“El antiperonismo de mi madre, esa vía que encontró para calzarse mejor el zapato de su nuevo status, fue su manera de no quererse a sí misma, y de no poder amar libremente –libre de sus propios prejuicios– a sus seres más queridos”, dice en un párrafo la columna en primera persona de la expanelista de 678, Sandra Russo.
Este sábado en la contratapa de Página/12, Russo recordó la historia de su familia, desencontrada por el peronismo que al parecer su madre no pudo comprender porque “se fue para arriba”.
“Mi madre fue la menor de nueve hermanos criados en el campo, en Saladillo. Cuando ella era muy chica las cosas no iban bien, y la familia puso rumbo al conurbano. Se instalaron en Lanús…”, comienza ilustrando Russo.
“En los ’90, los golpeó el desempleo. Mi madre, en cambio, tuvo suerte, porque se casó con mi padre, que también tuvo suerte…”. “Les fue muy bien en relación con sus expectativas, a las que traían de sus hogares, en los que otros hermanos changueaban o eran viajantes o inquilinos inestables…”, “…porque tuvieron sus casas, sus autos, porque veraneaban en Mar del Plata todos los enero, porque sus mujeres se dedicaron a criar a sus hijos y a ir a tomar el té en las casas de las vecinas, porque pudieron darles una buena educación a sus hijos. Les fue bien en ese sentido, en el de la movilidad social ascendente, en el de tener todas las necesidades básicas cubiertas y tener un resto para el disfrute”, continúa.
Luego, la periodista oficialista hace referencia a las diferencias entre la clase media que “le va bien” ahora, con la de la década de los 90.
“Porque hay que ponerse de acuerdo en qué pasa cuando a alguien ‘le va bien’, en qué pensamos cuando decimos que a alguien ‘le va bien’. Esa noción ha quedado impregnada de otra cosa después de los ’90, cuando a la inmensa mayoría le iba mal, y los que ‘se salvaban” mostraban sus casas nuevas en las revistas”, indica.
La periodista también cuenta que la ascendencia y estabilidad económica de sus padres, habrían provocado un desapego por sus orígenes.
“Mi madre se decía antiperonista, porque una vez, decía, ‘la habían llevado en un camión’ –y contra su voluntad– a la Plaza de Mayo. Era eso y otra cosa: en su relato de ese atropello proliferaba la palabra ‘negros’”.
Sin embargo, Russo destaca los momentos vividos con su tía Hortensia y su tío Poroto, que tenían una foto de Evita pegada a la heladera, y hasta le hablaban.
“Me enteré bastante después de que esa mujer cuya cara yo estudiaba mientras mi tía mezclaba las cartas, era la que amaban los grasitas a los que despreciaba mi madre”, cuenta.
“Pese a que mi madre tuvo suerte en el plano largo, en el corto se pudo ver todo lo contrario. De sus hermanas, fue a la que ‘mejor le fue’ en la vida. Pero pagó el costo de su deslizamiento hacia arriba con su infelicidad. No supo, no pudo ser feliz. Mi tía Hortensia, por su parte, me enseñó esas tardes de verano un tipo de felicidad a la que mi madre se quedó sin acceso”, finaliza la panelista 678.
Sin aclarar si su madre aún sigue viva, a muchos les pareció algo duro “el escrache” a su madre para defender el modelo.