La noche cayó abruptamente sobre Buenos Aires. Llegar al obrador de Castañares y General Paz es una aventura. Vivir en los monoblocks, abandonados por la Fundación Madres de Plaza de Mayo, luego del escándalo Schoklender, es de película del lejano oeste. Pero estamos en la Argentina de la década ganada. Por algunos.
Pobres contra pobres
El 2 de abril será recordado por el discurso de amor de Cristina sobre Malvinas y por la inmensa tormenta que ya ha dejado un saldo de 6 muertos en Capital y Conurbano bonaerense. No tendrá la relevancia mediática que merece pero también es el día en que la zona sur de la ciudad se levantó cansada de las promesas incumplidas de viviendas en los obradores que supo manejar Hebe de Bonafini y Sergio Schoklender con mano de hierro.
Los Piletones permanece tomado y Rubén “Pocho” Brizuela, encargado de su seguridad, meditaba cómo recuperar los departamentos. Intentos de saqueos, peleas entre vecinos y crisis sanitaria en los alrededores del Lago Soldati fueron los datos que Tribuna de Periodistas informó en exclusiva hoy por la tarde. Luego de publicar esa nota, recibí otro llamado pidiendo de un vecino que pedía ingresar a su departamento en Castañares.
El obrador de Castañares y General Paz fue el de mayor envergadura de las Madres. Manejó 151 millones y, luego del escándalo recibió otra partida por 40 millones más. Las supuestas 750 viviendas nunca se concluyeron y tan solo 150 familias lograron la adjudicación legal de sus propiedades.
La Alameda descubrió cómo era la venta de los deptos y que funcionaban talleres clandestinos sin control alguno. Hoy por la tarde hubo un intento de vecinos de Soldati y de la ex Au7, ex Villa El Cartón, prendida fuego misteriosamente en febrero del 2007 como relato en mi libro, El negocio de los Derechos humanos.
A las delegadas de Villa El Cartón les falsificaron la firma para que el convenio marco entre gobierno de la ciudad, gobierno nacional y la Fundación fuese una realidad. La estafa la realización igual. Nadie fue preso aún.
Hoy por la tarde cuando vecinos indignados por la ausencia de condiciones mínimas para vivir se enteraron que otros vecinos querían tomar los departamentos abandonados de Castañares se presentaron a exigir lo que les prometieron tantas veces. Fue una batalla campal. Volaron piedras, incendiaron cubiertas y se trenzaron jóvenes, mano a mano, en una guerra de todos contra todos.
Mujeres con sus bebés en brazo, gritos y llantos y la policía tirando gases lacrimógenos a diestra y siniestra. Los vecinos que tienen su propiedad hoy están presos, llaman desesperados porque no pueden salir de sus departamentos pensando que en cualquier momento, los ocupas se presentarán para exigirles una porción de la torta. El clima está enrarecido.
Ningún medio se hizo presente. Las cámaras de televisión no han llegado al lugar. Cuando pude llegar a la zona, un grupo de jóvenes exigieron dinero para dejarme pasar. Otro de ellos intercedió para que pudiese entrevistar a una de las delegadas de la ex Au7 que acababa de concluir una reunión con un representante del Instituto de la Vivienda de la Ciudad –IVC- que les prometió una respuesta a sus reclamos para el jueves 4 de abril por la tarde. “Hagan un listado de la gente que necesita vivienda y vemos”, le dijeron.
Misma respuesta que hace un año atrás o cuando fue la toma del Indoamericano. Promesas. “A Pirufo no se lo ve, está guardado” dice otro vecino aludiendo a Salvatierra, el llamado líder del Indoamericano, hoy muy cercano a Boudou y a La Cámpora. Los jóvenes camporistas ni se asomaron para que ver qué pasaba por el barrio. Avenida Perón está cortada en varios tramos, los helicópteros sobrevuelan la zona.
No hay luz en la entrada de Ciudad Oculta y las casas de clase media que rodean estos barrios están con miedo. Sus vecinos no dormirán hoy por la noche. Hay jóvenes armando bombas molotov, tocando puertas para que “se pudra todo” a la noche.
Una vecina me agarra del brazo llorando, acabo de filmar cómo la policía intentó tirar por un balcón a un pibe que había tomado un departamento. La imagen es pésima. Su celular captó una sombra por la noche pero la actitud de la policía federal no es amigable. “Ante un nuevo intento de toma, la orden es desalojar como sea” le dice un comisario a su gente. Intento tomar una foto y, otro de ellos, me grita que no joda porque me saca la cámara. De Bonafini, sus voceros y nuestros gobernantes, ni noticias.
Luis Gasulla
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