El potencial encerrado en nuestra mente para crear fantasías basadas en las fijaciones de nuestras percepciones del mundo exterior, no conoce límite.
La mente humana es un perenne mecanismo evasor de la realidad. Presta sentido a aquello que no lo tiene, otorga vida y voluntad a los objetos inanimados y a los seres ya muertos, relaciona hechos inconexos, atribuye pensamiento a las flores y a los árboles, cualidades humanas a los pájaros y hasta… ¡se encariña con las máquinas!
El fenómeno de la “psiquización” (valga el neologismo) del entorno, hace que todo sea posible. El mar, el viento, el trueno, las montañas, los ríos… pueden hablar, también oír, pensar y tener voluntad. Las constelaciones estelares pueden adquirir formas zoomorfas, antropomorfas o representar artesanías humanas (como por ejemplo la del cisne, de Orión y de la lira), y a su vez las correspondientes al “zodiaco”, se cree que pueden influir en el destino humano dentro de un determinismo infundado, y de aquí nace la popular pseudociencia denominada pomposamente astrología.
El sol ha sido divinizado o personificado por muchos pueblos. Es el Inti de los incas que se consideraban sus hijos; el Tonatiuh de los aztecas; el Ra de los egipcios; el Baal de los fenicios; Helios de los griegos. Lo mismo la Luna (Selene de los griegos; Astarté de los fenicios; Metzli de los aztecas y la Mamaquilla de los antiguos peruanos). También la tierra y el mar (Pachamama y Mamacocha respectivamente de los antiguos peruanos).
El hecho de que el cono de sombra proyectado por la Tierra interpuesta entre el Sol y la Luna, eclipse a esta, era interpretado por los antiguos peruanos como una serpiente o puma que intentaba devorar a la diosa Mamaquilla (la Luna) esposa de Inti (el Sol). Entonces los nativos, durante el eclipse, trataban de ahuyentar al animal con amenazas y ruidos. (Véase, Alden Mason: Las antiguas culturas del Perú, (México, Fondo de Cultura Económica, 1969, pág. 193).
Prosiguiendo con las culturas americanas antiguas, podemos recalar en el significado de las huacas o guacas que, según J. Alden Mason, eran lugares sagrados que alojaban o que representaban un espíritu, que si poseía mala voluntad, era menester aplacarlo mediante un obsequio o algún sacrificio.
Estos lugares, se contaban por miles, y podía tratarse de templos, manantiales, colinas, piedras acumuladas, cavernas e incluso raíces, canteras, fuertes, puentes, tumbas y lugares históricos.
Los peruanos adoraban las cumbres cubiertas de nieve y varias colinas alrededor de lo que denominaban “ombligo del mundo” (la ciudad del Cuzco), pues creían que representaban a grandes personajes muertos incluso algunos como protectores.
Por su parte, la animación de la naturaleza divinizada entre los aztecas, fue abundante. Los antropólogos que han estudiado esta cultura hablan de “dioses de la fecundidad”, “dioses de la lluvia y de la humedad”, “dioses del fuego”, “dioses planetarios y estelares” “dioses de la muerte y de la tierra”, a los que describen en profusión. (Véase: George C. Vaillant: La civilización azteca, México, Fondo de Cultura Económica, págs. 149 y sigs.
También los mayas, sus vecinos, poseían sus dioses que personificaban la naturaleza, como Chaac, dios de la lluvia; el dios del maíz; Xamán Ek, dios de la estrella polar; el dios del viento que posiblemente fue Kukulcán; Ixchel, diosa de las inundaciones, la preñez, el tejido y quizás también de la Luna. (Véase Sylvanus Morley: La civilización maya, Máxico, Fondo de Cultura Económica, 1972, págs. 2l1 y sigs.
Entre los antiguos egipcios, Atum era el espíritu del mundo frente al caos simbolizado por el dios Nun. Atum era un espíritu diluido y llevaba en sí la potencia generadora de todas las cosas y los seres. Una vez que Atum toma conciencia de si mismo, se desdobla y da nacimiento al dios Ra que personifica al Sol. Emergido del caos, Atum Ra organiza el universo. El aire es llamado Shu, el fuego Tefnut, el dios de la tierra Geb y la diosa del cielo Nut; Osiris es el dios de la vegetación y la fecundidad; Isis símbolo del agua y de la tierra fecunda, mientras que Seth, espíritu del mal, es el dios del desierto y de la esterilidad. Esta cosmogonía es denominada heliopolita. (Véase de Jacques Pirenne: Historia del antiguo Egipto, Barcelona, Océano, 1980).
Sería interminable la descripción de dioses y diosas creados por la rica fantasía de los diversos pueblos del orbe. Baste como ejemplo lo expresado en este artículo.
Para finalizar, sólo me queda aclarar que: teologías y pseudociencias suelen ir de la mano, cual buenos camaradas. La mente humana huera de conocimientos científicos no descansa en elaborar fantasías de toda índole como la fantasmalogía (valga el neologismo), el espiritismo, la angelología, la cristología, etc. etc.
Ladislao Vadas