Resulta hondamente descorazonador pensar que estando tan eficientemente asentadas las bases para una vida en plena solidaridad y armonía en todo el ámbito planetario, por el contrario, tengamos que asistir a toda clase de escenas de violencia, persecución, brutalidad, crueldad, impiedad y muerte, que protagonizan los animales depredadores con sus víctimas, y el Homo sapiens con las suyas.
Desde cuando el manto vegetal que tapiza la Tierra, plataformas submarinas, y el fitoplancton que nada en océanos, mares, lagos, ríos y arroyos, se constituyen en el sostén nutricio suficiente para toda la masa viviente animal, ¿por qué entonces el carnívoro?
¿Acaso este planeta que habitamos no podía haberse constituido en un verdadero paraíso, como en los soñados mitos de la antigüedad se lo ha imaginado? ¡Claro que sí!, pero con una sola condición: la de que exista un sabio plan en la naturaleza basado en la sensibilidad, en la piedad, en la mansedumbre. En el campo teológico, esto se ve más de cerca. Por de pronto hay respuesta y bien triste por cierto a las preguntas: ¿por qué el carnívoro, siendo posible una fauna exclusivamente vegetariana que se nutre de seres insensibles como los vegetales? ¿Por qué la desesperación de pichones, madres, padres y compañeros ente el ataque artero, alevoso, sorpresivo, brutal y sanguinario del carnicero? ¿Por qué el engaño, la trampa, el abuso de la debilidad de seres indefensos? ¿Por qué el dolor sin límites, la angustia, el horror, si este “famoso” Globo Terráqueo podría ser un vergel, donde cada animal (incluido el hombre) no hallara más que paz y armonía en un sistema ecológico planetario incruento gracias a una base nutricia vegetal; esto es un ser comestible sin neuronas, sin nervios, sin conciencia alguna?
La respuesta no es menos simple que desalentadora ¡por desgracia! Todo ello ocurre por descarnada lógica, una lógica tan cruda e irrebatible que raya en lo imposible de no ser cierta.
Todo lo señalado ocurre, porque no existe nada ni nadie que haya planificado sabia ni piadosamente el proceso viviente planetario, sino que éste va a la deriva, por puros tanteos ciegos al azar, y por la mismísima ceguedad son aprovechadas las circunstanciales y transitorias oportunidades que se suscitan en los ecosistemas.
A este respecto, los amantes del raciocinio, comprendemos que las pseudociencias aparentemente duchas al ofrecer respuestas, son como volutas de humo pronto a disiparse y… la triste realidad, asoma sarcásticamente.
¿Receta ante el caos terráqueo? Nada, ni por asomo de más guerras mundiales ni locales masacrando a bebés inocentes con bombas nucleares y otros artefactos bélicos de exterminio masivo, ni otras aberraciones marca “Sapiens”. Sólo nos resta alcanzar el bien para todos los pobladores del orbe, en un cosmopolitismo total, con todos los habitantes del mundo hermanados tirando parejo.
Esta es mi utopía, como un sueño dorado. Juzguen los lectores.
Ladislao Vadas