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¿Qué secretos se llevaron a la tumba Luis Bontempo y Sara Derotier de Cobacho?

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SECUESTROS DUDOSOS Y MANEJOS DISCRECIONALES DE DINERO
SECUESTROS DUDOSOS Y MANEJOS DISCRECIONALES DE DINERO

Este fin de semana, el inexorable paso del tiempo, en el caso de Sara Derotier de Cobacho, y problemas de salud de larga data, de Luis Bontempo, se llevaron las vidas de dos importantes funcionarios del gobierno de la provincia de Buenos Aires y del nacional. Tanto Derotier de Cobacho como Bontempo se llevaron varios secretos al más allá.

 

Tal vez para el desprevenido lector, ambos nombres no signifiquen demasiado. Luis Bontempo, hasta el domingo pasado que falleció, se desempeñaba como Subsecretario de Desarrollo Urbano y Vivienda de la Nación, dependiente del ex todoterreno ministro Julio De Vido. A pesar de que, en los últimos tiempos, la política de viviendas había pasado, en una gran parte, a depender de Diego Bossio, a cargo del ANSES, Bontempo era junto con el negro, José López, dos fieles laderos del Ministro de Planificación desde los años 90 en Santa Cruz.

El funcionarios conocía sobre tasas de retorno en la obra pública y, fundamentalmente, sobre el manejo de dinero efectuado en la Misión Sueños Compartidos de la Fundación Madres de Plaza de Mayo. De hecho su nombre sonó fuerte por la firma del contrato más jugoso que firmó la entidad presidida por Hebe de Bonafini con el gobierno de la ciudad, su secretaría y una organización civil “Esperanzas de un cambio” a quienes se les falsificó la firma. Ese contrato para la realización de 780 viviendas en el obrador de Castañares, ubicado en Castañares y General Paz, por 151 millones, aún está siendo investigado por la justicia y es la prueba real de la convivencia entre el poder político y el citado organismo de derechos humanos con vecinos y trabajadores como víctimas y estafados morales y económicos de esa corrupción.

La firma de Bontempo aparece en la última hoja del contrato mientras que su sello está presente en dos oportunidades, también para acompañar a la rúbrica de otro funcionario cercano al ministerio de De Vido, Claudio Freidín. El contrato, realizado a las apuradas, posibilitó el ingreso más importante de dinero a la Fundación, significó la obra de mayor envergadura, que jamás se concluyó, y la estafa a una organización civil que era necesaria ser incluida por los estatutos legales del gobierno de la ciudad liderado por Mauricio Macri.


Cobacho y Puthod

 

“Juan pensaba que fue Sara. Se lo dijo a su yerno (por el diputado oriundo de Merlo, Alfredo Antonuccio) y también a ella por teléfono” Las palabras de Graciela Lencina en una entrevista exclusiva que forma parte de la investigación “El negocio de los derechos humanos”, que editorial Sudamericana publicará la semana próxima, no dejan lugar a dudas. Juan Puthod es el desaparecido en democracia olvidado por los medios y la política. Su caso no generó el ruido que las anteriores desapariciones de Jorge Julio López ni de Luis Geréz, tal vez, por las sospechas que despertó su increíble reaparición.

Puthod murió deprimido y angustiado, sabiendo que algo escondían en la Secretaría de Derechos Humanos de la provincia de Buenos Aires, a cargo en aquel momento, por Sara Derotier de Cobacho, una mujer que perdió a dos de sus hijos entre 1975 y 1976 oriunda del Chaco y que realizó su carrera política en Merlo. Esta última localidad gobernada desde hace 21 años por el autoritario intendente Raúl Alfredo Othacehé, Sara mantenía una excelente relación con las fuerzas policiales de un distrito en que los derechos humanos son mala palabra.

Bancada a ultranza por el gobernador Daniel Scioli, Derotier de Cobacho, era criticada y sospechada por otros referentes de derechos humanos que prefieren el silencio a la denuncia. Dudaban de su supuesta lucha de antaño y sus intenciones de impulsar, realmente, la defensa de los derechos humanos del presente.

Hasta el propio periodista cercano al gobierno, Horacio Verbitsky, publicó sendas investigaciones sobre la desaparición de una bolsa con 190 mil pesos del despacho de la anciana funcionaria.

El caso olía más a interna política o a un vuelto que a un robo como denunció la funcionaria. Desde ya, muchos compararon el hecho con la famosa bolsa en el baño de Felisa Miceli. Su protegido era el esposo de su nieta, Fernando Cano, un hombre que rápidamente manejó la secretaría, despidió empleados e hizo imperar el temor a través de golpizas a empleados en la propia secretaría.

Lamentablemente, muchas respuestas a varios interrogantes, ambos protagonistas ya no podrán responder.

  

Luis Gasulla

 

2 comentarios Dejá tu comentario

  1. JAJAJAJAJAJAJAJ ....QUE RARO , CUALQUIER FUNCIONARIO DE ESTE GOBIERNO KK DEL CUAL SE HABLE , APARECE LIGADO A LAS PALABRAS ROBO , FRAUDE , FALSIFICACION , RETORNOS , ESTAFA , NEGOCIADOS ....... .........MUERANSE TODOS JUNTOS HDMP.....

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