El informe se titula “Estrategia internacional para el control de drogas” y fue presentado en Washington el 5 de marzo de 2013, hace casi un año. Allí, el Departamento de Estado afirmó que la producción y el consumo de cocaína en la Argentina aumentaron, mientras que las toneladas decomisadas de este tipo de drogas fueron muchas menos en 2012 que en otros años.
De acuerdo a una estadística que se presenta en ese paper, la Argentina ostenta el consumo más alto de cocaína de toda América del Sur y América Central.
Entre los factores que pueden haber contribuido a este deterioro, la diplomacia estadounidense menciona el hecho de que después de la detención del avión militar estadounidense en Ezeiza en febrero de 2011, el gobierno de Cristina Kirchner prohibió el trabajo de la DEA en la Argentina durante un año, y cuando le volvió a abrir la puerta en junio de 2012, aunque de forma limitada.
Según el Departamento de Estado, la cooperación se redujo “muchísimo” en relación a la que había antes. “Estados Unidos volvió a compartir información y ofrece un número limitado de entrenamientos anti drogas”, dice el informe, en donde la administración de Barack Obama se queja sin embargo porque el “Ministerio de Seguridad sigue desalentando la cooperación con las fuerzas de seguridad provinciales, lo que limitó los esfuerzos para mejorar la capacidad anti drogas de las provincias”.
“Las limitaciones que el gobierno impuso a las operaciones de la DEA en la Argentina pueden haber contribuido a la disminución de las incautaciones desde el 2010 al 2012” dice el informe, y agrega que de enero a junio de 2012 fueron incautados 3,4 toneladas métricas de cocaína, mientras que en 2010 se incautaron 12 toneladas y en 2009, 12.8.
No es el único documento que revela las contradicciones del gobierno argentino respecto del narcotráfico local: otro informe difundido también en marzo de 2013, esta vez por parte de las Naciones Unidas, alertó sobre el consumo de anfetaminas y drogas sintéticas en el país.
Para no dejar dudas al respecto, asegura que la Argentina “es una fuente de los químicos que se necesitan para producir drogas”.
Mientras ambos documentos se daban a conocer, casi en la misma fecha de 2013, el ex corresponsal del Washington Post, Douglas Farrah, publicaba una investigación donde revelaba que el Cartel de Sinaloa de México había contribuido a la campaña electoral de Cristina Kirchner en 2007 a través de la industria farmacéutica argentina.
Paradojas aparte.
Alexis Montefiore