Para los que vivimos en este país hay cosas que ya no nos sorprenden pero un ser ciudadano en Argentina es realmente una experiencia muy curiosa.
Siempre se ha puesto como ejemplo de excepciones a la regla a países como Japón y Argentina. El primero porque tan sólo es una piedra en el mar con pocos —o nada— de recursos y sin embargo se convirtió en una de las grandes potencias mundiales y en el otro extremo a nuestro país, que con todo, absolutamente todo, está en permanente decadencia.
¿Cómo podemos explicar la pobreza, el hambre, la corrupción, la inseguridad, el tener un solo partido político que puede gobernar, la violencia y la desigualdad (entre tantas otras cosas)? Hablando de hambre, este país tiene capacidad para alimentar a 400 millones de personas o más.
La Argentina somos nosotros y lamentablemente ese es nuestro problema.
¿Por qué un presidente de un país hermano, sabiendo (o no) que la cámara estaba prendida, dijo que los argentinos éramos unos ladrones del primero al último? ¿Hay que enojarse con este señor o pensar por qué lo dijo? Aunque parezca duro, esto es verdad. Si reemplazáramos a todos los argentinos de nuestras tierras por japoneses, canadienses o incluso uruguayos ¿qué pasaría con el país luego de un no muy largo tiempo? ¿Seguiría igual?
Creo que la responsabilidad de lo que pasa en nuestro país no es de los políticos o si son de derecha o de izquierda, peronistas o radicales, y tampoco pasa por si son todos ladrones o inoperantes. El problema es cómo actúa nuestra sociedad.
Argentina no tiene un problema económico en absoluto sino social y hasta que no solucionemos esto vamos a seguir así sea quien sea el que gobierne o en qué contexto político/económico nacional o internacional nos encontremos. Esto es lo que tenemos que entender. El comienzo de la solución es darse cuenta de esto.
Aníbal Fernández, haciendo alusión a la victoria de Mauricio Macri en 2011, dijo que la ciudad de Buenos Aires se le parecía. Tenía razón, también es verdad que Argentina se parece a él y a su gobierno. Los políticos son un reflejo de la sociedad.
Si revisamos la historia de nuestro país en los últimos 30 o 40 años, nadie fue preso por corrupción excepto que haya sido por persecución política, como el caso de Menem que estuvo alojado en una pequeña mansión por sólo unos días. Si fuésemos un país medianamente civilizado, personas como Ricardo Jaime, Víctor Alderete o Ricardo Mazzorín, ¿no deberían haber pagado con la cárcel?
El hecho es que el sistema político esta ensamblado para que las personas que llegan al poder lo hagan a cambio de “favores” y “pagos a cuenta” de futuros compromisos que asumen en caso de llegar al poder. Las campañas políticas se financian con dinero proveniente de negocios no muy claros. Esa “inversión” espera beneficios.
¿Qué haremos con las generaciones que han vivido de subsidios y cuyos hijos y/o nietos han visto ese modelo? Ese es justamente el sector de la sociedad más vulnerable y que justamente a los representantes más les sirven. Con este sistema (y no me refiero al gobierno de turno) cada vez habrá más de estas personas en la misma situación.
No existen los superhéroes, eso ya está demostrado. No quiero que me “gobiernen”, quiero que me representen, aunque esté del lado de la minoría.
Pensemos con la cabeza, no con el bolsillo y salgamos de la comodidad del hasta ahora a mí no me tocó.
El país necesita una revolución cultural y social (pacifica, no necesitamos más violencia), necesita respeto hacia el prójimo y libertades individuales para tomar decisiones que conciernan a cada uno.
Los argentinos no somos puritanos, ni bebes de pecho, si deberíamos parar con la viveza criolla, solo necesitamos darnos cuenta que es lo que le conviene al país y saber que eso será lo mejor para cada uno de nosotros.
Recuperemos la capacidad de asombro por lo que nos está pasando.
Pablo Rodríguez
Especial para TDP