El pasado 13 de septiembre se vio a las calles inundadas por los pedidos de la clase media, que parece que no tienen derecho a los mismos, según los voceros de aquellos que nos gobiernan. Frases como “estaban bien vestidos” o “quieren el viaje a Miami” se oyeron desde los brazos comunicacionales del gobierno, como una suerte de juzgamiento propio de los paladines de la justicia. Justicia, esa fue la vedette de los reclamos de la marcha, junto con inseguridad y respeto, pero parece que el gobierno eligió quedarse con el pedido de una décima parte, que exigía la inexistencia del cepo al dólar y su consecuente viaje al exterior. En cualquiera de los casos, lo que más molestó, fue que se hiciera oír la clase media, la que menos esperaban, la que ellos ya no pertenecen (o nunca pertenecieron en algunos casos), y la que menos cuesta persuadir, todavía.
Parece ser que formar parte de la clase media por estos días, es poco menos que una maldición o al menos una desgracia. Es que dicha clase ostenta de ser la de más responsabilidades dentro de una sociedad. Si repasamos históricamente la lucha de las otras clases (baja y alta), siempre daremos con que las mismas han luchado por sus propios intereses, planteado así, pareciera que los intereses de la clase baja son los menos reprochables. Desde que existe la división de estratos en una sociedad, la clase baja ha luchado por la obtención de derechos inherentes a las personas y que por complicidad (acción u omisión) de las otras clases, se les eran negados; como así también fue, que los derechos conquistados por las clases más bajas, fueron alentados por alguna de las otras clases para que así sucediera.
Ahora bien, si nos detenemos en la clase alta, no nos equivocaremos al decir que desde siempre ha sido la clase más conservadora y materialista de las tres. Desde los comienzos de su existencia que han luchado para no perder sus atributos, e indefectiblemente para que las demás clases no los conquisten. Estos fueron siempre los dueños de los factores de producción, y aquellos que poseen los grandes capitales que consecuentemente entrega el manejo de los hilos del mercado mundial. En pocas palabras, manejan los destinos económicos del mundo, y eso es mucho decir en un sistema capitalista instalado en globo entero, porque manejar la economía implica incidir fuertemente en la política, y por lo tanto en la sociedad.
Pero finalmente nos situaremos en la vieja y querida clase media, en algún momento histórico llamada “burguesía”, en otro momento llamada “comerciante”. Esta clase pasó a ser la más criticada de los últimos tiempos, tildada de egoísta por protestar solo por sus ahorros, por el cepo al dólar, por los viajes a Miami, y tantas otras cuestiones de raíz egoísta, que no creo que hayan representado el 20% de las personas que marcharon el pasado 13 de septiembre. Pero supongamos que haya sido el 80% ¿Por qué se juzga a la clase media que pelea por lo que cree que es justo? ¿Por qué no puede pelear por aquello que le costó tanto conseguir durante años? Hablamos de no perder lo conquistado. Claro que a la clase alta, invadida por la conveniencia, no se le exige que luche por los derechos de los demás; y a la clase baja, por inocencia o por inobservancia, tampoco se le exige la responsabilidad de la lucha. Allí es donde quiero hacer foco, en la exacerbada crítica hacia la clase media, que parece ser la única responsable de las conquistas sociales de todas las clases, y que cuando pelea por lo conquistado laboriosamente, se le achaca el egoísmo frívolo de “luchar por lo suyo”.
Son innumerables aquellas personas surgidas de la clase media que lograron las mayores conquistas sociales de la humanidad. Yo diría que esta clase, fue la usina de mentes más brillantes y despojadas del sentido de lo propio, que no ha dado ninguna de las otras clases. Hacer nombres puede ser redundantes, pero basta con recordar a los guías de la independencia India en el siglo XX (Nehru y Gandhi); los conductores de los movimientos afroamericanos estadounidenses (Luther King y Malcolm X); aquellos líderes de la revolución cubana (Fidel Castro y “Ché” Guevara); uno de los personajes más influyentes de la revolución bolchevique en Rusia (León Trotsky); el máximo responsable de la unificación italiana (Garibaldi); algunos de los integrantes importantes de la historia argentina en la Revolución de Mayo y después (Mariano Moreno y Dorrego, entre otros); y así la lista de líderes políticos surgidos de la clase media que ha conseguido conquistas en la igualdad de derechos y entre las clases, puede llegar a ser muy extensa. También podemos hablar de los aquellos movimientos políticos surgidos en la clase media, como pueden ser la Revolución Francesa o el mismo Mayo Francés de 1968. Ni hablar de los personajes destacados en otras esferas que escapan a lo político, en el plano científico podemos nombrar a Galileo, o Einstein entre tantos otros; si nos situamos en el plano artístico, son muchas las personalidades que aportaron a la cultura y a la igualdad de derechos, surgidos en la clase media. Pero aún así (o a raíz de todo ello), la clase media sigue siendo la más criticada entre todas las clases, y es aquella que más responsabilidad tácita posee sobre los destinos de la humanidad.
Mientras las clases bajas y altas carecen de herramientas motivacionales o éticas para luchar por los derechos de todos, la clase media parece ser la única “capaz” de acarrear los triunfos y las derrotas con respectos a los derechos de una sociedad. Es una suerte de encrucijada de la que no se puede escapar. Posee la suerte y al mismo tiempo el karma de ser los responsables de cambiar la historia, dejando de lado su egoísmo, y sentir la gloria o el infierno de a cuerdo al resultado obtenido.
Nicolás Cavanna
Especial para TDP