Ay, María Gelman García,
qué hermoso nombre,
como la luz que renueva
la mancha, María.
Juntemos las noches,
las que aún faltan por nombrarte.
R. Gabrielli
Recuperar el nombre,
la identidad, es volver a nacer. Es lo que le ha ocurrido a María Gelman García,
hija de padres secuestrados y desaparecidos por la dictadura Argentina. Vagó
en el infeliz anonimato, cuyo nombre ya no recuerdo. Su inclaudicable abuelo,
el poeta Juan Gelman, hijo de la diáspora,
la encontró por fin, luego de convocar a todas las divinidades y recorrer los
sinuosos pasillos del Cono Sur.
Fueron miles los desaparecidos en Argentina, Uruguay y
Chile. Algunos no recuperarán su cadáver ni sus nombres. El más oscuro de
los laberintos en la historia de América del Sur, un capítulo vergonzoso,
cobarde, un sangriento peldaño
hacia la impunidad. El terror sistemático
del Estado, adquirió ciudadanía en el Cono Sur. No digo nada que no haya
sucedido, se sepa, o haya dicho.
Quizás, Gelman tocó tantas puertas como desparecidos, y
por fin, al final de la ruta, se abrió la de su adorada nieta. Nunca más,
son dos palabras, y se hacen escasas tal vez, para expresar el dolor de las víctimas,
sus deudos, para la comprensión de la gente
común y quienes valoramos la vida por sobre todas las cosas.
La humanidad tiene un largo corredor de hechos
ensangrentados, un historial negro, unos tiempos verdaderamente de horror.
Quienes han vivido el espanto, saben que quieren decir estas palabras, ni más
ni menos.
La rutina se repite con una agenda e itinerario de espanto
asombroso. El Escritor debe ser también un cronista de su época y denunciar
la injusticia donde quiera se, allí donde se humilla al hombre, se arrodilla
la libertad. Es tan antigua la muerte como la vida, pero se hace necesario
llevar una vida previamente para llegar al natural desenlace. Nadie puede, ni
debiera tomar la vida de otro.
A pesar de cuanto hemos recorrido y se ha intentado
humanizar al hombre y sus
relaciones, éste acto sigue siendo un ejercicio permanente, una tarea no
cumplida, un deber pendiente.
Rolando Gabrielli