¡La vida! ¡Ese fenómeno que ha intrigado a infinidad de pensadores, observadores y experimentadores!
¿Qué es la vida? ¿En qué consiste eso que palpita, crece, se desplaza, huye del peligro, se resiste a la muerte, se alimenta y reproduce para reiniciar otro ciclo igual en cuanto a los animales; y eso otro, aparentemente rígido, inmóvil, que germina, igualmente crece, se nutre, florece y produce simiente para reiniciar otro ciclo, en los vegetales?
Aquel que por razones de sus estudios ha tenido en sus manos a un animalito despanzurrado y ha observado el palpitar de las vísceras, venas y arterias, el latido del corazón que se niega a detenerse “como queriendo más vida”, posee una pauta de lo que aparentemente es la vida: un proceso en marcha que a pesar de todo traumatismo se niega a morir.
Igualmente el enfermo desahuciado, en un momento de alivio de su dolencia, se niega a morir. Desea la vida aun a sabiendas de que ya no le es posible.
Incluso una simple lombriz de tierra, cuyo cerebro no es más que un conjunto de ganglios, cuando es extraída del interior del suelo, su medio ambiente, se contorsiona violentamente para evitar ser asida y huir de los mortíferos rayos solares, “buscando” caer eventualmente en tierra blanda para enterrarse ¡Tampoco ella desea la muerte!
¿Pero qué es en realidad la vida?
Muchas definiciones han sido ensayadas, pero todas pecan de cortas y pseudocientíficas, imprecisas, o sólo se trata de explicaciones limitadas con fines didácticos No obstante vamos a dar también una definición que según mi hipótesis es la más acertada.
Por empezar, mi definición lisa y llana y “simple” de la vida es la siguiente: Se trata de un proceso más entre otros múltiples instalados en el vasto universo, que ha logrado perpetuarse transitoriamente, como recortado del entorno. Así de sencillo aunque sólo en apariencia, ya que el término proceso en este caso, encierra un superlativo grado de complejidad.
A esta definición, conviene en principio aclararla. Su completo significado, sólo puede ser reconocible a lo largo del desarrollo del tema.
En uno de mis libros titulado LA ESENCIA DEL UNIVERSO, en el punto 3 del capítulo I sobre formas, seres y procesos, ya ha sido afirmado que no hay seres, sino procesos, de modo que los seres vivientes no existen en el sentido que les otorga el diccionario corriente como entes, es decir lo que es o existe (en forma concreta, como algo estable fijo). No hay objetos, cosas, ni seres vivientes entonces, sino sucesos. A su vez, en el punto 10 del capítulo III fue ampliado el concepto de proceso y extendido a todo el accionar de la esencia en el universo Así podemos hablar de proceso microuniversal (del universo de galaxias), galáctico, estelar, planetario, cometario (relativo a los comeetas), quasárico, de los agujeros negros, estallante de las estrellas supernovas, gravitatorio, radiante, magnético, cuántico, etcétera.
Entre todos estos procesos, se instalan constantemente infinidad de otros procesos encerrados a su vez en otros mayores.
Debemos retroceder entonces y retomar el tema de los distintos niveles de acción que se entretejen, se influencian generando nuevos hechos, la casi totalidad de ellos truncados o sin trascendencia, vanos que se pierden en la nada muy lejos de constituir alguna manifestación conspicua, significativa o cíclica.
Si bien no es cierto que, por el hecho de “arrancar una flor, sea perturbada una estrella” (como alguien dijo), lo real, sin tanto exagerar es que incluso la radiación universal de fondo proveniente de los más alejados rincones del universo deposita su influencia en los sucesos en marcha o en su origen.
La esencia universal en su permanente dinamismo, produce una constante generación de nuevos acontecimientos, como si estuviese obrando por tanteos. No es este el caso porque, según mi hipótesis alejada abismalmente de todo pseudocientífico panteísmo, de toda pseudociencia, la escondida esencia universal carece en absoluto de voluntad alguna, de finalidad o intencionalidad, sino que por el contrario es ciega, sorda, inconsciente y por ende insensible, indeterminada, indefinible, relativa y eternamente dinámica.
Pero por razones didácticas y muy especialmente antrópicas, muy lejos de toda pseudociencia que sostienen algunos pseudocientíficos muy faltos de cultura, conviene decir que la esencia del universo obra como por tanteos al azar, pues la inmensa mayoría de las combinaciones químicas quedan ahí, sin avanzar, como sustancias que no interactúan para tornarse complejas.
Ladislao Vadas