Mi nombre es Eduardo Benedetto. Mis amigos y familiares me conocen y quizás se extrañen de que declare mi identidad como primera cosa en este mensaje; pero mi intención es que difundan este mensaje y, por lo tanto, estoy interesado en darle credibilidad al mismo.
Habitualmente les mando paisajes hermosos, la mejor de las músicas, datos sorprendentes que nos acerca la ciencia o mensajes esperanzadores acerca de los valores eternos que nos dan trascendencia como seres humanos. Hoy tengo una finalidad menos grata, y por ello les pido disculpas por anticipado.
Lo que quiero es contribuir a desmentir la falacia conque nuestros gobernantes tratan de confundirnos acerca de que lo que hay es sólo una "sensación de inseguridad". Quiero contribuir, al menos, a desterrar esta mentira de la mente idealista de algunos jóvenes -y no tanto- militantes que defienden a los actuales gobernantes contra viento y marea. Militantes que llegan a ofuscar su entendimiento para así no convalidar el discurso de los que no opinan como ellos y presentan, como yo, pruebas contundentes de la mendacidad, de la hipocresía y del abismal grado de degradación espiritual de quienes, por desgracia, guían actualmente los destinos de nuestro país.
Quienes me conocen saben que con mi esposa hemos formado una familia con tres hijos bellos de cuerpo y espíritu. Hijos que estudian y trabajan, respetuosos de los derechos ajenos, del pudor de los demás y de sus mayores.
Hijos criados en el marco de los valores cristianos que a su vez nos fueron transmitidos por nuestras respectivas familias. Hijos que donan sangre para gente que no conocen, que cuidan hijos ajenos cuyos padres han abandonado.
Tanto a ellos como a mi esposa y a mí nos han asaltado a mano armada en el curso de estos últimos años, varias veces, incluso han entrado en nuestro hogar haciéndonos pasar momentos terribles.
La última vez fue hoy, a la madrugada, cuando mi hijo, de 22 años, se despedía de unos amigos con los que se había reunido; quizás para festejar el nuevo trabajo que había conseguido por las suyas, o para distenderse después de tantos exámenes que rindió con éxito recientemente en su carrera de ingeniero en sistemas, o para contarles lo bien que la había pasado conmigo en un viaje inolvidable de padre-hijo que hicimos hace un mes.
La cosa es que unos tipos lo esperaron a la salida de un boliche en Villa Devoto y lo atacaron salvaje, cobardemente. Le golpearon la cara, la cabeza, el cuerpo; le robaron todo.
Gracias a Dios.. no lo mataron, ni le rompieron nada, está sano y salvo en nuestra casa, con algunas contusiones. También está desesperanzado (espero que transitoriamente) y triste.
Ante tamaños acontecimientos me sorprendo maldiciendo a los agresores, deseándoles lo peor, como nunca lo había deseado. Me sorprendo pensando que habernos quedado en la Argentina, no habernos ido en nuestra juventud, fue un gran error.
Me sorprendo y me horrorizo al ver en qué me he convertido al compás de los golpes que la violencia y la inseguridad que reina en nuestras calles me han asestado en estos últimos tiempos. La conversión fue lenta, fíjense que la primera vez, cuando nos maniataron y vendaron los ojos a mis dos hijos menores y a mí mientras nos amenazaban con armas de fuego de verdad (no con "sensaciones" de armas), esa primera vez sentí pena por los agresores y deseaba fervientemente que lograran cambiar el rumbo de sus vidas hacia adelante, hacia arriba, hacia la luz.
Hoy, al despertarme a las 5 de la mañana para recibir el llamado de una buena persona que, gracias a Dios apareció para salvar a mi hijo, recogerlo en su auto y traerlo hasta la puerta de casa, hoy al abrir la puerta de mi casa para recibir a mi hijo, que es un hombre bueno, el mejor del mundo, bañado en su propia sangre y llorando, pidiéndonos perdón por el mal momento, hoy la verdad que no pude sentir compasión por sus agresores.
Les pido perdón a ustedes y fundamentalmente a Dios por eso.
Hoy he descubierto que los violentos amparados por los aún más violentos de nuestros gobernantes me han robado mi patria, han dañado a mi familia y me han hecho más vil. Advierto, sin embargo, que me queda Dios, a Quien agradecí mil veces en el curso de este día.
No creo que puedan con eso.
Por consiguiente, aparte de desahogarme con la redacción de este mensaje, les pido que lo difundan para que la gente no se deje confundir con eso de la "sensación de inseguridad".
Hoy veo en el noticiero el entierro de un chico de 16 años que agonizó durante una semana después de sufrir un ataque muy similar al que sufrió mi hijo y vuelvo a dar gracias porque está vivo y sano; pero esto no puede ser, la situación es desesperante. Quienes me conocen saben que no me guía ninguna intención política ni pertenezco a ningún monopolio informativo.
Les pido a todos que me crean, que sepan que en 6,7,8 mienten descaradamente.
Y les pido a los militantes, si alguno lee este mensaje, que se quiten la venda de los ojos y les exijan a sus líderes que se dejen de proteger a los delincuentes, que gobiernen para la gente que verdaderamente compone el pueblo, el tejido social de la Nación, que paren de elaborar eslogans; como el último que reza algo así como "Seguridad, obligación del Estado, obra de todos".
Es mentira, yo no tengo que hacer la seguridad, eso es algo a lo que tengo derecho, tiene derecho mi familia, ustedes, todos, es algo que debemos exigir. ¿Qué significa que es obra de todos?
¿Me están diciendo que tengo que comprarme un arma? ¿Que tengo que parar de asaltar a la gente? ¿Que tengo que hacer rondas nocturnas? ¿Que tengo que delatar?
La seguridad es algo que nos tienen que dar los gobernantes a nosotros.. Nos tienen que dar seguridad, entre otras cosas, y no fútbol o carreras de autos o dinero por nada.
No nos tienen que dar plata como quien da una propina, un soborno o simplemente aplica una mordaza. Seguridad, no plata por nada.
Les pido a los militantes que les digan a sus líderes que con los eslogans se limpien el culo, porque para el alma no les va a alcanzar.
Eduardo Benedetto
DNI 13.404.096