En un mundo en donde el pensamiento pretende ser
centralizado por el Imperio, cuyo Emperador reelecto ha proclamado su
vocación guerrera en su discurso inaugural de su segundo mandato, nos
encontramos ante la sensación de cierta indefinición acerca de la
real significación de la izquierda en términos ideológicos y políticos.
Dicha sensación se advierte en la teoría y en la
praxis ante los hechos que acontecen en cada uno de los Estados en los
cuales tratamos, en mayor o menor medida, de ser partícipes de su
vida política, económica y social , lo cual nos debe llevar a
repensar el rol de lo ideológico y de lo político ante la
deshumanización creciente propiciada por el sistema actual que no
duda y avanza a pasos agigantados para imponer el dogma neoliberal en
lo económico-social.
Si la caída del Muro de Berlín constituyó
el principio del declive de la izquierda como praxis y de la primacía
del liberalismo económico como pensamiento único destinado a
sostener el proceso generado por la globalización económica y
financiera, debemos comenzar a repensar la teoría para la praxis con
el fin de contrarrestar el avance de la derecha y buscar las
alternativas que permitan contrapesarla para la construcción de un
mundo basado en los Derechos Humanos, que suponga la reconstrucción
de las dimensiones de la dignidad humana perdida a manos de la hegemonía
actual.
¿Dónde ha quedado la izquierda ? ¿ se ha
esfumado del pensamiento o los métodos que se utiliza no son los
adecuados ?. En rigor de verdad, si se ha pretendido matarla resulta
evidente que sigue viva y goza de excelente salud gracias a los que,
todavía, seguimos siendo poseedores de esa conciencia acerca de la
realidad humana, pero es indudable que debemos resignificarla para que
sus contenidos constituyan la base para una nueva praxis destinada a
la modificación de la realidad cruel a la cual estamos sometidos los
seres humanos en vastas regiones del planeta.
La cuestión pasa por encontrar la salida a
la problemática del dogmatismo reinante, que afecta a ambas ideologías
por igual, que impide el repensar partiendo de la realidad existente, siendo
claro el notable arraigo al pasado que invita a la evocación de los
recuerdos cuando, hoy día, se necesita revitalizar lo ideológico
para que sirva de sustento a lo político.
Y si a esta problemática, le agregamos el poder
económico de la derecha, cuya coherencia en la praxis es indudable,
podremos advertir que se necesita una reformulación urgente de las prácticas
políticas para volver a constituírse en una opción, en una
alternativa política que pueda constituírse en una fuerza capaz de
congregar voluntades para llegar al poder.
Ambas cuestiones son sustanciales por cuanto
lo dogmático y la praxis anquilosada operan como un factor disuasivo
para lograr una paulatina concientización de los ciudadanos o bien,
una plausible inserción en las intenciones de la ciudadanía que,
como sabemos, tiene internalizado el miedo al cambio gracias a las
operaciones mediáticas realizadas por los multimedios.
Ahora bien, ¿ cómo resignificamos la
izquierda en estos tiempos tan problemáticos y febriles ? ¿
resignificación de contenidos o de praxis ?...
Estas dos preguntas no son ociosas y, desde
luego, no constituyen un dato menor a la hora del análisis de la
vigencia y del rol de la izquierda en cada uno de los Estados y en
cuanto a lo estrictamente filosófico y político.
Y tal vez nos lleve a otra pregunta
sustancial: ¿ qué es la izquierda ?, cuya respuesta deberá
constituir nuestro punto de partida para comenzar a encontrar la punta
del ovillo que nos llevará a responder a tantos interrogantes como
los que nos hemos planteado.
Evidentemente, debemos partir de Marx para
tratar de definir aquello que puede ser considerado de izquierda,
aunque recordemos que esta consideración proviene de la ubicación
de los revolucionarios de la Revolución Francesa...
Si tenemos en cuenta que los medios de
producción están concentrados, cada vez más, en pocas manos y ello
condiciona notablemente las relaciones sociales y económicas en el
mundo actual, sumado a los aparatos ideológicos del Estado y a los
medios de comunicación social que aportan el sustento para el
discurso del pensamiento único, podremos advertir que lo existente es
un sistema basado en un capital que exige, como punto de partida, la
inevitable existencia de pobres y de excluídos para su propia
existencia.
Hasta aquí hemos definido, en apretada síntesis,
lo que se llama capitalismo y que, por su dinámica política propia,
deviene en imperialismo debido a la existencia de hegemonías que
conforman un orden político y económico mundial. Antes, radicaba en
Europa con el auge de la Inglaterra del siglo XIX y luego, después de
la Segunda Guerra Mundial, nos encontramos con la primacía de los
Estados Unidos de América que hace gala de su ánimo guerrero gracias
al patoterismo de George W. Bush.
Ahora bien, si nos inclinamos a definir por
oposición podemos advertir que, en el fondo, nos encontramos con un
socialismo que se basa en la propiedad colectiva de los medios de
producción, la cual podrá ser adquirida mediante el imperio de la
dictadura del proletariado o bien, mediante una revolución pacífica
a través del tiempo con el fin de terminar con la lucha de clases...
Usted podrá decirme: muy linda la teoría...
¿ pero adónde quiere llegar ?. Muy simple: podemos llegar a un
capitalismo con rostro humano, incurriendo en una falacia o bien,
podemos buscar una síntesis superadora de ambas tesis, para encontrar
el camino hacia un sistema que contemple lo humano, con sus virtudes y
sus defectos, con sus fortalezas y sus flaquezas.
Si resignificamos al socialismo como la mera
faz del capitalismo, habremos errado sustancialmente porque no se
modificaría el fundamento del actual sistema, dado que lo único que
podría hacerse es dotar de meras intenciones a una propuesta de
cambio que, en realidad, será un nuevo gatopardismo. En cambio, si lo
resignificamos en una síntesis en donde los valores políticos, económicos
y sociales sean constituídos por la primacía del ser humano, como
ente a ser preservado y a cuya satisfacción debe orientarse el Estado
y las instituciones, es posible construir una ideología superadora
que pueda considerarse de izquierda.
De lo que se trata es, precisamente, de
acercar el socialismo a las clases medias que huyen por el terror a
perder sus pertenencias. La mejor manera es comenzar a concientizar
acerca de la necesidad de ser solidarios y compartirlas para que otros
seres puedan ser y estar en este mundo, de la mano de la dignidad como
humanos.
Se trata, efectivamente, de resignificar la
izquierda sin dogmas para que ella sea aceptada como un camino
alternativo al actual, al que propone el Imperio en sus múltiples
modalidades. No es nada más, ni nada menos, que proponer la supremacía
de la dignidad humana para todos los seres que habitan este planeta y
olvidémonos de la lucha de clases...
Al desprecio actual por el ser, debemos
oponernos mediante la construcción de una conciencia que conozca de
la vida, de las necesidades que requiere cada ser humano en su corta o
larga existencia. Y si es necesario, actuar en consecuencia de la mano
de la solidaridad y de la cooperación para poder construir otro mundo
y otro hombre en el cual podamos decir que se puede vivir.
Resignificar la izquierda, una opción para
repensar nuestra existencia y la de los otros para que juntos podamos
construir la alternativa a este Estado de la Naturaleza que se nos
propone día a día, aunque no lo queramos asumir...
Prof. Juan Carlos Sánchez Cs. Jurídicas, Políticas y Sociales
(I.S.P."Dr. Joaquín V. González)
juanca_s2003@yahoo.com.ar