Recuerdo cómo la Argentina la perdió durante la dictadura, de 1976 a 1983. El método fue hipócrita: cualquier oposición había que "aniquilarla", pero sin que se note su violencia. Desaparecer todo lo que incomoda considerándolo “enemigo” y quitándole su entidad. Crear la mística de una lucha épica patriótica para que las mayorías apoyen. Hipnotizar con consumo económico al pueblo para enmudecer todo cuestionamiento legal y moral al Gobierno. Desarticular cualquier medio periodístico independiente para crear una sola corriente de información y pensamiento.
En aquella época, de la mano de Julio Grondona, llevaron al fútbol (¿pasión de multitudes o un moderno opio de los pueblos?) a un grado de exaltación superlativo, y hasta contaron con la suerte "de calendario" de organizar un Mundial. Durante esos meses, las incipientes voces que reclamaban por garantías constitucionales se callaron con una enorme propaganda oficial mediática (a lo Goebbels) y la distribución gratuita de calcomanías para el auto con la leyenda "Los argentinos somos derechos y humanos".
En las escuelas y universidades, el Estado coló simpatizantes para "observar" y manipuló el contenido pedagógico, reescribiendo la historia y omitiendo los personajes y acontecimientos que incomodaban. La Justicia nunca actuó contra los atropellos y la corrupción, el Congreso no existía y la Prensa complacía, por acción o por omisión.
Los artistas populares de cine y televisión (el rock recién daba sus primeros pasos) fueron cooptados y financiados para entretener a la gente sin revolucionar ni alterar al Poder, los demás fueron ignorados por los medios y se tuvieron que ir, ya sea por miedo o por falta de trabajo.
Igual que Ulises tratando de evitar el hipnótico y perverso canto de las sirenas, algunos ciudadanos pudieron visualizar la mentira, pero eran descalificados y tratados como "locos" o traidores a la Patria.
Sólo cuando económicamente las cosas empezaron a complicarse la gente despertó. Sin embargo, el poder nunca cede y prefirió doblar la apuesta con una guerra en Malvinas para aglutinar nuevamente a las mayorías. Finalmente, aunque tarde, la trampa de la mentira se expuso y el dolor dio paso, primero a la libertad, y luego a la democracia republicana y constitucional.
Yo veo hoy en día a la gente, y particularmente a los jóvenes, cayendo en un nuevo engaño, más sutil pero igual de hipócrita, perverso y totalitario. Algo mutado de una dictadura en una dictablanda.
Veo a la gente dándole de comer al chancho que ya se metió en sus casas, en sus vidas y con su libertad. Los veo otra vez cruzando el río, ilusionados con que el escorpión en su lomo no les clavará el aguijón.
Veo todo lo anterior, pero con más sofisticación en el lenguaje, las formas y el histrionismo. Puro déjà vu
Pero esta vez, el lobo no tiene piel de cordero ni color verde militar, sino un fino vestido color negro.
Diego H. Vargas M.