En la Argentina, el pasado siempre está en debate, por lo tanto, cada época, cada generación, debe establecer su vínculo con el pasado.
Seguramente hay un pasado que está allí y que tendremos que dar cuenta de él.
Al comienzo de la democracia, con Alfonsín, se leyó la dictadura de una manera; y se la leyó pensando que aquellos que habían sido víctimas de la dictadura habían sido inocentes ciudadanos que no tenían ninguna otra posibilidad que ser carne de cañón de esa dictadura, y se hizo invisible lo que había sido la lucha social, la lucha política, la lucha sindical, las militancias de los años 60 y 70 de quienes no eran terroristas, porque era necesario, simplemente, mostrar el núcleo de criminalidad de los militares haciendo abstracción de todas las cosas.
Según Karl Marx, la historia se da dos veces, la primera como tragedia y la segunda como comedia, o como farsa. Ojala en
Ese es un punto de debate central, porque fueron precisamente los terroristas, a través de una acción militar, la operación del domingo 5 de octubre de 1975, cuando la organización guerrillera Montoneros realizó un ataque al Regimiento de Infantería de Monte 29, de Formosa, lo que determinó el comienzo de la guerra y lo que derivó en el golpe militar del 24 de marzo de 1976.
No fueron ni los intereses monopólicos, ni el establishment, ni el imperialismo norteamericano, ni la situación de América Latina, ni el golpe de estado en Chile, ni las impunidades genocidas de la derecha argentina, no. La dictadura militar fue el producto de una generación loca, de una generación que no entendía nada y que quería hacer una especie de revolución abstracta, y los militares intentaron, con todos sus excesos, poner orden en una casa desordenada.
Este es un debate fundamental, es un litigio por el pasado, que no es solo el litigio en torno a los años de la dictadura o la figura progresista.
Hoy, ser progresista frente Astiz es muy fácil; hoy cualquiera puede denunciarlo, pero el problema es cómo discutir más en profundidad, cómo se ha liquidado la democracia y los intereses sociales y populares en el país a lo largo de gran parte de la historia.
Si no hubiese existido esa generación de “jóvenes idealistas” adoradores del Che, que estaban convencidos de que había que imponer, sea como sea, por la fuerza, matando a quien sea, un régimen comunista al mejor estilo cubano, no hubiese existido ninguna dictadura ni ningún “proceso de reorganización nacional”.