Se sabía, y finalmente se confirmó, que Cristina Fernández iba a rechazar y ningunear el cacerolazo del 8N dispuesta a redoblar la apuesta confrontando con el rechazo manifestado en las calles a su gobierno. Eso quedó en claro en su último discurso (digo último hasta el momento de redactar esta nota por las dudas). Su “proyecto” es éste y no piensa cambiarlo.
Planteadas las cosas en estos términos tenemos por delante dos posiciones: por un lado, una amplia mayoría de la población que se niega a aceptar un cambio en su estilo de vida como propone el gobierno de ir a un modelo chavista, por otro lado a Cristina Fernández, La Cámpora y Carta Abierta (no creo que haya muchos más) que apoyen el proyecto chavista.
Teniendo el cristinismo los resortes del poder del Estado, puede seguir redoblando la apuesta, presionando más a la gente con impuestos, confiscaciones, inflación y demás dislates económicos, pero con una economía que continuará en decadencia. Digamos que, salvo que los planetas estén perfectamente alineados y salven una vez más el “modelo” económico”, vamos de cabeza a un problema inflacionario y recesivo cada vez más agudo. A modo de ejemplo podemos citar los 6 meses consecutivos de caída en la actividad industrial y de la construcción, que la demanda laboral en Capital Federal y el Gran Buenos Aires hoy está un 10% por debajo de abril del 2002 que fue el peor mes del peor año de la crisis. Podemos ver la caída en la actividad inmobiliaria y en las exportaciones para advertir lo complicado que está el nivel de actividad.
El menor nivel de actividad se traduce en una recaudación tributaria que crece igual o un poco menos que la inflación real. Esto limita la caja del gobierno que, en definitiva, es el instrumento que siempre usó para construir su poder hegemónico.
El gran dilema del cristinismo es que se le acabe la plata. Ya en octubre tuve un rojo fiscal de casi $ 6.400 millones, continuando acumulando déficits fiscales mes tras mes. Las transferencia a las provincias que son a gusto y piacere de Cristina Fernández, es decir las que no corresponden por coparticipación federal, bajaron en octubre en términos nominales, el 1,7% con relación a octubre del año pasado. Esto significa que las provincias recibieron, en términos reales, cerca de un 30% menos que el año anterior. La pregunta es: ¿por qué gobernadores e intendentes acompañarán el proyecto hegemónico y seguirán arrodillándose frente al poder central si ya no les da caja para financiar la fiesta populista? Encima esos gobernadores e intendentes saben que arrodillarse implica, también, que La Cámpora les cope sus gobiernos. A cambio de recursos podría ser, pero sin recursos tengo mis dudas. O tal vez ya empezó el operativo desgaste de intendentes y gobernadores girándoles menos plata y transfiriéndole directamente la Nación los recursos a los que reciben los planes “sociales”. Habrá que ver si con eso alcanza para ganar una elección sin la clase media, sometida a impuestazos, inflación, inseguridad y ninguneo por parte del cristinismo .
Por ahora la foto no le da para la re-re. De acuerdo a encuestas serias, el 61% desaprueba la gestión del gobierno. Cristina Fernández tiene un 24% de imagen positiva contra un 43% de negativa. El 65% está en desacuerdo con la reforma constitucional y el porcentaje crece si se pregunta por permitir una cláusula que habilite la re reelección de Cristina Fernández.
En el 2013 el oficialismo debería tener una elección histórica superior a la del 2011 para poder obtener los dos tercios de ambas Cámaras para poder acceder a la reforma constitucional. Si intenta forzar la situación llamando a una consulta popular, por lo que dicen las encuestas, pierde. De manera que el proyecto de re-reelección supongo que ya tuvo que ser archivado, al menos esperando a ver si la suerte los ayuda y soplan mejores vientos políticos para el oficialismo más adelante.
De un lado está la gente con mucho mal humor, los sindicalistas que empezarán un plan de lucha y la economía que le juega en contra. Del otro lado Cristina Fernández cada vez más aislada y solo acompañada por La Cámpora que no se caracteriza, justamente, por su capacidad de gestión. Pero, como decía antes, tienen los resortes del poder del Estado para presionar con los entes recaudadores, el Congreso que por ahora le vota todo y habrá que ver si sigue la justicia condicionada.
Me parece que su camino va a ser el de siempre. Redoblar la apuesta y presionar más a la gente, causando cada vez más malestar y descontento.
En ese contexto y con una economía cada vez más complicada, me parece que esta historia termina con una creciente conflictividad en la calle, porque el gobierno presionará constantemente para imponer su proyecto de poder hegemónico que la sociedad rechaza en su amplia mayoría como lo indican las encuestas y se vio el 8N. Y tratar de imponer algo que la gente rechaza lleva al gobierno al precipicio político.
Tal vez sea eso lo que estén buscando. O nos quedamos con todo el poder absoluto o les dejamos el lío económico y social a la oposición.
Por cierto, el 7D pasa a ser otro día clave. Si Cristina Fernández no logra doblegar a Clarín, será otra batalla perdida en esta guerra interna que ha desatado entre argentinos y su imagen puede seguir cayendo.
Para finalizar, mucha gente ha quedado con el síndrome del 2009, cuando el kirchnerismo perdió las elecciones legislativas, estaba en su peor momento de imagen y con la muerte de Kirchner la gente se apiadó de la presidente y le brindó su apoyo, que por cierto estuvo también sustentado en una transitoria mejoría económica.
Mi impresión es que seguir esgrimiendo la muerte de Kirchner como forma de ganar adeptos ya no le da resultado. Tendrá que inventar algo más potente para ver si revierte el rechazo generalizado que ha generado su ineficiente gestión económica y su comportamiento soberbio y descalificador.
Por último, CFK se escuda en el 54% que obtuvo en las elecciones. Primero, ese 54% no da derecho a atropellar a la gente como quedó visto el 8N. Segundo: ¿tendrá CFK todavía el apoyo del 54% o eso ya es historia?