Mucho de lo especulado acerca de vida extraterrestre, puede sonar a exagerado, sin fundamento, a pura especulación con una fuerte dosis de fantasía, o tal vez como una sarta de disparates o mentiras para vender libros o revistitas sobre el asunto. Es muy probable que así sea. Nos queda entonces lo menos probable pero posible al fin y al cabo, de acuerdo con mi especulación.
Recordemos otros casos, pero del pasado, cuando no se concebía otra forma del mundo que el tolemaico: la Tierra como un centro del mundo, alrededor de la cual giraban el Sol, la Luna, los planetas y las estrellas, todo unido a esferas transparentes, perfectas, concéntricas. Esto era natural, pues la Tierra parece hallarse fija, inmóvil, mientras que lo que se aprecia más conspicuamente es el recorrido de todos los astros por el cielo. Se los ve nacer, desplazarse y ocultarse. ¿Quién podría dudar de ello?
Sin embargo, Giordano Bruno, en el siglo XVI, sostuvo la pluralidad de los mundos, en clara contradicción con lo que se aceptaba entonces. Por esta y otras audacias, como las especulaciones acerca de otras formas de vida, como es sabido fue condenado a la hoguera por los ignorantes y el fanatismo de la época. También Galileo, quien estaba demostrando experimentalmente la existencia de otros mundos y sus movimientos “como cosas nunca vistas” e “ideas jamás soñadas”, fue objeto, injustamente, de una tremenda oposición de sus contemporáneos convencidos del modelo concéntrico del “mundo miniatura” inventado por Tolomeo en el siglo II d. C. Modelo que fue aceptado durante 1500 años.
Más atrás en el tiempo, tampoco se le dio crédito a Demócrito cuando hablaba de sus átomos, varios siglos antes de nuestra era.
Y más acá, ya en los tiempos modernos, tampoco se sospechaba que los objetos observados como nebulosos (hoy galaxias) eran grandes universos islas formados de millones de estrellas, y que nuestra Vía Láctea era uno más de ellos. Esto se comprobó sólo con el aumento de la capacidad de los telescopios.
Poco ha, nada se sospechaba acerca de cuásares, agujeros negros, estrellas novas y supernovas, radiofuentes, lentes gravitacionales, etc. Nada se sabía de las colosales dimensiones del universo observable ni de su fabulosa antigüedad, que por ahora raya en unos 15.000 y algo más millones de años, ni de la cantidad de galaxias y estrellas existentes.
Tampoco nada se conocía acerca de la divisibilidad del átomo y de la sorprendente profusión de subpartículas y antipartículas que en su conjunto suman, hasta el presente unas doscientas clases diferentes. Y, sin embargo, hoy se toma como natural todo este fascinante modelo de mundo radicalmente transformado con respecto al antiguo. Si alguno de los pensadores de la antigüedad despertara al mundo de la ciencia de hoy, verdaderamente sería incapaz de reconocer, en los conceptos del presente, a su mundo antiguo.
Del mismo modo, entonces, ¿no podría la ciencia y la tecnología de un futuro cercano cambiar, mediante nuevas observaciones, la imagen actual del mundo, y transformar a éste en un vastísimo enjambre de universos formados de galaxias los unos y agalácticos los otros? ¿Ampliar sus dimensiones y antigüedad a cifras hoy inconcebibles y comprobar que la vida es un fenómeno tan improbable, que apenas se lo podría encontrar en alguno que otro microuniverso?
Una vez explorada la Vía Láctea y las demás galaxias más próximas, tengo la seguridad de que la ciencia hallará en materia biológica ¡un vacío de vida! Y una vez avistados con telescopios gigantes en serie otros universos mucho más allá del nuestro, será posible especular con mayor fundamento que la vida, sobre todo la inteligente y consciente, se puede hallar únicamente en algunos microuniversos como fenómeno único y jamás repetido en nuestra galaxia ni en el conjunto restante de nuestro propio microuniverso.
Imaginémonos ahora la posibilidad de vida extraterrestre en esos lejanos ámbitos. ¿Cómo podrán ser allí las formas de vida?
Por de pronto muy dispares de las conocidas en nuestra Tierra. No se asemejarían ni siquiera a los animales, ni a los vegetales porque al no existir ninguna ley biológica panuniversal, las condiciones instaladas en distintos puntos del Macrouniverso no tienen por qué coincidir unas con otras. No serían entonces, ni siquiera casos de convergencia como acaece en nuestro planeta. De modo que sería imposible hallar réplicas del elefante, de la jirafa del abedul, del manzano… y ni siquiera nada parecido por convergencia.
Más aún, allí no tienen por qué existir los genes. El ácido desoxirribonucleico como código genético, puede ser un imposible, únicamente una curiosidad terráquea, únicamente terráquea y, por ende, las transformaciones, si es que las hay, se deben producir mediante otros mecanismos. La cariocinesis o mitosis (división celular) se hallarían ausentes. Tampoco el sexo, ni la gestación, ni la oviparidad, ni la viviparidad serían posibles allí. Nada de postura de huevos, ni nacimiento luego de gestación intrauterina.
La reproducción, si es que la hubiera, habría seguido los más variados caminos de las posibilidades circunstanciales instaladas perecederamente, por ejemplo, por gemación, escisión directa o fragmentación de los individuos. ¿Individuos? Ni siquiera es necesario que emitieran individuos, sino que la vida puede consistir en una masa continua en crecimiento a expensas de algún sustrato gaseoso, líquido o sólido.
Extrapolar las leyes biológicas circunstanciales y transitorias instaladas en nuestra biosfera, al resto del Todo es realmente una empresa bien antropocéntrica y al mismo tiempo que ingenua. Seres puramente gaseosos, líquidos o coloides, reticulados… son concebibles en otros ámbitos del azar con otras leyes.
¿Qué base puedo tener, para pensar así?
Si partimos del hecho de que aquí, en nuestra Tierra, sin ir más lejos, tenemos la más fabulosa variedad de caprichosas formas vivientes; si tomamos en cuenta que cada especie extinguida ha existido en el pasado por única vez y que cada especie actual también es exclusiva, irrepetible; si fueron y son millones las especies vivientes diferentes; si tantos fueron los caminos seguidos por la variación de las especies, con más razón entonces deberán ser disímiles de las nuestras, las posibles formas de vida de otros universos de galaxias. (Véase al respecto mi libro sobre exobiología, titulado: Naves extraterrestres y humanoides (Alegato contra su existencia. Buenos Aires, Imprima Editores, capítulo 5).
Luego de este alegato contra la existencia de seres alienígenas con civilizaciones y todo navegando dentro de las galaxias, incluso en la que nos contiene con el sistema solar, vemos que se trata todo de un neto producto de las mil y una pseudociencias que pululan por nuestro planeta con fines de lucro vendiendo libritos y revistitas sobre el tema, ayudado con la cinematografía, como aconteció tiempos atrás con algunos salpicones en el presente.
Ladislao Vadas