Un cartelito pendía sobre las motos humeantes y recién siniestradas en el Destacamento Mercedes de la Gendarmería Nacional, rezaba: “Por sueldos dignos”.
Se lo mostraron a Sergio Berni cuando se constituyó en el lugar, tragó saliva —algo tragó, quienes vieron ese momento dicen que su rostro se desencajaba— y por unos segundos el mundo de ficción que creyó idear sobre la base de su pasado “carapintada” se le desmoronó.
El hombre que le había prometido a la Presidenta manejar con tacto el ámbito militar donde lo iban a reconocer como un “propia tropa”, pendía en la trituradora esclavo de sus propias palabras.
La pregunta lógica que hacía todo el mundo cuando se supo del arresto piromaníaco de los propios gendarmes ahí en Mercedes: ¿Por qué incendiar vehículos de trabajo?
Y la respuesta que le dio a este portal un oficial de alto rango de Gendarmería: “Esas motos son el símbolo de la corrupción, por ahora no sirven como elementos de trabajo”.
Y entonces el panorama se nos hizo más claro. El gobierno acaba de adquirir 900 motos Yamaha de cilindrada especial para trabajos de patrullaje en zonas delictivas calientes; las distribuyó en los puntos clave de la Provincia de Buenos Aires y el resto del país. Hasta ahí todo bien y loable, pero olvidó un detalle importante: ofrecer cursos de instrucción y manejo de esos poderosos móviles de dos ruedas. No hay personal entrenado para conducirlas y tampoco se preparan motoqueros de un día para otro.
Los motociclistas de la Policía Federal tienen jornadas extensas de capacitación y entrenamiento antes de salir a patrullar las calles en esas dos ruedas.
Un militar arriba de esos móviles no es como un motoquero que distribuye correspondencia haciendo malabarismo y algo de conductores suicidas montados cada cual en el vehículo que puede.
Además, lo que vendría a ser “el destinatario final” del raid de esas motos militares no es una empresa a la que se le dejan cartas y paquetes. Son criminales cada vez más crueles y salvajes con los cuales no se puede salir sin preparación previa porque esa actitud es el certificado al infierno.
Ni el Ministerio de Defensa ni la Secretaría de Seguridad ni la cúpula de la Gendarmería —hombres que asumieron después de la última crisis y a quienes nadie respeta ni obedece— organizaron cursos de instrucción para el uso de esas 900 motos en el ámbito militar. Ni la compañía que las vendió puso instructores para que los gendarmes que las monten puedan saber arriba de dónde están sentados.
No es que sea un arte manejar esos bólidos, solo que no son triciclos ni bicicletas donde… “subí que te llevó”.
Los cursos en Policía Federal llevan mucho tiempo para preparar a un efectivo en todas las peripecias que se producen en una moto, quizás persiguiendo a delincuentes a velocidades donde solo la práctica evita una muerte segura, y ni eso siquiera.
El gobierno compró esas 900 motos, se las dio a los Gendarmes y si hoy uno pasa por los peajes de las autopistas y las ve en fila a los costados: es porque no sirven por ahora más que para eso. Mostrarlas y pretender amedrentar a los delincuentes que a esta altura ya deben saber que las motos no tienen jinetes preparados.
En síntesis, quizás con el tiempo si se instruyen jinetes para salir a luchar contra el crimen se pueda valorizar la compra. Así como fue hecha, demuestra solo un negociado y este asunto fue lo que despertó el alma piromaníaca de los Gendarmes de Mercedes.
Algo más. Sergio Berni quiso formar una junta de “notables” para ayudar a la conducción de Gendarmería. Llamó a hombres retirados y con antecedentes de haber sido respetados por la tropa, pero se le negaron en masa.
Se caen los amparos, vienen situaciones salariales graves en Gendarmería y Prefectura y el fin de año no suena como demasiado amigable para que los uniformados queden en casa con la copa de sidra y la canasta oficial de Navidad para todos y todas.
Se cree que si se atrevieron a incinerar esos móviles en Mercedes hace horas, se atreverán a mucho más apenas pasen las horas y los recibos salariales les traigan las peores de las noticias.
Caliente caliente, muchas motos y ningún motoquero.
Jorge Boimvaser
Especial para TDP