Hace instantes, el canciller Héctor Timerman y el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli, dieron una brevísima conferencia de prensa a efectos de criticar, cada uno a su tiempo, a los diarios La Nación y Clarín, respectivamente.
En el primer caso, el enojo se produjo por una nota titulada “En secreto, el Gobierno apura la negociación con Irán por la AMIA”, publicada por el centenario matutino. "La realidad desmiente la fantasía publicada hoy por diario La Nación", aseguró Timerman, al tiempo que anticipó que la Argentina presentará un plan de acción que se discutirá el mes de enero sobre el atentado ocurrido en julio de 1994.
A su vez, Parrilli mostró su enojo por una nota de Clarín titulada “La Iglesia pidió ver a Cristina, pero el Gobierno no le puso fecha”. El secretario desmintió al matutino a través de una carta enviada por el Consejo Ejecutivo del episcopado donde se asegura que las autoridades eclesiásticas se reunirán con Cristina el 18 de diciembre próximo.
Más allá de lo llamativo de la corta conferencia y las duras palabras utilizadas por uno y otro funcionario, sorprende el escozor que provoca ambos temas al corazón del kirchnerismo. ¿Qué se estará negociando con Irán para que el canciller se ponga de tal manera? ¿Tan lesivo es el acuerdo para nuestro país? El secretismo no permite saberlo.
Lo mismo ocurre con los dichos de Parrilli: ¿Tanto molestó el comunicado de la iglesia a Cristina que mandó un sábado al mediodía a hablar a dos de sus peores funcionarios?
Lo único que logró el kirchnerismo hoy es que dos artículos periodísticos que podrían haber pasado sin pena ni gloria, tengan récord de lecturas, lo mismo que la venta sabatina de Clarín y La Nación.
Carlos Forte
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