Afortunadamente todavía quedan algunos jueces independientes en la República Argentina. El gobierno lo sabía, por eso hizo recusaciones masivas contra los integrantes de la Cámara Civil y Comercial e intentó llevar la causa sobre la ley de medios a otros fueros.
La Cámara prorrogó la cautelar hasta tanto se resuelva el fondo de la cuestión. Esto es lógica pura. Una medida cautelar es por naturaleza preventiva, así que detiene el acto sospechado de ilegalidad o arbitrariedad hasta tanto se realice el análisis correspondiente. Si al final la ley en cuestión resultara válida, se aplicará sin problemas. Lo riesgoso sería que se la declare inconstitucional habiendo ya provocado efectos dañosos irreparables. En este caso la Justicia llegaría demasiado tarde y no cumpliría su función.
El gobierno nacional, sin embargo, no quiere entender el razonamiento limpio y sencillo que ha motivado la prórroga de la medida cautelar. No acepta que una institución judicial independiente pueda proteger eficazmente los derechos de las personas allí donde el poder político pretende avasallarlos.
No sólo el gobierno no concuerda con el Estado de Derecho, sino que además pretende desaparecerlo. Esto es lo que se insinúa cuando se habla de “golpe institucional” al referirse al accionar independiente del Poder Judicial. Si el ejercicio de sus facultades constitucionales por parte de uno de los poderes del Estado lleva a otro a denunciar un “golpe institucional”, sin dudas que lo que se está haciendo es inventar una excusa a los efectos de poder dar un golpe contra ese poder que cumple su función.
Resulta un tanto aturdidor percibir esta actitud golpista de parte de aquellos que se han llenado la boca hablando en contra de los golpes. Empero, la confusión desaparece si entendemos que el populismo o socialismo del siglo XXI no ha hecho más que parcializar las palabras sagradas de los derechos humanos, apropiarse de las instituciones públicas para dejar fuera de juego a toda oposición e instalar la violencia verbal como respuesta normal y aceptada contra todo aquel que opina distinto.
Una cosa es hablar de democracia y otra es ser democrático. Para ser democrático se requiere mucho más que ganar elecciones. Esto último bien puede ocurrir en el marco de aparatos de dependencia operados por personas pura y exclusivamente enfocadas en la concentración de poder político por cualquier medio posible.
Ser democrático es valorar la opinión ajena, agradecer la crítica, defender el debate abierto y transparente, trabajar a favor de la igualdad ante la ley para que haya igualdad de derechos, combatir toda forma de dominación desde el aparato estatal, buscar que el poder de decisión tienda a desconcentrarse y distribuirse lo más posible.
No es casual que el kirchnerismo se refugie intelectualmente en doctrinas como el “populismo” o el “neomarxismo”. El primero dice básicamente que la demagogia es una forma legítima de hacer política y que los votos habilitan para hacer cualquier cosa con el aparato estatal. El segundo le enseña a los marxistas que la revolución armada ya no está de moda, así que sólo resta consagrar la dictadura proletaria de manera gradual, conquistando espacios de poder y abroquelándose en ellos extrayéndolos del juego democrático.
A pesar del gigantesco esfuerzo intelectual y propagandístico por parte del gobierno para mostrarse democrático, su golpismo salta a la vista. Es fruto de aparatos verticales y prebendarios que hacen ascender políticamente a aquellas personas que priorizan ante todo la concentración del poder, y también de una concepción autoritaria de la política alimentada por doctrinas que se resisten al futuro y siguen seducidas por el autoritarismo.
Rafael Micheletti
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