El gobierno kirchnerista nos tiene acostumbrados a decisiones realmente inefables, por calificarlas de alguna manera. Decisiones que, más que soluciones políticas, parecerían intentos desesperados por salir de un laberinto al que, evidentemente, todavía no le han podido encontrar la salida. Los ejemplos más claros y recientes son el cepo al dólar y el congelamiento de precios.
El laberinto es la situación económica, y el nuevo intento por encontrarle la vuelta es la "Supercard", la nueva tarjeta de crédito que lanzará el gobierno a partir de abril para realizar compras en los supermercados.
Trataremos de explicar, de manera simple, fácil y sencilla, para qué sirve y a quién beneficia este nuevo experimento del "real" Ministro de Economía, Guillermo Moreno.
¿En que beneficia esta nueva tarjeta al consumidor? Absolutamente en nada. Es más, seguramente, si usted utiliza la nueva tarjeta no podrá acceder a los beneficios que le ofrecen los plástico tradicionales como premios por puntos, promociones o descuentos en ciertas compras, hasta que la Supercard ofrezca algo parecido.
Otro detalle a tener en cuenta es el más obvio: si esta tarjeta será administrada por el Estado, seguramente los resultados serán los mismos a los que estamos acostumbrados a ver por todo lo que es administrado por el estado: malo.
¿Quiénes se benefician? En principio, los supermercados, ya que el Estado les descontará solo el 1% de la facturación, cuando hoy las empresas tradicionales se quedan con el 3%.
En segundo lugar, quien se beneficiará será quien recaude todo ese volumen de dinero. Por ejemplo, si los supermercados obligan —de manera directa o indirecta— a los usuarios a utilizar la Supercard, toda la masa de dinero que hoy manejan Visa, Master Card, American Express y otras, será manejado por una sola entidad, el Estado, quien recibirá toda esa ganancia.
¿Cuáles son las verdaderas razones? Dos. La primera es, como dijimos, hacerse de toda esa plata por parte del estado. No nos olvidemos que hoy, el principal problema es la falta de dinero, y el mercado de las tarjetas mueve miles de millones. La segunda es tener como aliados a los supermercados, los principales beneficiarios, para seguir manteniendo el congelamiento de precios.
O sea, dicho en otras palabras, es otro engendro de Moreno. De todas maneras, debemos esperar a que todo esto se arme, ya que hay que realizar una importante infra estructura para poder ponerlo en funcionamiento, y luego ver el resultado, máxime, teniendo cuenta que, como dijimos, quien se debe encargar de esto es el Estado.
Recordemos que para poder poner en funcionamiento algo mucho más simple, como la tarjeta Sube —que supuestamente iba a funcionar en seis meses a partir de su anuncio— se demoró casi tres años.
Pablo Dócimo
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