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Lo casi imposible en el resto del universo: la vida

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LAS PRUEBAS CIENTÍFICAS
LAS PRUEBAS CIENTÍFICAS

 Sabemos, según los entendidos, que el número total calculado de partículas elementales del universo (protones neutrones y electrones), al menos de este universo de galaxias en el que habitamos, se puede escribir 10 elevado a 80 (un uno seguido de ochenta ceros) y que el número de estrellas ha sido estimado, por ahora, en diez mil millones, quizás con igual número de planetas. Estas son cifras estimativas basadas en cálculos provisorios, y es muy probable que en el futuro tengan que ser aumentadas y no a la inversa.

 

 ¿Qué significado puede tener esto para la cosmobiología?

 Para muchos cosmobiólogos, quizás el de la certeza de la existencia de vida extraterrestre, y no sólo eso, también la de civilizaciones semejantes a la de la Tierra y aún superiores.

 He aquí entonces, que es entre los astrónomos donde se halla más extendida esta creencia (digo creencia, porque, a mi parecer, no llega a constituirse en una hipótesis sólidamente fundamentada). Sagan, por ejemplo, creyó exageradamente que el universo se halla plagado de civilizaciones técnicas y las ha calculado nada menos que en varios millones. (Véase de este autor mencionado, el libro: Cosmos, Barcelona, Ed. Planeta, 1983, pág. 219).

 Por su parte, entre los biólogos parece existir mayor cautela al respecto.

 ¿Qué podemos imaginar nosotros aquí sobre una pretendida ciencia: la cosmobiología o astrobiología (también exobiología) que tan sólo posee una única prueba de vida en el universo: el planeta Tierra? Simplemente que carecemos por completo de pruebas fehacientes de que las partículas elementales y moléculas, posean tendencia alguna hacia una organización viviente. Todo ser vivo procede de otro ser vivo. No es posible la generación espontánea, ni propensión alguna hacia estructura autónoma alguna por parte de los elementos químicos. No se halló vida en la Luna, ni en el planeta Marte, ni es posible conjeturarla en Venus, Júpiter y Saturno, ni en el resto de los planetas y sus lunas, dadas sus condiciones adversas.

 Tampoco es posible conjeturar una hipotética ley bioquímica según la cual, a lo largo, forzosamente, la materia inerte debería desembocar en procesos vivientes. Nada nos indica que entre los trillones de planetas calculados, se haría inevitable una repetición de lo acontecido en la Tierra.

 Hay astrónomos tan entusiastas, que hasta teorizan acerca de que la vida debe ser un fenómeno común en el universo y cuya “siembra” debe ser constante.

 Las sondas espaciales lanzadas últimamente hacia distintos planetas, tienen como una de las más importantes misiones, el detectar formas de vida, aunque más no sea primitivas o en estado fosilizado.

 A su vez, las sondas espaciales Pioner 10 y 11, contienen cada una un mensaje grabado en una placa con figuras que indican la posición de nuestro sistema solar entre catorce pulsares, el esquema de los nueve planetas, un dibujo esquemático del perfil del Pioner y una pareja desnuda de terráqueos humanos entre otros detalles.

 Estos mensajes, más otros incluso con sonidos e imágenes de temas terráqueos contenidos en otras sondas como las Voyager, viajan por el espacio para ser visualizados y “oídos” por alguna inteligencia extraterrestre.

 También se han montado en la Tierra, artefactos para detectar posibles mensajes emitidos mediante ondas desde supuestas civilizaciones de otros mundos, y se está procurando por los mismos medios, emitir señales en un “idioma universal”.

 Existen también ambiciosos proyectos para el futuro próximo, como montar nuevos dispositivos en los actuales receptores y la construcción de radiotelescopios de mayor capacidad con el fin de rastrear el espacio para obtener presuntos mensajes inteligentes del cosmos.

 ¡Realmente curiosa y extraordinaria manifestación de la esencia del universo, es esta forma de conciencia inteligente (el hombre) que trata de entablar relaciones con supuestos habitantes más allá del sistema solar!

 Más a mi juicio, todo esto es en vano, ¡ningún ser extraterrestre se hará eco de los mensajes, ni será “oído”, simplemente porque no existe!

 Según mi hipótesis, la exobiología constituye en una mera fantasía. No puede haber vida en Venus, ni en Júpiter ni en ninguno de los más de cuarenta globos que orbitan el Sol. Y no sólo aquí en nuestro sistema solar, tampoco es posible forma de vida alguna en toda nuestra galaxia denominada Vía Láctea. Y aún más, incluso en las galaxias más cercanas que nos rodean y son avistadas, es imposible un proceso viviente de cualquier forma extraña de que se trate. Sólo en remotísimas galaxias aún no conocidas existe cierta probabilidad de alguna forma de vida muy rudimentaria, y esto ¿quien sabe? De aquí a imaginar ¡civilizaciones! Ya es totalmente utópico.

 ¿Qué fundamento tengo para pensar así? ¿Acaso es esto ir contra las posibilidades del azar? ¿Es desafiar los cálculos de probabilidades? ¿Es avanzar demasiado lejos con el escepticismo?

 ¡Son cien septillones de septillones, el número de partículas elementales las que juegan en el universo! ¡Son miles de trillones de estrellas y planetas, los que pueblan el espacio! ¿Es verdad entonces que sea casi imposible una reedición de lo acontecido en nuestra biosfera?


Falta de conocimientos biológicos fuera del ámbito terráqueo.

 

 Todos los hallazgos en el espacio sidéreo en materia de compuestos moleculares de tipo orgánico, iguales a los producidos en la Tierra por seres vivos, como formaldehído, ácido fórmico (producido por las hormigas), amoníaco, metanol, ácido cianhídrico, acetaldehído, tioformaldehido, ácido isociánico, etc., nada significan para la vida en desarrollo.

 Todo eso no explica ni remotamente el funcionamiento de una célula viviente y menos el complejo proceso psicosomático de un simio.

 Tampoco los supuestos aminoácidos, sillares de las proteínas, contenidos en meteoritos, como las contritas carbonáceas, pueden constituirse en pruebas de la existencia en el espacio exterior, de procesos tan complejos como la conducta de una abeja o el cambio de color de un camaleón, y ni siquiera del crecimiento y reproducción de un hongo con su aparato productor de esporas.

 Pero… a pesar de todo, no por lo expuesto podemos caer en creacionismo alguno por parte de cierto dios o dioses creadores que pululen por el espacio exterior sembrando vida por doquier como lo quieren algunos teólogos. En un próximo artículo abordaré este tema.

 

  Ladislao Vadas

 
 

34 comentarios Dejá tu comentario

  1. Alejandro P.M. y Salvador: Me pregunto, no era mejor leer los cuentitos de Hadas de los creyentes que el ininteligible cuento de la vida en Venus. Nos entretenian mas y eran mas naif las cosas que argumentaba Ale Magno o Testa que este desproposito de un tal Marcos, que para mi es el nabo de tres puntitos, tienen la misma veta ideologica esoterica. Lo unico que hace con cierta practica, es el insulto anonimo al cuadrado que lo caracteriza.

  2. Anónimo: Hay tantas posibilidades de que ello ocurra como de que el cuento de los venusinos sea real o que poseas un alma inmortal y al morir vayas al cielo. Por lo menos escribiste un solo renglón...

  3. Marcos, lamento informarte que en venus hace un calor infernal y lo menos que hay es agua en estado líquido. En vez de leer tantos libros de ciencia ficción sobre venus te recomiendo ver Venus, pero el canal, y en compania femenina en lo posible. Por otra parte me asombra el artículo de vadas, el argumento que usa es el mismo de los religiosos, así que hay esperanzas de que encuentre la lógica real y espiritual del cosmos.

  4. A Marcos o a tres puntitos (son lo mismo), mas que Venus lo trastorna el Monte de Venus. Eso explicaria lo del delirio permanente.

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