En uno de mis libros, titulado La esencia del universo (Editorial Reflexión, Buenos Aires) en el capítulo 1, en el punto relativo a las apariencias, he señalado que el calor, el frío, el prurito, el dolor, la luz, los colores, los sólidos, etc. son tan sólo elaboraciones cerebrales. Nada de eso existe en la realidad ¡tal como lo concebimos!
También he aclarado allí, que no existe “lo arriba” y “lo abajo” desde un punto de vista astronómico, si nos situáramos como observadores exteriores a nuestro planeta en el papel de astronautas, por ejemplo. El sol, en otro ejemplo, nunca se halla “arriba” ni “abajo”. Todo es ilusión. ¿Habrá que agregar entonces a la lista, también la idea de lo infinito?
Recurriendo a la idea einsteniana, el universo es finito. No hay “más allá”. Pero esto cuesta concebirlo, porque si bien este universo que nos contiene, se puede representar como una esfera, es decir, como un cuerpo cerrado sobre sí mismo, siempre nos asalta aquel eterno interrogante que reza: “Y bueno, pero, más allá de los límites de la esfera, ¿acaso no puede haber algo más, aunque sea tan sólo espacio vacío?”
Sin embargo, si nos remontamos mentalmente hacia un espacio sin límites, pronto nos sentiremos como anonadados, es decir, inmersos en una nada absoluta que no tiene fin, que equivale precisamente a “no-ser”.
Luego, a continuación de esta experiencia meditativa, retorna a nuestra mente el universo curvo y finito de Einstein, que ahora quizás concilia mejor con la lógica para poder decir: si, “si más allá hay vacío, entonces ¡No hay nada!”. “Infinito” y “nada”, resultan ser lo mismo. Pero (y esto no es pseudociencia alguna) ¿y si en lugar de vacío-nada, existiera algo, otra forma de materia-energía universal?
En uno de mis libros he mencionado que el vacío, lejos de ser una nada, era algo, y que en lugar de ser continente como telón de fondo, era resultado del accionar de la esencia del universo (véase mi título homónimo: La esencia del universo; Editorial Reflexión, Buenos Aires). Caemos aquí de lleno en mi hipótesis que sostiene la existencia de múltiples universos como el nuestro detectable, y no sólo eso, aún más allá del enjambre de estos microuniversos, es posible ¡más universo!, con formas de expresión de la esencia totalmente inconcebibles para nosotros, los terráqueos.
Bien, tenemos ahora un universo curvo finito como lo concibió Einstein, que no se halla solo, sino rodeado de otros universos similares como cuerpos que a su vez se hallan circuidos de esencia informe, incorpóreas.
Ahora surge la eterna pregunta: ¿Y este Macrouniverso (o Todo), contenedor de microuniversos (también denominados multiversos), es al fin y al cabo finito o infinito?
¿Qué puedo responder? ¿Me debo atener a mi relativo cerebro que concibe “lo arriba y lo abajo” que sabemos que no existen en el espacio, aun bajo la sospecha de que entonces tampoco existe lo infinito?
Al igual que “lo arriba” y “lo abajo”, por su parte “lo infinito”sería ¡tan sólo un invento de nuestra mente, una ilusión pseudocientífica!
Ladislao Vadas