La novedad no es novedad: pudo verse a través de las noticias este martes. Los canales de televisión mostraron a un aburrido Oscar Parrilli leyendo los fundamentos de la denuncia penal que le hizo el gobierno al ex agente de inteligencia Antonio Stiuso por "violación de los deberes de funcionario público".
Ello por "haber ocultado" información sobre la causa AMIA y "no comparecer" ante las autoridades de la Agencia Federal de Inteligencia para explicar su participación en esa investigación que llevaba el fallecido fiscal Alberto Nisman.
Lo curioso es que, según Parrilli, Stiuso adoptó "una actitud evasiva, obstructiva y cuasi prófuga" al "no comparecer ante este organismo" para informar sobre su participación en la causa AMIA.
Es paradójico, incoherente y, sobre todo, indignante. ¿Cómo se entiende que el gobierno denuncie a quien en los últimos 12 años empoderó como nadie y utilizó para hacer las operaciones más sucias que alguien pueda imaginar?
Peor aún: ¿Cómo es que lo nombró al frente de la investigación AMIA y luego lo denunció por obstruir la misma causa? El kirchnerismo no carece de imaginación, tampoco de cinismo como puede verse.
Quien escribe estas líneas hizo en el año 2006 una dura denuncia contra Stiuso, no solo por sus negocios sucios —los mismos que señala hoy el gobierno— sino también por desviar el expediente que investiga la explosión de la mutual israelita en 1994.
Este periodista hizo una presentación en la causa AMIA y dejó sendos reportes en la mesa de entradas de la Casa de Gobierno. Nada hizo al respecto el gobierno, salvo seguir dando más y más poder a Stiuso.
Hoy, cuando ya no le sirve, cuando se convirtió en apenas un fusible gastado, cuando ya no puede ayudar a “carpetear” a oponentes y enemigos, el kirchnerismo recuerda que debe denunciarlo.
Si quisiera hacer justicia, el gobierno debería hacer algo más que denunciar al exdirector de Operaciones de la SIDE: debería denunciarse a sí mismo por asociación ilícita para con este. La responsabilidad es “solidaria” suelen decir los abogados para usar términos técnicos.
Más claro, echarle agua.