de Planificación Federal, Roberto Baratta. Ante este columnista, el funcionario completó la información: "De Vido le dijo a Cristina que detrás de Baratta se iba él y la cosa quedó ahí". Pero lo cierto es que La Cámpora quiere poner en Planificación a un dirigente con un rol parecido al del preponderante Axel Kicillof en el Ministerio de Economía.
Aislamiento para Boudou
El encumbramiento de Kicillof, que se convirtió en la voz del Gobierno durante el proceso de expropiación de YPF, tuvo un efecto secundario pero no menos importante para la interna oficialista: hace tiempo que el vicepresidente Amado Boudou dejó de ser el principal asesor económico de la jefa de Estado. Aunque la Presidenta mantiene su apoyo al titular del Senado frente a las denuncias del llamado "Caso Ciccone", también le viene haciendo sentir cierto aislamiento político. El vice ya no es una referencia kirchnerista en la Capital y ahora pierde terreno en la estratégica provincia de Buenos Aires.
Justamente en ese distrito terminaron de aflorar, esta semana, las diferencias más notorias en el campo oficialista, que tienen anclaje en el presente pero que, sobre todo, proyectan una parte importante del futuro político del país. La figura de Daniel Scioli se convirtió allí en un dilema para el kirchnerismo. El gobernador, que acaba de blanquear sus aspiraciones presidenciales, cultiva un perfil diferenciado sobre todo de La Cámpora y de su propio vice Gabriel Mariotto, para quienes Scioli no termina de hacer propia, como a ellos les gustaría, la impronta ideológica que transmite el discurso kirchnerista.
Pese a que es reconocida su capacidad para no reaccionar frente a las provocaciones, en esta oportunidad parece haber un quiebre: "Hay un cambio de actitud en Scioli", deslizó uno de sus principales colaboradores, algo cansado de que hasta ahora su jefe pasara por alto las constantes embestidas del kirchnerismo.
Razones económicas
Sin embargo, Scioli tuvo sus motivos para adoptar esa postura. El principal de ellos no es político, sino económico: "Le pide a la Nación 6.000 millones de pesos por año para cerrar las cuentas de la Provincia y se gasta 1.600 millones en publicidad. ¿Cómo es?", se preguntó mascullando bronca un legislador kirchnerista. Se sabe que no es un año de abundancia en materia fiscal. Y que no son solamente Buenos Aires, y unos cuantos de sus municipios, los que tienen problemas. Por caso, esta semana regresaron los cacerolazos como método de protesta, nada menos que en Santa Cruz, donde se hicieron escuchar de esa forma los empleados estatales.
Por eso volvieron a escena las críticas de la Presidenta a las organizaciones sindicales, con un mensaje en el que básicamente les pidió que cuiden lo conquistado en los últimos años. Pero el persistente aumento del costo de vida y las disputas internas en los gremios conspiran contra la moderación de las protestas. Hasta el propio Antonio Caló, líder de la UOM y candidato bendecido por el Gobierno para destronar a Hugo Moyano de la CGT, se despachó con un paro en medio de las negociaciones paritarias. Tampoco cayeron bien en la Casa Rosada las amenazas de los petroleros contra YPF ni las protestas en Aerolíneas Argentinas.
La combatividad gremial forma parte del fenómeno político de los últimos años, en los que las demandas fueron alentadas, tras el letargo de la década del 90. Por eso le será ahora muy difícil a la Presidenta poner en caja no sólo a Moyano —cuyo liderazgo viene declinando— sino al movimiento obrero en general. En definitiva, la política argentina vuelve a transpirar por sus poros las contradicciones históricas y las disputas de poder propias del Justicialismo. Como dijo alguna vez entre amigos el veterano Antonio Cafiero, esto no es más que "peronismo en estado puro".
Mariano Spezzapria
NA