Los países importantes tienen un "sistema". Suelen identificarlo como “stablishment”, y consiste, ni más ni menos, que en los portadores del poder final, el verdadero.
El stablishment está conformado por un grupo de actores del poder político y financiero que trabaja como reaseguro de que los lineamientos nacionales más importantes se cumplan siempre, independientemente de quién gobierne.
Es como si los gobiernos tuvieran una suerte de “Big Brother” que les dice: "Vos manejate tranquilo entre estas dos cotas que te proporciono, pero no se te ocurra pasarte de una de ellas porque te retiro el margen de poder que te estoy dando".
Podría uno interpretar que la existencia de este stablishment conspira contra la libertad total de manejo y decisión de los gobiernos y que remite el curso de las naciones a un poder que nadie elige. Una especie de límite para la democracia... Y es verdad. Pero no parece haberles ido tan mal a las naciones que se manejan de esta forma.
De hecho, ahí están países como USA o muchas naciones europeas que pueden atravesar eventuales circunstancias favorables o desfavorables, pero que nunca se apartan demasiado de sus lineamientos nacionales.
No hay lugar para loquitos, el stablishment se encarga de neutralizarlos. Como corresponde.
El stablishment local
La hiperpresidencialista ex República Argentina carece de un stablishment.
Los militares que derrocaban a los gobiernos, cuando luego entregaban el poder, se arrogaban esta tarea de suplirlo, permaneciendo como el ordenador omnipresente que, si las cosas se hacían demasiado mal, volvía para imponer el orden.
Eran militares, no se le puede pedir sutileza al que maneja un tanque. Siempre va a romper algo con el solo hecho de moverse.
Afortunadamente, descartado el partido militar, la democracia consolidada, (bueno, consolidada hasta Cristina Kirchner, que perfectamente puede terminar con ella por pura carencia de intelecto y de moral), tampoco supo reordenarse detrás de estrategias nacionales.
No es solo que jamás nos hemos puesto de acuerdo en cuáles son los lineamientos a seguir, es que jamás nos hemos siquiera sentado a charlarlo.
Así las cosas, todo el poder queda concentrado en manos del que gana las elecciones y maneja la caja.
Cualquier loquito lo suficientemente astuto e inmoral puede quedarse con el destino de la nación y de su gente durante el tiempo de poder que su astucia le permita conseguir.
Hemos visto a Menem, hemos visto a los Kirchner. Personajes demasiado menores, genuinos bandoleros con carnet que en un país serio jamás hubieran pasado de la medianía, (si es que lograban esquivar la cárcel), pero que en la Argentina no solo acceden a lo máximo, sino que se eternizan.
Así se entiende el péndulo ideológico de nuestros gobiernos. Nadie se explica en el mundo cómo es posible que seamos tan liberales para, a los pocos años, ser tan marxistas, y luego volver a ser tan... Somos un gran país, a la deriva. Damos vergüenza.
No entienda, no entienda
Los países serios son Carrefour, y la Argentina es un merca chino de Mataderos.
Ellos respetan las leyes todo lo posible, y nosotros remarcamos las fechas de vencimiento de los productos.
Ellos hacen de la Justicia el principal de los tres poderes de la república, mientras nosotros desenchufamos las heladeras a la noche, para trampear un poco, total, mientras no esté demasiado podrido se vende igual.
Ellos se conectan con el mundo como corresponde hacerlo, nosotros atendemos la caja hablando un idioma incomprensible. Con el tradicional "no entienda, no entienda".
Si hasta los argenchinos llamados Chan o Heng se rebautizan como Diego o Lucas. Usan nombre artístico, como Isabelita, que fue presidenta.
En cualquier país del mundo le hacen sentir la condición de visitante. En la Argentina cualquier extranjero llega y su palabra tiene la misma entidad que la de Favaloro.
Náufragos del progreso
Nunca nos explicamos cuál debe ser nuestro lugar en el mundo. Se lo dejamos librado a las circunstancias. Y por eso ya no tenemos un lugar siquiera.
No hay forma de conformar un stablishment local mientras los industriales busquen antes timba y ventajas que crecimiento genuino. Mientras el campo se vea a sí mismo como el ombligo del país, y mientras cada sector, en lugar de estar consustanciado con intereses nacionales y verdaderamente progresistas, lo esté solo consigo mismo y su bolsillo.
Estamos atrasados en todos los terrenos, desde el cultural al del desarrollo. Pero muy especialmente en el moral. Somos terriblemente amorales. Y también somos absurdamente estúpidos.
La política siempre tiene renglones de los que no se debe hablar jamás, pero donde se debe trabajar con mediana inteligencia.
Ejemplo, el caso de la circulación y consumo de drogas. La lucha contra la droga es estéril, en tanto hay tanta gente que, simplemente, quiere drogarse. Esto ocurre en el mundo todo. ¿Pero cómo lo manejan las naciones serias?
Simple: la droga la regula el Estado. Desde la entrada permitida hasta los carriles de distribución y los circuitos a los que debe acceder. Provee lo que la gente quiere consumir y restringe cantidades y sectores poblacionales de alto riesgo. Y la nave va.
En la Argentina de los 80 comenzó a ingresar masivamente la droga para consumo personal. La regulaba el Estado, pero la terminaba distribuyendo mediante algunas fuerzas de seguridad. Si un cabo de la bonaerense debe distribuir con tino, usted tiene un problema serio. Los pibes no saben de esas cosas, es inevitable que se le vaya de cauce.
En los 90 se intensificó el mercado a favor de los grandes negocios locales, es decir, el estado abandonó el contralor para pasar a ser parte del negocio. Un desastre que todos hemos presenciado.
Finalmente, en los 00, se terminó de salir de cauce cualquier regla no escrita; la falta de regulación estatal hizo que se incorporara al escenario el productor, y que los capos narcos se instalaran con firmeza. Todos hacen buenos negocios, y entonces los pibes de las villas consumen paco, que lisa y llanamente, los liquida.
En la Argentina kirchnerista un vaso de agua, una cautelar y una dosis de LSD, no se le niegan a nadie.
El ejemplo de las drogas puede ser extendido a cualquier otro ámbito. Todo es primero negociado y finalmente negociado. Así no tenemos un Estado, sino una asociación lícita con fines de lucro.
Carecemos de stablishment porque carecemos de entidad como país. No somos una nación, somos un territorio habitado que se gobierna como puede, y puede poco.
En la Argentina la mujer del César no solamente no es honesta, sino que ya ni siquiera se molesta en parecerlo. Si el menemismo fue el gobierno de los bandoleros carismáticos, el kirchnerismo es el reino de los ladrones descarados.
Boudou sonríe y hasta habla; es el vicepresidente de la nación, fue presidente en ejercicio hace semanas. ¿Alguien tomó debida cuenta de lo que esto significa?
El kirchnerismo alguna vez abandonará el poder, pero si no son elegidos dirigentes con vocación y planes a futuro, esta suerte de parodia de nación continuará mientras se pueda, hasta que un día será ejecutada por cualquier medio. Y desaparecerá, habida cuenta que desde hace algunas décadas está haciendo ingentes méritos para tener ese final.
No se puede tener un territorio tan pero tan rico habitado y gobernado por gente que trata de robárselo noche tras noche. Sin ley, sin reglas de juego, con justicia selectiva, ya sin poder discriminar siquiera lo correcto de lo incorrecto, y gobernado por gente de la calaña de quienes suelen gobernar. Un día se lo van a quedar del todo los que son más vivos. Sean imperialistas, narcos, o supermercadistas chinos.
Extraño mucho las épocas en que pertenecíamos al tercer mundo. Por lo menos albergábamos cierta esperanza de futuro.
Fabián Ferrante
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