Una Señora,
que pregona lo que hace;
que es auténticamente femenina;
que adora las cosas simples de la vida;
que crió a sus hijos con presencia y amor;
que fue generosa con el lugar donde aprendió todo;
que está orgullosa de su clase social aunque aspire a crecer;
que no teme el paso de los años y deja aflorar su belleza interna;
que hace lo posible para que su Patria sea bien vista en el Mundo;
que sus hijos están cerca y la acompañan en lugar de escaparse lejos;
que es amada de verdad, no temida ni aprovechada por gente que la rodea;
que su sabiduría está cubierta por una humildad digna de los verdaderos sabios;
que siempre supo donde estaba la violencia y su gente y no se acercó ni negoció con ellos;
que lo que tiene fue conseguido con trabajo honesto, sin dañar, ni mentir, ni estafar a nadie;
que no se tiene que arrepentir de las ideas que sostenía hace veinte años porque no las prostituyó;
que siempre hizo lo moralmente correcto así que ahora no tiene esforzarse en redibujar ni ocultar nada;
que sabe bien cómo amaba a su esposo así que no insiste en sobreactuar el luto ni exhibirlo eternamente;
Esa Mujer, Sr. Feinmann no creo para nada que envidie a Cristina...
Diego H. Vargas