El país y, la política en particular, tomaron con naturalidad el nuevo trance de salud de Cristina Kirchner, quien lejos de trasuntar debilidad parece encaminada a consumar una rareza en la Argentina post dictadura: el ejercicio del poder con todas sus atribuciones hasta el último día de su mandato.
A diferencia de Barack Obama, que se enfrenta al llamado Síndrome del Pato Rengo luego de haber perdido las elecciones de medio término de su último período de gobierno, la Presidenta argentina ha logrado conservar la sartén por el mango.
Mantiene la iniciativa política, pese a la derrota sufrida en los comicios del año pasado; a la imposibilidad de ser re-reelecta; y a las serias dificultades económicas del país, de las que no puede deslindar responsabilidades.
En perspectiva, la reconstrucción de la figura presidencial es un legado del kirchnerismo. Solo Carlos Menem —que se mantuvo vigente deslizando que iba a reformar la Constitución para seguir— y los Kirchner pudieron hasta ahora terminar sus mandatos como jefes de Estado desde 1983.
La primera presidenta electa de la historia argentina tiene la ventaja con relación a Obama —y el mérito político— de haber conservado las mayorías parlamentarias a partir de aquella reelección con el 54% de los votos en 2011.
Y la ejerce. Desde su habitación del Sanatorio Otamendi anticipó que mantendrá al Congreso en movimiento: en las próximas dos semanas habrá sesiones para "liquidar" temas pendientes y luego todo indica que convocará a extraordinarias —en lugar de prorrogar las ordinarias— para avanzar en proyectos puntuales.
El bloque oficialista de la Cámara baja ya tiene la certeza de que tratará en el período de extraordinarias el proyecto de reforma del Código Procesal Penal, el de Ley de Telecomunicaciones y probablemente la de Fertilización Asistida.
Además, sus integrantes están advertidos de que muy probablemente deberán trabajar en enero —como cuando Martín Redrado se negaba a ceder las reservas del Banco Central— para abrir la Ley Cerrojo y derogar la de Pago Soberano con el fin de propiciar la cada vez más confirmada negociación con los holdouts.
Esta negociación es la llave en mano del oficialismo para encarar a partir de marzo la campaña electoral con mayores posibilidades de preservar el poder. Si se cierra, el Gobierno podrá decir que solucionó definitivamente el frente externo.
Malas noticias para alcaldes
En materia electoral los Kirchner viven el día a día, por lo que no habrá definiciones hasta que las fechas apremien para la presentación de alianzas y candidaturas, en junio.
En ese contexto, el oficialismo de paladar negro está cada vez más resignado a encolumnarse detrás de la figura de Daniel Scioli, el candidato que puede garantizar la continuidad de la mayoría de ellos en las oficinas del Estado.
Sus rivales internos, en cambio, confían en ser depositarios del "dedo" presidencial. Cristina cuenta con una dosis de popularidad decisiva para hacer ganar a un candidato en las primarias del oficialismo, aunque por el momento su eventual unción no alcanza para ser influyente en las generales.
Un caso especial es el de Florencio Randazzo, el rival interno más competitivo de Scioli. El ministro del Interior y Transporte confía en sus fotos con los trenes renovados y en ganarse el apoyo de la jefa de Estado, pero varios hombres influyentes del PJ consideran que cuando llegue el momento la Presidenta le pedirá que compita para la Gobernación bonaerense.
De hecho esos mismos arquitectos electorales empiezan a pensar que el mejor esquema sería que no haya rivales para Scioli en las primarias para no dar ventajas ante Sergio Massa y Mauricio Macri, quienes carecerán de adversarios en las PASO.
La posibilidad de que la propia Presidenta se presente para alguna candidatura está latente. Podría postularse a diputada nacional por la estratégica Provincia de Buenos Aires o a parlamentaria del Mercosur, categoría que se votaría junto con las presidenciales. "Puede ser las dos cosas, pero la única que da fueros es la primera", advirtió un prominente dirigente del PJ.
Más allá de que participe o no de la elección, la mayoría augura para Cristina un futuro como secretaria general de la Unasur, cargo que inauguró Néstor Kirchner.
Si bien todas estas cuestiones se definirán sobre la campana, hay una mala noticia en ciernes para intendentes: habrá colectoras del kirchnerismo no justicialista.
"¿Por qué te crees que (Martín) Sabbatella hizo ese acto de Nuevo Encuentro? Todos los que estaban ahí van a ser candidatos por afuera", remarcó la misma fuente y aclaró que también podrían ser candidatos de segunda lista dirigentes de La Cámpora.
Varios alcaldes ya comenzaron a cabildear para que no haya otra opción del oficialismo que no sea la que ellos encabezarán. Esa alternativa K, razonan, pondría en riesgo sus reelecciones.
"Hay varios que estamos amenazando con irnos con Massa si imponen una colectora", alertó uno de ellos a este columnista.
Amenaza policial
Desde que Cristina Kirchner llegó al poder, diciembre se convirtió en un mes convulsionado. El año pasado fue el peor por los cortes de luz, la corrida bancaria, el acuartelamiento policial y los saqueos. Por eso genera más preocupación el avance del calendario hacia el último mes del año que la nueva convalecencia de la Presidenta, por sigmoiditis, que la obligó a una nueva salida de escena por varios días.
Esta semana, un sector de la policía santacruceña encendió luces amarillas sobre nuevas rebeliones. De hecho, el Ministerio de Seguridad nacional se convirtió en una suerte de central telefónica de todo el país con llamados de gobernantes en ascuas.
El Gobierno buscó articular respuestas a través del Consejo de Seguridad Interior, que reúne a los ministros del área de todo el país, reactivado por la ministra nacional, Cecilia Rodríguez.
Ante ellos bajó la orden de que los policías sublevados sean declarados en sedición para desalentar revueltas y también pidió evitar menciones al tema de manera de reducir la paranoia (NA).