Recientemente se presentó ante la sociedad argentina el denominado “Frente Amplio UNEN”. Como puntualizó el periodista Jorge Lanata, el mismo no tardó en recibir todo tipo de críticas desde los espacios políticos y periodísticos más diversos. Es llamativo que se haya atacado primordialmente la mera constitución de la alianza, y no sus propuestas o candidatos, en contra de lo que indica una concepción democrática de la política. Lo que en este breve artículo me propongo hacer es lo que muy pocos hicieron: intentar analizar de la manera más objetiva posible los puntos a favor y en contra de este frente.
Quizás lo desproporcionado y desatinado de las críticas recibidas por el frente en cuestión tenga más que ver con su lado positivo. Se trata de un conglomerado de dirigentes, partidos y métodos políticos que escapan al estereotipo tradicional de la política argentina, y que por eso desafían al sistema. No dominan en dicho espacio los aparatos clientelares y los liderazgos caudillistas que han manipulado despiadadamente nuestros procedimientos democráticos formales hasta el día de hoy.
El fundamento de lo anterior son una serie de hechos puntuales que permiten abrigar ciertas esperanzas. La UCR, partido tradicional del cual cabe esperar una fuerte herencia clientelar fruto natural de su desenvolvimiento histórico, no es preponderante como en casos pasados (Unión Democrática y Alianza). En las últimas elecciones presidenciales el ganador de la oposición fue el socialista Hermes Binner, al frente de una prematura alianza que no llevaba más que unas cuentas semanas de desarrollo. Y este dirigente no se ha caracterizado por gobernar en forma clientelar y prebendaria la provincia de Santa Fe. Por el contrario, logró coordinar un Frente Progresista equivalente al acuerdo nacional bajo análisis, que produjo importantes reformas institucionales, como ser la transparencia de la información del Estado, un Consejo de la Magistratura independiente del Poder Ejecutivo, la modernización de la Justicia, la profesionalización y automatización de la acción social del Estado, la implementación de la boleta única, el inicio de un proceso de descentralización administrativa y el enfrentamiento de las bandas narcotraficantes, muchos de cuyos jefes se encuentran presos por delitos comunes fruto de la acción del Estado santafesino, y no por el delito de narcotráfico, que es de competencia del Estado nacional.
Ahora bien, tampoco es todo color de rosas en el Frente Amplio UNEN. Se trata, sí, de una iniciativa con el potencial de convertirse en un polo aglutinador de partidos democráticos y dirigentes honestos, lo cual sería un logro nada desdeñable. Pero también es cierto que tal empresa enfrenta los peligros de siempre. Julio Cobos, como líder de los entonces denominados “Radicales K”, es una excepción a la regla en lo que a prácticas democráticas se refiere, ya que se ha caracterizado por atajar y aglutinar los caudillismos locales radicales de corte clientelar y antirrepublicano. Habrá que ver de qué manera se lo controla o neutraliza dentro del frente, así como también si su capacidad de arrastrar esos aparatos se mantiene o si los mismos encuentran un refugio más seguro en Sergio Massa y su receptivo Frente Renovador, como pareciera ser su predilección hasta el día de hoy. Un Julio Cobos debilitado y desprendido de los caudillos radicales más poderosos, no sería una amenaza seria al espíritu republicano de la coalición.
De continuar la tendencia actual, el Frente Amplio UNEN podría consolidarse como espacio político ajeno a los intereses de los aparatos clientelares locales tradicionales. No es un dato menor, ya que estaríamos ante una fuerza política competitiva con la capacidad de concretar una reforma institucional profunda, que sirva de base para un proceso de desarrollo sostenido semejante a los de Chile, Brasil y Uruguay. Sería el preludio de la decisión definitiva de la Argentina de abandonar el autoritarismo populista y abrazar por primera vez, desde la base y en forma sustentable, la democracia republicana que es la única democracia posible y el único sistema realmente representativo.
Otro desafío del Frente Amplio UNEN es el de quitarse los estigmas del pasado relacionados con el fracaso de coaliciones similares, fundamentalmente el de la Alianza. Para esto último deberá ser tajante en el rechazo de la reproducción de prácticas propias de la “mala política” (predominantes durante aquella experiencia fallida), así como lograr una comunicación eficaz e inteligente de una plataforma electoral común sólida y coherente, que lo dote de credibilidad política. Debe renunciar al anacrónico estatismo kirchnerista, ya que si se mejoran las instituciones sin una reforma paralela de la economía, las mejores intenciones pueden caer en el vacío. También se puede agregar el desafío de maximizar el tamaño del frente sin perder consensos elementales ni confundir al electorado, lo que podría involucrar eventualmente una integración del PRO, lo cual se ha estado discutiendo al interior de la coalición.
En conclusión, visto en perspectiva, la conformación del Frente Amplio UNEN es un dato muy positivo para la política argentina. Los gritos alrededor de este fenómeno no son más que la expresión de un cierto temor fundado de parte del sistema de preconceptos, intereses, prácticas y caudillos que han constituido la base de sustentación de una oligarquía política antidemocrática que desde hace mucho tiempo hunde a la Argentina en la miseria y la irracionalidad.
Rafael Micheletti
Seguir a @rafaemicheletti