El kirchnerismo construyó durante los últimos diez años una realidad a su medida. Según ellos, Néstor y Cristina ejercieron la presidencia en forma plena pero nunca tuvieron el poder. La filosofía “K” sostiene que el poder en la Argentina se encuentra en otro sitio, lejos de la Casa Rosada, en algún rincón tenebroso de la nación. ¿Quiénes lo detenten? No queda muy claro.
Analizando la dialéctica del Frente Para la Victoria pareciera que el verdadero poder se lo reparten un poco y un poco los sectores económicos concentrados, los medios monopólicos, la Sociedad Rural y la infaltable oligarquía. Los interlocutores oficiales transmiten la idea de que estos vigorosos sectores se encuentran, desde el 25 de Mayo de 2003, al acecho, en busca de perpetuar un golpe de estado o alguna otra maniobra conspirativa en contra del gobierno popular. Si uno efectúa una atenta lectura del discurso oficial pareciera que el golpe ha estado la vuelta de la esquina durante todo este tiempo. La supuesta misión de derrocar al gobierno nunca fue cumplida, sin dudas han sido terriblemente ineficaces en la ejecución de su plan.
Ya va un decenio de gobierno de la familia Kirchner y el omnipresente golpe no se ha materializado. ¿Se trataba de una misión imposible? ¿El golpe nunca estuvo en agenda? Cada uno que saque sus propias conclusiones.
Aun así, sin golpistas en acción, pareciera que el ciclo político del Frente para la Victoria tiene, por primera vez, fecha de cierre. El 10 de diciembre de 2015 Cristina Fernández deberá abandonar la Casa Rosada. Lo hará sola, en forma democrática y no desalojada por la conspiración que supuestamente la rodea desde inicios de siglo. ¿Qué fue lo que pasó? ¿Qué fue lo que le aplicó un golpe mortal a su gobierno “Nac & Pop”? ¿Fue el Grupo Clarín? ¿La Sociedad Rural? ¿Los bancos? ¿Los sectores conectados? ¿El sistema financiero? ¿La corporación judicial? Nada de eso. La liquidación del Frente Para la Victoria fue obra, paradójicamente, de un político que casualmente pertenece, al igual que la Señora Presidente, al “movimiento nacional justicialista”.
No hubo en las PASO nada de todo lo que horas de relatos transmitidos en vivo por cadena nacional intentaron hacerle creer a la sociedad. El fin de la década “K” no fue obra de Héctor Magnetto sino de un hombre que nació de propio riñón kirchnerista y que supo ser el favorito de él y ella por mucho tiempo. Por supuesto que todo esto no hubiera sido posible sin el acompañamiento de la voluntad popular. Los argentinos se expresaron en más de un 70% en contra de un gobierno que ya no es tan nacional y popular como el mismo suele adjetivarse.
Se abre también un interrogante sobre otra de las realidades dialécticas oficiales. ¿Se trata en efecto de una década ganada? Resulta difícil creer que fueron diez años ganados si la gran mayoría de la población le dio la espalda al “proyecto” en las urnas. Luego de tanto tiempo en el poder se le hace difícil a este y a cualquier otro gobierno responsabilizar de los males del país a los que estuvieron antes. De todas formas nunca falta el audaz kirchnerista que intenta cargar las culpas sobre las espaldas de la década del 90, “neoliberal”, “de derecha” y “nefasta”.
Ejercicio inconsistente por el simple hecho que en aquellos años, los 90, el país fue gobernado por el mismo partido (y en casos por las mismas personas) que lo gobiernan hoy. Peronistas hablando de otros peronistas como si estos no fueran peronistas. De no mediar alguna catástrofe de aquí a las elecciones legislativas, el 27 de octubre por la noche el kirchnerismo pasará oficialmente a retiro. Se sumará luego al menemismo y al duhaldismo como uno más de los distintos “justicialismos” que gobernaron la Argentina desde la reinstauración de la democracia hasta nuestros días.
Santiago Pérez
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