La cuestión se manejó con tanta reserva y secretismo que era obvio que nada bueno podía salir de allí. Tiene que ver con el diálogo iniciado entre la Argentina e Irán respecto al atentado a la AMIA, que terminó operando como un papelón para el Gobierno nacional.
Como era de preverse, la primera ronda de discusiones en Ginebra sobre las acciones judiciales por el atentado contra la mutual judía terminó en la nada. Los funcionarios iraníes insistieron en su postura de inocencia y se cerraron a cualquier posibilidad de avanzar en conjunto con los funcionarios locales.
¿Cómo se vuelve de este papelón? ¿No era obvio que sucedería lo que ocurrió? La colectividad judía argentina había anticipado que esto pasaría, pero nadie del oficialismo quiso prestar atención.
No parece casual que la ronda de conversaciones entre las dos partes en Ginebra, Suiza, se mantenga bajo tal silencio por parte del Gobierno argentino. Si hubiera sido conducente, ya estaríamos viendo a Héctor Timerman o a la propia Cristina Kirchner hablando por cadena nacional sobre esto. Pero no.
Hay que felicitar a los funcionarios iraníes por este logro. Para ellos es una victoria contundente. En la Argentina, mientras tanto, un inepto como Timerman solo puede jactarse del hecho de poder mantenerse en su cargo de Canciller.
No hay papelón oficial posible —ni siquiera el de la fragata Libertad— que consiga poner en peligro su estabilidad en el gabinete K. Vaya logro.
Diego Golberg
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