Sabemos que esto no “anda”, lo que todavía no pudimos encontrar la solución posible y aceptable, para convertirnos en el Faro del Mundo anunciado por Benjamín Parravicini.
¿Por qué decimos que no “anda”? Por las consecuencias obtenidas por ejemplo como nos dicen los tangos Yira Yira, Cambalache, Mano a Mano y tantos otros que cantan el problema de la falta o consecuencias del uso del dinero: el mango, el morlaco, la teca, todos los nombres que se le dieron y darán al dinero.
Este es el verdadero causante de la infortuna de la gente, aún de aquellos que gozan de la “fortuna” de su acumulación, ya que deben estar atentos en sus barrios cerrados a los asaltos y secuestros que se producen a diario y sus peleas por seguir conservándolo.
¿Cuántos infortunios, adversidades, inseguridades, calamidades, desastres y tantas otras plagas provienen del mal uso del dinero?
Uno de los ejemplos de esta aseveración, es la no utilización de la energía proveniente del flujo solar, que es 10.000 veces mayor al consumo de energía actual en el Mundo; sin embargo, el dinero y los intereses que provienen de este y el poder que se utiliza, hacen que se produzcan guerras y miserias por no utilizarlo y permanecer esclavizados al uso del petróleo.
Además de la contaminación, de la pérdida de la capa de ozono, con las consecuencias de los cambios climáticos con todos las catástrofes provenientes.
El sistema instalado en nuestro país, hace que un gran porcentaje de la población trabaje y se esfuerce para sustentar a otro gran conjunto de desocupados crónicos, en nombre de los derechos humanos, pero que en realidad es una forma perversa de mantenerse en el poder.
Y decimos perversa, ya que por un lado el conjunto de personas que trabajan, tienen la obligación de esforzarse más para solventar al resto de la población inactiva, cuando la solución sería que todos puedan ganarse su sustento y de su familia.
Esto, repito, es perverso dado que los dependientes de planes y subsidios, pierden la libertad de su autoestima, libre pensamiento y autodeterminación y confluyen a un voto cautivo y a un apoyo comprado, no logrado por convicción y consenso.
Asimismo, esto desemboca en una gran diferencia entre las capas sociales. Nuestro país, que se caracterizaba por el tener una muy grande clase media, hoy la ha perdido y un muy importante conjunto de ese sector ha descendido y muchos de ellos son los nuevos ocupantes de villas de emergencia.
Perverso, ya que ha conseguido una pequeña parte de dirigentes que se enriquecieron, en forma confusa, ya que sus honorarios no lo justifican y otros hayan perdido mucho.
Actualmente, los impuestos y altos costos del trabajo en blanco, hacen que se haya instalado el pago por fuera del declarado, como alternativa en un mejor caso y el trabajo en negro, como el peor.
Esto en que desemboca, en mayores precios en los productos, en aumentos de precios por la espiral inflacionaria que se origina por las expectativas encarecedora de los formadores de precios, los lógicos pedidos de adecuación de sus salarios, por los obreros y empleados, que en definitiva nunca alcanzan a compensar los aumentos.
Se pueden sí, hoy obtener algunos productos que antes no se necesitaban, pero que el consumismo dirigido lo induce y presiona como “imprescindible”, para continuar con esta exacción al influido, que le hace llevar al portador de la “zanahoria” del consumo sobre sus hombros, sin que lo advierta.
¿Qué vemos? Una desesperada carrera en la clase trabajadora, por tener muchas veces superfluas adquisiciones, cuando en realidad el llegar a casa propia o el de acceder a una vivienda digna, mediante el pago de un alquiler, cada vez mas alto y oneroso, les resulta casi imposible, cuando en otros innumerables casos entre 6 o 7 desocupados, integrantes de un grupo familiar, obtienen subsidios por valores superiores a los que tal vez tendrían por trabajar.
¿Cuáles serían las soluciones a todos estos perjuicios? No lo sé, pero sí se que seguramente existen; lo que sí puedo asegurar que no existen en los ámbitos del poder, voluntad de cambio, ya que el beneficio que los detentadores del mismo obtienen, es demasiado importante, como para pensar en una mejora real de las condiciones de vida de la mayoría.
Tal vez deberíamos fijar nuestra visión en los sistemas de otros países más organizados y con menores diferencias entre sus capas sociales, o volver la mirada hacia atrás y analizar que nos pasaba en esas épocas.
Observando y hurgando en mi memoria, lo veo a mi padre, único sostén de mi familia, compuesta por la pareja y siete hijos, que siendo un módico empleado de una empresa metalúrgica, al cabo de unos años de trabajo, pagando su casa propia, hoy de un valor superior a los U$S 100.000.-, sustentando la educación de los que quisimos estudiar, uno médico, otro psicólogo, otro psiquiatra y dos técnicos industriales.
Además disfrutando de viajes en “trenes seguros” de Retiro a Tigre, casi todos los fines de semana, para llegar después en lancha, hasta un lugar de recreo y comprando una pequeña propiedad sobre el Río Lujan, adyacente a esa mutual isleña.
Por lo tanto, cuando desde el poder actual, escucho decir el mejor gobierno en doscientos años, digo, yo no soy anterior al año 1810 y ¿cómo es posible haber logrado semejante “estándar de vida”? Me lo pregunto y se los pregunto, dejándoles además abierta una respuesta a mi estado de ignorancia.
¿Cómo hacemos para volver a esas épocas? Les ruego sus respuestas, antes de que me vuelva paranoico a info@tarjetatei.com.ar.
Walter A. Gazza