Con el fin de representar de algún modo mi modelo de Macrouniverso o Todo universal, podríamos compararlo con un cielo parcialmente nublado, con esas nubes rasgadas y aborregadas, mezcla de cirro-cúmulus con cirro estratus que podemos observar durante el ocaso, cuando los rayos solares tiñen de distintos matices las diferentes formaciones nubosas arreboladas.
Ese heterogéneo panorama, informe y continuamente cambiante representa para mí el paradigma del Todo universal.
En cuanto a nuestro universo de galaxias, este universo poblado de estrellas como lo más notable a simple vista, hasta el último quasar detectable técnicamente, lo represento como un pequeño globito en expansión inserto en aquel Todo caótico, indefinido. A su vez, a este “globito” compuesto de galaxias, lo imagino, según mi hipótesis, acompañado de otros globitos similares que ocupan todos “la región de los posibles microuniversos de galaxias”. De modo que en cierta área del Todo, y tan sólo en ella, existe un enjambre de universos pulsantes de galaxias como el nuestro (ateniéndonos, en este caso a la teoría del “universo oscilante” del astrónomo Tolman). Expandiéndose unos, contrayéndose otros en sucesivos ciclos. Más allá de ese enjambre, cesa toda posibilidad de formación de tales cuerpos, pues se trata entonces de esencia universal indefinida, siempre caótica como en aquel paradigma de las formaciones nublosas denominadas cirros y estratos. Algo así como lo ha ideado la teoría, hoy en boga, de los multiversos; es decir otros universos además del que detectamos.
Confieso que no puedo saber si todo esto es cierto. Nadie, ni aun mediante la matemática, puede llegar a conocer si es cierto, pues dadas ciertas señales que nos indican nuestra pequeñez, pobreza y limitaciones de entendimiento ante el coloso universal, asimismo como la relatividad de nuestro mecanismo cerebral, se evidencia la sospecha de que sería demasiado fantástico, casi sobrenatural, que nuestro relativo psiquismo ayudado por nuestros pobres sentidos y la tecnología, diera con precisión en la tecla de una realidad única, y que al mismo tiempo lo abarcara todo fundado en la matemática como lo pretende la teoría de la relatividad.
Seríamos entonces poco menos que “divinos” o semejantes a “lo divino”, como lo quieren algunos místicos, cuando ya sabemos que los dioses no existen.
Por su parte, la matemática –supuesto lenguaje universal- como producto de nuestro mecanismo mental, no es aplicable al Todo; sus servicios son limitados y, tal como la lógica, sólo nos permite extraer del mundo una versión antrópica del mismo.
Esas mencionadas señales que nos dan la pauta de nuestra insuficiencia, son las indicadas en mi obra capital titulada La esencia del universo, la cual recomiendo al lector, donde hallará lejos de toda pseudociencia, mi teoría de modo mucho más extenso, tanto en el terreno de la microfísica como en el campo astronómico, temas que llenan de asombro a los hombres de ciencia.
Ladislao Vadas