Jorge Lanata sacó un nuevo libro titulado “La década robada”, el cual es adelantado en exclusiva por Revista Noticias que sale esta noche. Allí, fue entrevistado por Edi Zunino:
Noticias: Resumiendo, tu nuevo libro es un milagro.
Lanata: Escribirlo, para mí, es lo más fácil. Pero en el medio hubo otro quilombo derivado de la diálisis…
Noticias: ¿Cuál?
Lanata: Acá, en las articulaciones de los dedos, hay un líquido llamado sinovial (NdeR: lubricante natural, tiene la consistencia de la clara del huevo) y me quedé sin. Desde octubre no podía doblar los dedos. Y yo soy un periodista típico: escribo con los índices. No me podía operar porque tenía que escribir el libro, recién me operé hace tres semanas. Estuve seis meses bancándome el dolor para escribir el puto libro. Salió de casualidad…
La “década robada”, según promete su prólogo, no refiere “solo a la corrupción”; es, también, “la década desaprovechada: nunca antes las condiciones objetivas de crecimiento para la Argentina fueron mejores”.
El anticipo del libro puede leerse a continuación:
No hay política sin plata, así podría reducirse el pensamiento de Néstor Kirchner al respecto. Fue con plata como logró superar el 22% de la derrota con Menem y evitar el ballotage, fue con plata como controló su propia interna en el partido. Pero en ese punto se produce una de las mayores diferencias con la administración de Menem: en los tiempos de Carlos Saúl las coimas eran una costumbre y llegaron a niveles exagerados. En Página 12, durante el Yoma-gate nos tocó ser testigos y a la vez protagonistas de aquello: el diario publicó una carta de la embajada norteamericana al gobierno argentino en la que no se planteaba la existencia de coimas, sino su monto; 40% es demasiado, decían los yanquies. Aquel escándalo le costó el cargo al cuñado presidencial, Emir Yoma, y bien podría tomarse como un símbolo de la época.
Pero con el kirchnerismo fue distinto: Néstor participaba de las empresas.
-¿Sabés por qué vendí? – me dijo una tarde, en una oficina del microcentro, la ex propietaria de una autopista. – Porque estaba harta de llevar todos los cinco la bolsa de consorcio con la guita.
No era una metáfora: todos los días 5, ella se presentaba en una cueva de Puerto Madero con el 10% de las ganancias líquidas de la empresa, en euros en efectivo. Lo de los euros fue también, en esta década, una característica cultural y práctica: ocupan menos espacio que los dólares y hay billetes de quinientos. La decisión de participar de las empresas (yo te doy la licitación por tal autopista, vos me das el 10% de la empresa y yo te pongo un tipo en el directorio) definió un tipo de corrupción más estructural y permanente en el tiempo.
Hace algunos años, leyendo El nacimiento del fascismo, de Angelo Tasca, encontré con sorpresa que esa también había sido la técnica de Mussolini al comienzo de su administración (evítese las comparaciones, no creo que el kirchnerismo y fascismo sean lo mismo, aunque la década K – como veremos después – presentó muchas características de una democracia autoritaria). Habría que dividir, en este caso, el capitalismo nacional K (Ferreyra, López, Báez) y el resto de las empresas con acciones "liberadas" (así se llaman en el argot de la política las acciones que se entregan al gobierno). El conflicto de intereses comenzó a hacerse público cuando, frente a la muerte de Néstor, hubo que separar aguas: ¿qué cosa era de quién? Lo que había sido la ilusión de Cristina de poder mantenerse aparte de aquel entuerto quedó en la nada: finalmente trascendieron sus vínculos económicos con Lázaro, la Rosadita y las cuentas en el exterior. A la hora de hacer públicos sus ingresos, el mayor problema de la clase política argentina es que no logran justificar su declaración en blanco; sólo tomando en cuenta las declaraciones firmadas de puño y letra por los interesados, estas resultan insustanciales.
La fortuna de Néstor y Cristina creció 46 veces entre 1995 y 2010, esto es más del 4.567%. Nos referimos a dos ex empleados públicos con una lejanísima actividad privada en un pequeño estudio jurídico de Santa Cruz.
El primer cargo público de Néstor fue en la Caja de Previsión Social de Santa Cruz a mediados de 1984. Luego comenzó su carrera política como intendente de Río Gallegos en 1987, hasta diciembre de 1991, después fue gobernador de Santa Cruz entre 1991 y 2003 y presidente hasta 2007. Según los datos que proporcionaron los contadores del matrimonio entre 2003 y 2012 su patrimonio pasó de 7.000.000 a 89.300.000 lo que incluye los bienes que heredaron sus hijos tras la muerte de Néstor y significa: 12 departamentos, 6 casas, 6 terrenos, 4 locales, una camioneta, acciones, acreencias y depósitos en efectivo. Si se tienen en cuenta los inmuebles declarados, la pareja llegó a la presidencia con 5.626 metros cuadrados y a fines de 2011 contaban con 203.148 metros: treinta y seis veces más.
La única vez en la que Cristina se refirió a su patrimonio no lo hizo frente al periodismo sino frente a una alumna de Harvard: Lind, una estudiante norteamericana que vivió seis años en la Argentina.
- Señora Presidenta, quisiera preguntar, sabiendo que usted no es economista, ¿cómo se explica el aumento de su patrimonio de 3,2 millones a 79 millones de pesos en ocho años?
- Mirá, en realidad no sé de dónde sacaste esa cifra pero no es así. Ha habido denuncias en mi país acerca de estas cuestiones, no solamente para mí sino para muchísimos otros funcionarios y la verdad que la Justicia lo ha determinado. Yo toda la vida he tenido una determinada posición económica que no fue desde que llegué a la presidencia. Siempre he ejercido la profesión libremente, mi estudio jurídico era uno de los más grandes y realmente puedo dar cuenta de todos y cada uno de mis bienes, y de hecho lo hice a través de pericias y cosas que me he visto obligada a hacer. La Argentina es el único país del mundo donde se produce un delito con inversión de la carga de la prueba. Vos no sos economista, ¿no? Ah, bueno. Yo soy abogada. Y en cualquier lugar uno (...) es inocente hasta tanto no sea declarado culpable. Los números que manejás (...), informate bien, no son esos. Yo tenía, teníamos y tengo una determinada posición económica en función de lo que he trabajado toda mi vida y he sido una muy exitosa abogada. Ahora soy una exitosa Presidenta también, gracias.
La ruta del dinero K
Nunca en toda mi carrera periodística junté tantas pruebas sobre una denuncia de corrupción. El caso todavía no está cerrado. Pero es cuestión de tiempo. En abril de 2012, alguien me contó que el casamiento de Leonardo Fariña y la modelo Karina Jelinek había sido custodiada por el GEOF. ¿Qué hacía el grupo especial antiterrorista en un casamiento de la farándula? Los del GEOF no van a fiestas de 15, pensé. ¿Sería cierto, entonces, lo que decían los servicios de inteligencia, que Fariña era el hijo no reconocido de Néstor Kirchner?
Ignacio Otero, uno de los periodistas que trabajó en el caso, recuerda que Fariña estaba nervioso y paranoico y se notaba que algo lo estaba amenazando. Lo llamaba todo el tiempo. A la una y a las dos de la mañana. "La primera vez que lo vi – recuerda Otero –, en un lapso de quince minutos se tomó tres latas de Coca-Cola, se fumó tres cigarrillos y se tomó un café". Finalmente, al poco tiempo, Otero consiguió armar una primera cita con Fariña en mi antigua casa en el barrio de Retiro. Queríamos averiguar quién era Fariña. Aquella vez, Fariña vino con su abogado. Estuvimos más de dos horas charlando. Lo recibí en el living y puse mi teléfono a grabar. Aquella noche habló y habló pero sin dar muchas precisiones. Nos contó que manejaba mucho dinero negro de un empresario vinculado al gobierno, pero no lo identificó. Lo llamaba "el jefe". "El jefe me cortó la línea", dijo, dando a entender que no le atendía el teléfono hacía más de un mes. Había desaparecido plata y el jefe pensaba que Fariña se la había quedado. Era un viernes y nos dijo: "Yo estoy esperando para negociar antes de hablar. Si no me llaman, el lunes cuento todo". El lunes, Fariña desapareció. Aquel día lo puteamos como nunca. Yo me sentí usado. Capaz Fariña nos había negociado sin que lo supiéramos. Capaz había amenazado al "jefe": "Ojo que estoy en lo de Lanata y hablo", habrá dicho. No sé. Yo quería descubrir quién era "el jefe", ese empresario vinculado al gobierno del que hablaba Fariña.
Pasaron un par de meses y Fariña volvió a aparecer. La situación ya no era como la primera vez, nosotros ya pensábamos que escondía cosas. Tenía la intención de que le hiciéramos una nota para mostrar la imagen de un financista serio. Nosotros queríamos, en cambio, que nos revelara lo mucho que decía saber de personajes poderosos. Nos encontramos otra vez en mi casa y yo decidí grabar la conversación. En esta ocasión Fariña dio muchas más precisiones. Reveló que trabajaba para Lázaro Báez; dijo frases como: "yo te puedo asegurar que el tipo manejaba todo" o "vos no tenés una dimensión de la estructura que había armado Néstor". Dijo más: "¿vos querés hacer un informe sobre la red de lavado del Estado? Mirá, la única manera de que vos descules esto es que yo te diga cómo hacerlo porque yo lo armé". Cuando el pregunté si Néstor Krichner y Lázaro Báez eran socios, Fariña respondió: "Sí". Quise saber más:
-¿Y vos tenés idea en qué porcentaje?, le pregunté.
-La verdad que en todo, respondió.
-¿Cómo en todo? ¿Lázaro era el testa o el socio?
-En la política no hay testaferros, hay operadores, que es distinto.
-A ver, producime eso, le pedí.
-Vos sos Lázaro, yo soy Néstor. Vos sos mi amigo, te armás una constructora, yo te adjudico las obras a vos. La constructora es de Lázaro, pero pasa que cada cuatro años hay campaña presidencial. Necesito diez palos, tomá. Mandame tres aviones, el día que murió Néstor los tres aviones de Lázaro iban y volvían al Sur. O sea, te ganaste un favor de por vida. Favor contra favor.
La charla sucedió en 2012. Y todo lo que Fariña decía parecía cierto. Pero no teníamos papeles ni otros testimonios que lo confirmaran. Fariña había contado mucho más que la primera vez, pero nos faltaban evidencias y nos enfrentamos a la decisión más horrible que hay para un periodista: asumir que no lo podés mandar al aire, no podés porque no alcanza el material que lograste.