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El universo cíclico, las distintas civilizaciones posibles (según algunos) y la ausencia de sentido

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Sobre la teoría del big bang o gran explosión, ya se ha comentado copiosamente en el ámbito creacionista.

 

 Ahora vamos a hacer hincapié en el posible carácter cíclico de este fenómeno y en el posible número de civilizaciones galácticas que pudieran existir según algunos cosmólogos.

 Varios astrónomos, entre ellos Tolman, basados en la hipótesis de Lemaitre del “átomo primitivo” o “supersol” y del universo en expansión, y anclados en la teoría de la relatividad, sostienen la teoría de un universo (para mí universo de galaxias) pulsátil que, cual cósmico corazón produce sus sístoles y diástoles. En la actualidad se halla en diástole, es decir en plena expansión a partir del big bang.

 Luego entrará en contracción cuando todas las galaxias detenidas en su carrera inviertan el sentido de sus direcciones para convergir en un punto central y componer todas ellas, concentradas y compactadas, nuevamente un supersol como el que originó el actual big bang.

 Este supersol estallará nuevamente para repetir todo el ciclo de expansión y concentración, y así sucesivamente.

 Pregunto: ¿Podrían ser eternos estos ciclos de expansiones y contracciones?

 Por mi parte lo dudo, y tal como ya lo he expresado en otro artículo, señalo que incluso los ciclos deben ser transitorios en el Macrouniverso.

 Allí digo que una vez cerrada la posibilidad de lo ciclos, también se anulará la posibilidad de la instalación de nuevas humanidades o de nuevas conciencias del universo pertenecientes a cualquiera otra forma de vida extraterrestre como producto de los quarks.

 Pero, ¡mientras tanto!… Mientras exista la posibilidad de que nuestro universo de galaxias pulsara por un periodo en la eternidad, ¿cuántas civilizaciones nuevas se podrían instalar en cada ciclo expansivo?

 Hay astrónomos que creen, como lo creyó Carl Sagan, que el universo se halla plagado de civilizaciones técnicas y las calculan por millones.

 Pero nadie incluye la posibilidad de que las civilizaciones técnicas que hayan logrado descubrir la energía nuclear y otras fuentes de energía para autodestruirse, estarían autoinmolándose a la nada.

 Mientras nuevas civilizaciones estarían surgiendo continuamente, otras se encontrarían auto aniquilándose por haber arribado a una etapa crucial con su tecnología de destrucción y diferencias ideológicas, tal como ha estado ocurriendo en nuestra propia civilización no hace mucho tiempo, destinada a desencadenar una guerra nuclear de exterminio total.

 “Las civilizaciones tardarían en nacer después de miles de millones de años de tortuosa evolución, y luego se volatilizarían en un instante de imperdonable negligencia” (Carl Sagan, Cosmos, Barcelona, Editorial Planeta, 1983, página 301).

 Pero una cosa es pensarlo, decirlo y dejarlo así, y otra muy distinta es avanzar metafísicamente más allá acerca del sentido de tal estado de cosas.

 Lo alarmante es que tales alucinantes posibilidades, son creíbles si tenemos en cuenta los cálculos realizados para obtener alguna cifra acerca de la cantidad de planetas que pueden poblar el universo de galaxias.

 De ello podríamos obtener una idea aproximada, si tomamos como base el cálculo relativo a nuestra galaxia Vía Láctea. Cálculo que arroja una cifra del orden de más de un billón de planetas que se obtiene así: el número total de sistemas planetarios se calcula en más de un billón. (Carl Sagan: Cosmos, Barcelona, Editorial Planeta, pág. 300).

 Esto sólo para nuestra galaxia, cuyo guarismo podríamos reducir a un billón. Imaginemos la cifra que obtendríamos extendiendo los cálculos hacia el resto del universo conocido.

 Quizás estos cálculos sean exagerados. Quizás el fenómeno vida, siendo tan poco probable, sea menos frecuente en el universo y las civilizaciones mucho menos aun.

 Nuestra existencia es verdaderamente un accidente de una improbabilidad fabulosa, pero… ¡las cifras astronómicas son realmente “astronómicas”!

 Máxime si tomamos en cuenta el universo de galaxias en su integridad. Y aunque los cálculos exageren, ello no quita que las probabilidades de la existencia de otras conciencias, además del hombre en el universo de galaxias, sean casi ciertas.

 Pero… no sólo eso, ¡son también aterradoras!

 ¿Por qué habría que considerarlo así?

 En efecto, si así fuese, si en cada pulsación de este supersol de galaxias se formaran múltiples civilizaciones, muchas de ellas destinadas a sucumbir por accidentes anticósmicos, biológicos (enfermedades) o por autoaniquilación, ¿qué conclusiones metafísicas podríamos extraer de un universo de esta naturaleza relacionándolo con la idea de algún supuesto creador omnipresente, todopoderoso, omnisapiente, absolutamente bondadoso, misericordioso, justo, etc.?

 Esta especie de dios – a la luz de nuestra astronomía actual y sus especulaciones- ya no se estaría haciendo a sí mismo en este nuestro único mundo en el que pensaba el filósofo Hegel. Tampoco en otros ni en el universo entero que denomino Macrouniverso, porque… ¡verdaderamente!, ¿cómo encajaría semejante dios en un universo que en cada expansión, a partir de un nuevo big-bang, produjera siempre nuevas civilizaciones con destino trunco, en un ciclo tonto?

 ¿Tonto? ¡Claro que sí! Porque en cada nueva expansión, aparecerían en escena los seres primitivos lanzados hacia una ciega evolución basada en el tanteo, en el error, en la extinción de formas inviables. Siempre una nueva aventura de la vida plagada de crueldades, de luchas interespecíficas, de matanzas sin fin, enfermedades, hambrunas, cataclismos naturales, etc., para a la postre aparecer alguna forma viviente destinada a elevase intelectualmente.

 Todo en una recapitulación, si no exacta, al menos aproximada de lo acaecido en nuestro planeta.

 En cada expansión supergaláctica, y por millones de cada una de ellas, apareciendo por doquier nuevas civilizaciones con sus luchas, errores, creencias religiosas, fanatismos que los empujan a cometer atrocidades en aras de la nada; avance tecnológico, efímero bienestar para algunos, penurias para las mayorías, guerras de exterminio en nivel planetario, y… al fin y al cabo, todo en vano ¡millones de veces repetido! Para siempre volver todo a empezar en un nuevo ciclo.

 Si estos supuestos fenómenos de la formación continua de mundos con sus civilizaciones humanas, humanoides o de cualquier clase de formas de vida muy disímiles a las nuestras conocidas –lo cual es más probable- lo relacionamos con algún supuesto creador excelso que se halla “haciendo el mundo”, vuelve sobre el tapete lo alucinante, lo espantoso, lo éticamente inaceptable que se resuelve en una serie de interrogantes.

 Suponiendo que algún espíritu universal se esté realizando en al mundo –según el filósofo Hegel, por ejemplo- o se trate del mismo mundo-dios, según el filósofo Spinoza, el que se halla en evolución, una vez alcanzada la meta, una vez que la creación esté cumplida, surge el misterioso interrogante: ¿Y después qué?

 ¿Alguien se ha hecho esta pregunta?

 ¿Empezar nuevamente otro nietzscheano camino? ¿Otro big-bang y nueva expansión del universo de galaxias? ¿Nueva vida, nueva conciencia, nuevo “camino” otra vez plagado de errores y horrores para alcanzar otra vez la excelsa meta? ¿Una inútil repetición de todo como si se obedeciera a alguna ley fatal del curso de las civilizaciones? ¿Y siempre en cada sucesiva expansión universal? ¿El filósofo Nietzsche tenía razón entonces con su idea del eterno retorno?

 ¡Algo más tonto que esto, no se puede concebir!

 Ante este hipotético panorama, el “espíritu” absoluto o el “Dios-Mundo”, se nos transforma en un idiota.

 ¿Múltiples mundos habitados, múltiples civilizaciones que se están realizando, que evolucionan entre equívocos y espantos para lograr cierta vez alguna meta… o autoaniquilarse quizás por diferencias ideológicas utilizando armas de extermino? ¿Y aunque esa meta se alcanzase, no se hallarían acaso igualmente destinadas a perderse irremisiblemente, absorbidas por las condiciones adversas instaladas al entrar en contracción el universo de galaxias para reiniciar otro big bang a partir de un supersol, y así siempre?

 ¿Puede pensarse un mundo más vano que éste, que se halla evolucionando según la hipótesis de una creación continua?

 Si el PLAN es fusionarse alguna vez el “espíritu” con el mundo – según creen algunos- ¿qué sería esto? ¿Acaso un juego para ese “espíritu”? ¿Un entretenimiento repetido hasta el hartazgo? Puesto que, si la meta es la fusión, volvemos a preguntar, ¿y después qué? ¿Nuevo estallido y comenzar todo otra vez? ¿Expandirse, separarse del mundo crear caos para volver a ordenarlo todo y fusionarse nuevamente? ¿Cuál sería su meta definitiva? ¿O es que no hay meta alguna para toda la eternidad, sino que todo consiste en el “transcurso”, en el “mientras tanto” como en las películas de suspenso con final tonto?

 Todo esto frente a las ideas panteístas y a las que se les aproximan.

 Ahora bien ¿Qué sucede cuando a este universo cíclico plagado de civilizaciones lo enfrentamos con un dios como el de la teología clásica, quien crea un mundo de la nada, pero que a la luz de las teorías del universo pulsátil (del astrónomo Tolman) lo lanza hacia una serie de expansiones y contracciones con una historia repetida hasta el cansancio?

 Este universo de galaxias, frente a semejante dios espiritual separado de él, se convierte en algo así como una pista de carrera de obstáculos y de pruebas, que se abre en cada ciclo expansivo para las civilizaciones que van a contener. Una especie de camino escabroso plagado de dificultades y tentaciones para unos seres libres que pueden elegir entre el bien y el mal en sus respectivos planetas.

 Pero en este caso se vuelve a plantear el eterno problema ético aunque no ya relativo a un solo mundo, el del hombre como antes se aceptaba, sino a múltiples mundos que se pueden contar por millones, o billones…de casos repetidos en todas las galaxias y a lo largo de cada ciclo expansivo (big-bang).

 ¿Por qué se tendría que repetir el error, el sufrimiento inútil de seres inteligentes primitivos como el hombre cavernario destinados a tecnificarse? Etc. etc.

 Aunque aquí ya no estamos en presencia de un dios idiota, al menos nos hallamos ante un ente indolente reiterativo, estereotipado y vano, pero nunca ante el dios ideal de los teólogos.

 Más razonablemente nos encontramos en presencia de un universo autónomo, sordo y ciego, sin dios alguno, que pulsa sin sentido pero que de paso genera transitoriamente fenómenos de toma de conciencia de sí mismo por única vez, en una serie de ciclos expansivos y contractivos que luego desaparecen.

 Esta es mi teoría.

 

 Ladislao Vadas

 
 

77 comentarios Dejá tu comentario

  1. Cual es el derecho que creen tener, para obligar a otros a vivir segun sus preceptos ? Una defensa generalizada de la vida ?, acaso alguien en su sano juicio esta en contra de la vida ? Tendriamos que discutir entonces, que entendemos por vida vivible, porque hay mucha gente que se suicida no por problemas fisicos, sino por problemas emocionales o economicos. Quien es el cinico o hipocrita que debe disciplinar al resto y dictarle su conceptos a rajatabla. La humanidad se esta sacando de encima, la telaraña religiosa que le impedia ver la realidad, no es tarea facil, incluso hay gente de buena fe que se opone, solo es cuestion de tiempo y de ciencia, lo demas lo hace el mismo ser humano en la busqueda constante de la verdad real, no la imaginaria.

  2. Ironics: Estás la pedo, no? Veo que en casi todos los artículos de Vadas siempre terminás escribiendo tus pelotudeces. Como los chicos, que pretenden tener la última palabra, aunque sea una zonzera. Y lo que le contestás a Rafael es eso. El no te ofrece un consejo, como vos le contestás, nabo; él dice que mejor dejés el teclado y le dediqués tiempo a los tuyos; porque de los temas que se tratan aquí sos un ignorante (hasta vos lo reconocés). No le pidas consejo a Rafael. Mejor pedile consejo a un psiquiatra. Estás gravemente enfermo, Ironics. FH

  3. Hay esoteristas que llegan a grandes niveles de conocimiento pero no a todo. Quizás no está previsto por Dios que haya humanos que puedan conocer todas las preguntas que nos hacemos sobre Él.

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