El domingo pasado, el oficialismo festejó el Día de la Democracia en la eterna Plaza de Mayo. Democracia que mucho nos costó recuperar y que pocos honores le rinden nuestros mandatarios, con sus actitudes, semana tras semana. Poco tiene que ver las amenazas a la justicia con una democracia, o la matanza indiscriminada de miembros de las comunidades originarias; como tampoco tiene que ver la democracia con manejar la economía y los datos estadísticos con cifras descaradamente falsas; o bien, como constantemente explica Osvaldo Bayer: “Jamás existirá una democracia real, mientras sigan existiendo las villas miserias”, declaración que por otro lado le costó la enemistad con este gobierno, al decirlas en vivo en el programa “678”. Entonces parecería que la democracia queda reducida a ir a votar cada cuatro años, o militar en un partido político durante todo el año… para que, en definitiva, ese partido triunfe cada cuatro años.
Pero el motivo de estas líneas no es repasar el acto partidario que fue de público conocimiento, sino más bien, tratar de definir el sistema político instaurado en nuestra república y que actualmente nos rige, y que en otros países es denominado como “hipocracia”. Sería algo así como “el poder en manos de la hipocresía”.
Esta forma de gobierno se ha instalado en nuestro continente americano a partir de los gobiernos populares de la década del 50´ en adelante. Como marca su definición La hipocresía es la actitud constante o esporádica de fingir creencias, opiniones, virtudes, sentimientos, cualidades, o estándares que no se tienen o no se siguen. La persona hipócrita finge cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente tiene o experimenta. La hipocresía en si es un tipo de mentira o pantalla de reputación. Esta definición claramente encaja con lo que los argentinos experimentamos años tras año en nuestras últimas décadas de historia.
Los estudiosos de los países europeos, y por sobre todo los españoles, fueron los que más se identificaron con esta definición de la democracia, y ellos establecen que en el mundo la Hipocracia ha tomado fuerzas a partir del 11 de septiembre de 2001 con el atentado de las Torres Gemelas en los Estados Unidos, y como a partir de allí, la OTAN se ha tomado libertades para invadir países por la sola cuestión económica, pero bajo la pantalla hipócrita del “antiterrorismo”. Tanta hipocresía quedó develada cuando el ahora ex presidente de Alemania Horst Koehler tuvo que renunciar a la presidencia tras un polémico pronunciamiento, donde afirmó que la invasión en Afganistán estaba motivada por intereses comerciales en vez de por razones de seguridad.
Volviendo a estos lares, El kirchnerismo ha impulsado la “Hipocracia” como su forma de gobierno siempre que pudo: Hablando de derechos humanos, cuando son los responsables de las muertes de la tragedia de Once, y comunidades aborígenes; destacando que no reprimen con fuerzas de seguridad, pero sí lo hacen con patotas sindicales (propinando la muerte de Mariano Ferreyra, heridos en Chubut, y agresiones de Luis D´Elía, entre otros); hablando en contra de las corporaciones, cuando Barrick Gold, Monsanto, y Telefónica se llevan todo el dinero del país a costa de nuestra población y nuestro territorio; tratando de instalar la resolución 125 que no era otra cosa que facilitar la invasión de los pooles de siembra extranjeros; y sin ir más lejos su relación con el monopolio Clarín, facilitándoles la compra de todos los medios de comunicación del interior, y ahora piden por pluralidad de ideas, cuando en realidad sólo quieren instalar el relato oficial. Estas, entre tantas otras cuestiones, hacen de la Hipocracia la forma de gobierno del Kirchnerismo. Nicolás Maquiavelo en su libro “El Príncipe” establece que “Gobernar, es hacer creer” y ese es el pilar fundamental de este partido político devenido del peronismo.
Mayor es la bronca cuando uno se entera que académicos alineados con este partido político, enseñan a Maquiavelo en sus universidades y lo hacen ver como un genio certero en sus pensamientos. Recordemos que el mejor admirador de las ideas de Maquiavelo fue Joseph Goebbels, el ministro de propaganda de la Alemania Nazi.
“La fiesta de la Hipocracia” era el título perfecto para lo sucedido el domingo, cuando con personas acarreadas en colectivos de la empresa “Plaza” de los asesinos hermanos Cirigliano, junto con aquellos verdaderamente convencidos y amantes de este gobierno, llenaron la Plaza de Mayo, en lo que fue un evento de dimensiones extraordinarias, y que nos costó a los argentinos cerca de medio millón de pesos; cuando unos días atrás habían amenazado al Poder Judicial, en lo que constituye uno de los más grandes atropellos de década kirchnerista. La hipocracia se ha instalado en la política y en medios de comunicación, y de a poco se va adueñando de nuestra sociedad. De nosotros dependerá que las relaciones humanas de todos los argentinos, no sea regida por la hipocresía, que no hace más que destrozar una Nación.
Nicolás Cavanna
Especial para TDP