En lo concerniente a la capacidad intelectual del hombre, cabe preguntar: ¿de dónde vino, siendo durante milenios un ser de pocas luces que tan sólo conocía el fuego, algo de metalurgia y cierto arte tosco?
En efecto, ¿cómo es posible que un antiguo cazador y agricultor primitivo, que jamás necesitó de logaritmos, de complicados teoremas, de engorrosas ecuaciones físicas, de fórmulas químicas, de lógica aristotélica, ni de extensos, sutiles y profundos tratados de filosofía, la ciencia y la tecnología en forma explosiva comparado este último periodo en que eso se cumple, con el largo transcurso en letargo de las edades de piedra, del fuego y de los metales en la prehistoria? ¿Cómo es posible que este otrora ignorante, iletrado y tosco habitante de la Tierra, hoy brille con el maquinismo y la electrónica?
¿Cómo se explica que el antes oscuro, rudo y simple pastor nómada, el bárbaro, el vándalo… haya logrado conocer hoy en el campo astronómico, la naturaleza de las estrellas, avistado los quasares y concebido los agujeros negros del espacio y un universo de galaxias en expansión hasta un radio cercano a los 20.000 millones de años luz?
¿Cuál pudo haber sido la causa de que un bruto que cazaba en hordas o guerreaba con sus huestes para conquistar riquezas y territorios, “hoy” se lance al espacio exterior para explorar otros mundos con refinada tecnología y que en materia nuclear haya logrado técnicas tan avanzadas que le permiten desmenuzar la materia hasta el punto de pretender conocer sus últimos componentes como se considera por ahora a los quarks?
Para comprender por qué el hombre se maravilla de su propio ingenio, es necesario descender hasta las unidades biológicas que conforman la masa cerebral y olvidarnos por el momento de las manifestaciones síquicas. El aspecto más profundo a nivel molecular, atómico y subatómico donde se origina la conciencia y el pensamiento, se halla continuamente tratado a fondo. La masa encefálica humana es una de las más voluminosas entre los mamíferos, y en proporción al tamaño del cuerpo humano resulta descomunal si lo comparamos también proporcionalmente con el elefante y los cetáceos, por ejemplo, que presentan un cerebro de notable tamaño. La masa cerebral de un cachalote adulto se ha comprobado que pesa caso 9000 gramos, esto es casi siete veces y media más que la del hombre en promedio, que es de 1200 gramos.
Para comprender el tema, es necesario hacer hincapié en una pieza clave para la generación del psiquismo: la neurona; porque es la unidad del proceso de cerebración de todos los vertebrados. La poseen tanto los tiburones, como los sapos, las gallinas, las serpientes, los caballos… y el hombre.
Mucho se ha especulado acerca de las causas del incremento de la capacidad psíquica del hombre, superior a los demás animales. Se ha dicho que fueron sus manos hábiles, también su naturaleza físicamente desvalida, su cuerpo desnudo sin manto de pelos, sin plumas, escamas ni cubierta quitinosa, su carencia de defensas eficaces para hacer frente al medio hostil como las presentan otros animales provistos de cuernos, garras, pico, aguijón, púas, cascos, etc. Sin embargo, nada de esto pudo haber obrado sobre la masa encefálica a manera de estímulo y otro mecanismo para incrementar su capacidad psicogeneradora (valga el neologismo). No vamos a caer aquí en lamarckismo alguno cuya doctrina afirma que la necesidad crea al órgano, como si todo ser viviente poseyera conciencia de la necesidad de una nueva adaptación y el poder de modificar sus tejidos para crear nuevos órganos a fin de acomodarse al medio para sobrevivir. Ya he explicado en mis libros que el mecanismo es a la inversa, que los cambios son fortuitos y continuos y que queda la casi nada, sólo aquello que puede continuar adelante.
Pero en el caso del ser humano, según mi teoría, ha ocurrido una especie de epifenómeno que denomino de multiplicación y acumulación.
¿Qué puede significar esto? Veamos. Es obvio que en los tiempos primitivos, durante las luchas entre clanes o tribus por territorios ricos en alimentos, han quedado por selección natural aquellos individuos más sagaces, ingeniosos, hábiles. ¿Pero es esto suficiente argumento para explicar la evolución del cerebro? ¿Acaso estos individuos necesitaban del cálculo infinitesimal, de teoremas, abstractas ecuaciones profundas y extensos filosofemas, etc.? Por cuanto de ningún modo es completo el argumento recientemente esgrimido para explicar tanta colosal capacidad del cerebro humano comparado con los animales superiores. El abismo es notable y caemos en el misterio que encierra la pregunta: Si el hombre primitivo nunca necesitó de esa capacidad para sobrevivir, ni aun el hombre actual común la necesita –pues son pocos en proporción a la población mundial los que se dedican a la ciencia y al pensamiento profundo- cuya mayoría vive si no en la ignorancia, al menos en un nivel intelectual mediocre, ¿de dónde le vino entonces al Homo ese sobrante de capacidad?
Y no es que los genios constituyan alguna raza especial. Pueden surgir de las capas sociales más diversas. Tanto de campesinos analfabetos, como de familias de ciudadanos ilustrados o ignorantes.
¿Cómo pudo haber ocurrido este fenómeno y qué es lo que quise decir recientemente con “epifenómeno de multiplicación y acumulación”?.
Dejando de lado, por supuesto, todo mito creacionista, para explicar mi hipótesis, debemos recurrir a la genética, y dentro de este campo es necesario hacer hincapié en un fenómeno que podríamos denominar como deriva mutacional.
¿Qué significa esto? Se trata de un fenómeno de acumulación heredable de elementos neuronales y sus sinapsis; algo semejante a las unidades electrónicas y sus conexiones. Son los mismos elementos repetidos por mutación genética los que han incrementado la masa cerebral del hombre, sobre todo en el área superficial de la capa externa, llamada sustancia gris cortical, mediante el arrugamiento. Estas unidades acumuladas por pura deriva azarosa o empuje de azar o por presión de azar, o como se lo quiera denominar .como caso único, se constituyeron en reservas potenciales del intelecto humano. Nunca fueron destinadas por nada ni por nadie para su futura utilización con el fin de crear las ciencias y la alta tecnología, como tampoco utilizadas a pleno, sino que su acumulación a sido fortuita, lo mismo que su utilización.
De este modo, se logró la multiplicación de las unidades cerebrales (neuronas) semejantes a las unidades en electrónica, y células neuroglicas o neuroglia como colaboradores funcionales de las neuronas. Estos elementos, las neuronas, se fueron acumulando con carácter hereditario hasta la extraordinaria cifra de más de 100 mil millones (con una variable de un factor 10 en más o menos) que contiene el cerebro humano. Esta acumulación por multiplicación de elementos que forman el sistema nervioso central que nunca son utilizados en su totalidad, fue la clave de nuestra capacidad psíquica Así se explica la latencia del potencial del cerebro humano durante el largo periodo de oscuridad intelectual y la explosiva manifestación posterior en la filosofía, la ciencia y la clave de nuestra capacidad psíquica. Así se explica la latencia del potencial del cerebro humano durante el largo periodo de oscuridad intelectual y la explosiva manifestación posterior en la filosofía, la ciencia y la tecnología.
Todo ha dependido de la cantidad de neuronas, del número de sus conexiones (sinapsis) que rozan ciertamente cifras astronómicas. El número de unidades repetidas cual copias y por ende la complejidad de sus conexiones, fue lo que nos distanció tan abismalmente de los demás seres vivientes de psiquismo superior, como los monos antropomorfos.
Ese complexo celular entrelazado y conectado por un inconcebible número de sinapsis, es lo que nos hace reflexionar, recordar, concebir lo abstracto y amar al estilo humano.
Por supuesto que aquí queda descartada entonces toda insinuación pseudocientífica acerca de la intromisión de alguna otra sustancia como la espiritual, para explicar las manifestaciones psíquicas y la conciencia. Todo lo psicogénico emana de esas estructuras biológicas compuestas de moléculas, átomos, quarks, y más profundamente de la esencia de que está compuesto todo el universo, de modo que una de las tantas manifestaciones de la sustancia universal, es precisamente el psiquismo.
Otro ejemplo de acumulación de unidades neuronales repetidas, en su mayor parte inactivas, lo podemos tener quizás en los cetáceos, entre ellos los delfines y ballenas. Se sospecha que los delfines, por ejemplo, poseen una capacidad intelectual extraordinaria, pero que no encuentran forma plena de manifestarse por causa de que estos animales carecen de manos y se encuentran cómodos en un medio que no les exige mucho. ¿De lo contrario podrían crear arte y tecnología? Quizás nuevas investigaciones futuras diluciden esta incógnita bien planteada y con fundamento.
Ladislao Vadas