Cuenta la historia que Josefo ben Matityahu (luego conocido como Flavio Josefo), sacerdote y jefe militar judío a cargo de la defensa de Galilea, enfrentó sin éxito al ejército Romano, y ante el avance sangriento del ejército del general Tito Flavio Vespasiano, entregó la fortaleza de Jotapata, y se rindió.
Su capitulación tuvo lugar, no obstante haberse obligado ante sus compañeros a resistir hasta el último extremo, jurando que se daría muerte antes de caer en manos de los enemigos. Fue uno de los únicos supervivientes de aquel verano del 67 D.C., y se rindió a Vespasiano, prediciéndole su subida al trono imperial "sobre la tierra, sobre el mar y sobre toda la humanidad". Obtuvo con ello la gracia de este último, que lo llevó a Roma como esclavo de guerra, y en el 69 D.C., cuando fue nombrado emperador, lo liberó. Así, el exdefensor de Galilea pasó a llamarse Flavio Josefo.
Posteriormente, Flavio Josefo se unió al séquito del hijo del emperador y presenció la conquista de Jerusalén y la destrucción de la Ciudad Santa y su templo. Regresó a Roma, formó parte del desfile triunfal, y en reconocimiento a sus servicios le fue concedida la ciudadanía romana, una renta anual y tierras en Judea. Manteniendo su posición de privilegio en Roma, no se dio por aludido frente a las acusaciones de traidor que le hicieron sus compatriotas judíos, y se dedicó hasta su muerte a la Literatura y la Historia.
Flavio Josefo engañó a su pueblo al decirles que no se rendiría, y puede verse hasta qué punto exhibió su obsecuencia prediciéndole a un general enemigo su destino de emperador, y de qué modo fue capaz de entregar a su pueblo a cambio de privilegios.
¿Puede decirse que existe un paralelismo entre Flavio Josefo y el canciller Héctor Timerman? En casi todo, menos en una cosa: Flavio Josefo, al menos, era un intelectual altamente calificado.
Ahora bien, a pesar de sus dotes de historiador y de su vano intento por justificar en sus obras su miserable conducta pública, Flavio Josefo no pudo revertir el peso de los hechos que, finalmente, quedaron en la Historia.
Cabría preguntarse si el canciller tiene alguna chance de no ser recordado como un traidor en la historia del pueblo judío, en la historia argentina y en la historia de la humanidad. Pareciera que no.
José Lucas Magioncalda