¿Quién mutó? ¿Hugo Moyano o Cristina? ¿Cómo se entiende que las ruidosas y coloridas columnas ingresaron aplaudidas por oficinistas que, semanas atrás, hubiesen insultado por lo bajo su presencia? En la Plaza de Moyano confluyó lo nuevo con lo viejo, la esperanza con la tradicional utilización de los pobres.
13:30. La Avenida 9 de Julio ya es un caos. Increíblemente, el microcentro porteño se quedó sin Policía Federal ni Metropolitana. El día anterior, la Presidenta de la Nación, quien siempre apela en sus discursos a un estado fuerte, dijo que en el acto “con intentos destituyentes” de Moyano, dejaría sin seguridad a los manifestantes. Ese fue el primer triunfo del líder camionero y de la CGT. No hubo trifulcas ni destrozos a pesar de que convivieron grupos de movimientos piqueteros díscolos como la Corriente Clasista y Combativa, peones rurales, Barrios de Pie, un pequeño grupo del partido radical, la izquierda organizada, taxistas, algunos independientes, ferroviarios y la masiva presencia de los empleados de peajes y los camioneros.
Es un día primaveral. Un día peronista, dice una mujer sonriente que no sabe quién será el orador. Explica que está presente porque no llega a fin de mes. Llegó con sus tres hijos, uno de ellos en un cochecito, en una mini columna de jóvenes madres con sus hijos de Barrios de Pie, grupo piquetero discriminado en el reparto de planes sociales y hasta de alimentos para sus comedores del conurbano bonaerense. Jorge Ceballos es su líder quien estuvo muy cerca del ex Presidente, Néstor Kirchner, hasta el 2007. El “Tula” sonríe cuando algún cholulo le tira el flash encima y le da un abrazo para compartir un imborrable recuerdo expresado en una foto. Los vendedores de patys disfrutan de las crecientes ventas y el merchandising futbolero también está presente. Las remeras con la cara del camionero brillan más que el sol y el alcohol alegra mil corazones.
Parece que fue ayer cuando el líder sindical y la Presidenta levantaban sus brazos unidos ante la tribuna. Según Ella, el morocho esconde un proyecto político propio e intenta desestabilizar al gobierno. Según el camionero, Ella se olvidó de los trabajadores y el que traiciona al pueblo, debe ser abandonado. El Peronismo perdona todo menos la derrota. Los dos discursos de ayer mostraron un liderazgo en retroceso y otro que, con poco, se afianza en el grueso de la población.
¿Cómo es posible entender que el país estaba blindado ante el mundo y ahora no hay plata para aumentar los salarios? ¿Cómo se entiende que una multimillonaria se enoje con la masa popular por pedir unos “pesitos de más”? ¿De qué reivindicaciones y distribución de la riqueza saca chapa el gobierno cuando se jacta de que solo el 18% de los asalariados en blanco paga impuesto a las ganancias?
Después de 10 años de supuestas conquistas laborales y sociales, solo ese porcentaje supera los 5.800 pesos mensuales. ¿Sabe la Presidenta lo que sale un litro de leche en este país, un alquiler o un trozo de carne? Moyano parece estar más cerca de la realidad mientras que la primera mandataria levita, flota en la intrascendencia de los “chanchitos” de San Luis. Se abraza con una joven, Micaela Lisola, que inventó una batalla “revolucionaria” en su colegio secundario por “militar en La Cámpora” mientras que a Mariano Ferreyra, a quien lo mataron por acompañar a los trabajadores ferroviarios, es ninguneado en los discursos por cadena nacional. Ni que hablar de los testigos que se animaron a romper el cerco del silencio de la corrupción, quienes se transformaron en parias del poder de turno. ¿Qué pensará la Presidenta de los despedidos por no militar o por no aceptar el diezmo camporista en Aerolíneas Argentinas?
Los buenos y revolucionarios solo están con nosotros, piensa Ella. Y el camionero se anima, con sus contradicciones, sin sentidos y debilidades, que no es así. Son dos postales. El mismo clientelismo. Mientras que en los últimos actos de Cristina, los miles de ciudadanos que son utilizados y llevados a los actos, no sabían para qué estaban allí presentes, en el de Moyano, sintieron la seducción de un hombre que les habló de cosas reales, como decía el General: Inflación, inseguridad, aumentos de sueldos, viviendas reales, sueños y proyectos. Ella se quedó, como un anciano (nada que ver con el abuelo amarrete) con el mismo y viejo cuento. Y aburrió. Moyano movió la estantería. Una vive del pasado y pierde credibilidad mientras que la inflación devora el poder adquisitivo de la moneda argentina. El otro intenta lavar la cara ante una clase media que lo detesta. Por ahora, los centros urbanos y el camionero, se necesitan, hicieron las paces.
El tercero en discordia aguarda. Espera su momento. El motonauta sabe que pronto dejará la lancha de la provincia para viajar en yate, aunque le tenga miedo a la velocidad. Moyano, por ahora tiene los pies en el piso, pero también tiene un círculo de alcahuetes que lo puede convencer de lo imposible: Cortarse solo y ser él, Él solo. Pero mientras que Lula Da Silva, su referente, peleaba por un plato de comida y luchaba por los derechos de sus trabajadores, el camionero creaba una red de amigos y parientes en empresas amigas.
Notable diferencia. El 2015 parece lejano. Las apariencias engañan.
Luis Gasulla
Twitter: @luisgasulla