La tercera protesta masiva en contra del Gobierno en pocos meses no es mensurable en votos ni alumbró un liderazgo opositor espontáneo, pero tuvo sus particularidades y puede ser determinante para el momento histórico nacional y regional.
Quizá la mejor síntesis de esa película más amplia haya sido el viaje esa misma tarde del 18A de Cristina Kirchner a Lima y Venezuela para apuntalar el inicio de un chavismo sin Chávez, bajo el liderazgo todavía incierto de Nicolás Maduro.
Esa Venezuela en combustión se concatena con una serie de elecciones en Sudamérica que al cabo de un año y medio moderarían el sesgo radical que impuso el bolivariano en la región.
Paraguay eligió este domingo presidente al conservador Horacio Cartes; Chile repondrá en noviembre a la ya conocida Michelle Bachelet; y todo indica que Uruguay volverá a confiar el año próximo en el moderado Tabaré Vázquez.
Dentro de este proceso regional, la Argentina posiblemente tenga menos espejos en los cuales podría mirar el proceso de reforma permanente establecido por el kirchnerismo. Quizá lo quiera liderar, pero sus vecinos -Dilma Rousseff seguramente será reelecta en Brasil- ya establecieron una línea conductal.
El último de estos cambios impulsados por el kirchnerismo es el paquete de reforma judicial que el Congreso ya dio media sanción alternativamente en el Senado y en Diputados y que se encamina a aprobar en los próximos días.
Si bien las consignas de la última protesta fueron múltiples -inseguridad, corrupción e inflación, entre otras- el avance sobre la Justicia o su democratización, según el prisma de donde se lo mire, fue uno de los denominadores comunes.
El dato saliente fue que la oposición se animó a participar. Ese dato le alcanzó al Gobierno para rotular de opositora a la marcha, pero en ese afán de deslegitimar la convocatoria terminó dándole discursivamente una recompensa a un arco antikirchnerista que no tiene capacidad de movilización ni líder.
De hecho, ahora algunos dirigentes como Elisa Carrió o Eduardo Amadeo se animaron a pedir que el próximo miércoles haya un abrazo al Congreso para "impedir" que se apruebe la reforma.
"El 8N fue contra la política en general, el del 18A estuvo enfocado contra el Gobierno, primero porque los temas eran contra el Gobierno y después porque los dirigentes opositores fueron bien recibidos y se le dio un lugar a la política", analizó Fabián Perechodnik, director de Poliarquía Consultores.
Perechodnik remarcó que todavía está por verse si la movilización tiene finalmente un correlato electoral, pero consideró que es "un mojón dentro de un proceso".
Correlato electoral
Uno de los reclamos para los dirigentes opositores es que "se unan", pero ese escenario que se dio en Venezuela por ahora está difuso en la Argentina, sobre todo porque no hay una figura saliente como Henrique Capriles y la próxima escala en las urnas es legislativa y no presidencial.
Un desafío similar tiene el Gobierno. De cara a esos comicios de medio término la Presidenta mantiene una popularidad del 40 por ciento, mientras que su imagen negativa es del 30, registros nada despreciables, pero ella no estará en las boletas, a menos que encuentre algún recoveco legal.
En ese marco, todo indica que en los principales distritos electorales el kirchnerismo sufrirá reveses. Incluso la estratégica Buenos Aires se ve amenazada. Todo indicaba que la destinada a encabezar la lista de diputados nacionales era Alicia Kirchner, pero esa posibilidad pareció desvanecerse y el oficialismo hoy no tiene candidato.
En ese contexto, el esquema de las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) podría darle al rival que obtenga más votos en esas internas de agosto la posibilidad de polarizar la elección y ganarla en octubre.
Francisco De Narváez está embarcado en buscar esa pole position, pero todavía es incierta la jugada de Sergio Massa, quien todo indica que puede cambiar el escenario si se lanza.
El alcalde de Tigre provocó esta semana un cruce picante e inesperado con el gobernador Daniel Scioli con sus reclamos durante la apertura de sesiones del Concejo Deliberante. Algunos operadores dicen que buscará jugar con el kirchnerismo.
Más cerca del intendente no descartan la posibilidad de que se presente en las internas del Frente para la Victoria y se adueñe de la candidatura -y del PJ- ante un rival sin peso. Con todo, la definición será in extremis. Por eso, muchos no kirchneristas siguen dudando de que las PASO finalmente se lleven a cabo.
El otro interrogante es si el kirchnerismo podrá desplegar el plan de nacionalizar la elección para elegir a un consejero de la Magistratura común a todas las provincias, en las que originalmente se iban a elegir diferentes candidatos a legisladores nacionales y provinciales.
Ese consejero, además, sería elegido por la Presidenta -algunos dicen que será ella, pero constitucionalmente no podría- y quedaría consagrado como virtual sucesor presidencial.
Pero al mismo tiempo el plan oficialista puede acelerar el proceso de confluencia opositora para que algunos sectores afines concerten las candidaturas al Consejo de la Magistratura. Además tiene un escollo difícil de sortear: si avanza en el Congreso, será impugnado en la Justicia por presunta inconstitucionalidad y quizá no llegue a ser consumado.