Indudablemente, las elecciones legislativas de octubre se han transformado, para el gobierno nacional, en un plebiscito. Lo que hasta el año pasado era simplemente una cuestión de números y un trámite, para el kirchnerismo, mutó en poco tiempo en una pesadilla. Perder el Congreso, sería para CFK, el principio del fin de su mandato; es que ya no cuenta, como en el 2011, con lo beneficios del “voto emotivo”.
Cuando en octubre de 2010 falleció Néstor Kirchner, a pesar de que en el 2009 el oficialismo sufrió un revés político en el Congreso, la imagen de soledad de la Presidenta, la pérdida de su compañero de vida y compañero político, junto a la mística peronista, llevaron a una sociedad sensibilizada a bajar el ataque contra el kirchnerismo y la propia viuda buscó (y logró) capitalizar ese año, lo que en su momento denominé como “el voto emotivo”.
Entre aquel voto emotivo que le permitió renovar el mandato presidencial con un 54% del padrón electoral y esta nueva elección legislativa de 2013, hay un abismo de diferencias y de contextos. Durante todo este tiempo, se borró la “emotividad” social, el cristinismo no ensayó un acercamiento con la gente, sino por el contrario decidió “ir por todo”; aplicaron los más alevosos avasallamientos a los poderes constituidos, a la prensa, a la República y a las instituciones; Cristina cometió abusos, yerros y los más disímiles errores de gestión y como si fuera poco, aparecieron los casos más resonantes de corrupción y se conoció la directa implicancia del matrimonio presidencial en cuestiones de lavado de dinero, coimas, corrupción y negocios desde el poder.
Lo que el kirchnerismo tiene por delante para cosechar, es el “voto castigo”; el mismo que bajó a Carlos Menem, el voto que sepultó las expectativas del radicalismo después del fracaso de De la Rúa y el mismo que va a definir la derrota del FPV en esta suerte de plebiscito a la que se somete el gobierno nacional, algo absolutamente impensado hace un año atrás, donde las legislativas del 2013 prácticamente iban a ser un trámite.
Sin ninguna duda que es todo un símbolo del fracaso kirchnerista, no haber podido colar en una lista el apellido que le garantizó siempre, una suerte de ventaja comparativa al FPV. Cristina, aún cuando lo intentó, no pudo construir ningún candidato de barro, como lo hacía su esposo, cuando en Santa Cruz decidía quien iba y quien no o ya en la presidencia imponía los intendentes o digitaba los gobernadores.
La parodia de Máximo, que algunos medios nacionales aventaron desde el 2010, la negamos en varias oportunidades. Siempre dijimos que pensar en el hijo de Cristina en términos políticos era una construcción mental de algún trasnochado que tenía la hoja en blanco y no sabía qué redactar, o tenía que llenar un espacio en una revista de actualidad y elucubraba la mejor ficción del momento. Máximo es a la política lo que una banda militar es a la música clásica.
También dijimos hasta el cansancio que Alicia Kirchner, siempre ha sido admirada por su trabajo social (al menos en Santa Cruz) pero que jamás cultivó un perfil como candidata a una elección, de hecho aquí perdió en todas las oportunidades, teniendo en cuenta que fracasó cuando el poder K en Santa Cruz estaba en su punto más alto.
Ambos fueron “medidos” este último año y en marzo a Cristina se le cayó la última esperanza de reeditar el apellido del finado, en alguna lista en provincia de Buenos Aires y mucho menos (claro está) en Santa Cruz.
Ahora, la Presidenta va a enfrentar en octubre el voto castigo de un electorado harto de estar harto; eso se nota, se palpa, se percibe sin esfuerzo. Aún contra la andanada de militantes pagos que se esfuerzan por corroer todo a su paso con la contrapropaganda oficial, abonada con dinero público y sostenida por la corrupción de gobierno, hay una marcha inexorable hacia el fin de modelo, y lo peor que nos puede volver a pasar a los argentinos es tener que votar para castigar al que está y no para elegir a uno mejor.
A continuación, lo que fuimos opinando en distintos momentos, sobre la construcción política de la Presidenta, desde apenas cinco días después que falleciera Néstor Kirchner.
1 de noviembre de 2010: El voto emotivo, herederos y huérfanos
12 de septiembre de 2012: El futuro de Cristina, lejos del “voto emotivo”