"Nosotros tenemos candidato y ellos tienen la estructura nacional: para ser Gobierno tenemos que ir juntos". Ese fue el Padre nuestro rezado por Emilio Monzó, armador político de PRO, en el último año para impulsar un frente electoral con la UCR.
Ernesto Sanz, presidente del radicalismo, compró rápidamente la idea, pero dejó que la inercia hiciera su trabajo hasta que la piezas del dominó se acomodaron para que la mayor parte del partido de Alem, Yrigoyen y Alvear la aprobara en Gualeguaychú.
Claramente la opción radical significa un impulso para la candidatura presidencial de Mauricio Macri, quien ya se había robustecido por el respaldo del peronista santafesino Carlos Reutemann y el acuerdo con Elisa Carrió.
El entendimiento da formato institucional a las alianzas provinciales -con médula radical- celebradas en Córdoba, Santa Fe, Mendoza, Entre Ríos y Neuquén.
En contrapartida, la fumata prorradical debilita a Sergio Massa, cuya aspiración de contar con un respaldo orgánico de la UCR quedó hecha añicos. Tendrá que conformarse con el apoyo recíproco de algunas boinas blancas que son candidatos a gobernador como el jujeño Gerardo Morales, el tucumano José Cano o el formoseño Miguel Naidenoff.
"Preparamos las colchonetas porque van a seguir los saltos", se regodeaban en el PRO luego del triunfo de la propuesta Sanz por sobre la de Julio Cobos, Morales y Ricardo Alfonsín, quienes pulsearon con matices para que la UCR fuera a una "interna amplia de la oposición".
Así, sobre las cenizas del Frente Amplio UNEN nace un espacio con potencial para dominar el voto opositor y ganar las elecciones, pero que puede bailar como una copa de cristal en zona de temblores.
Las diferencias ideológicas dentro de la UCR quedaron plasmadas en el Teatro Gualeguaychú, donde algunos incidentes sobrevinieron a la votación que terminó 186 a 130.
Es probable que la UCR conforme una lista completa para enfrentar al PRO, pero es difícil que Sanz logre derrotar a Macri en las primarias presidenciales.
Más bien, los radicales tendrán espacios en un futuro gabinete y predominio en las listas legislativas nacionales, pero es una incógnita cómo procesarían apoyar a una fórmula extrapartidaria y ser parte de un gobierno de centroderecha.
Los perdedores de la Convención aseguraron que no romperán el partido, pero serán los primeros que pasarán facturas en caso de algún traspié electoral, y lo que es peor, posiblemente pondrán reparos a la hora de llevar adelante políticas antipáticas en un eventual primer tramo de Gobierno. Massa y el PJ seguramente trabajarán para profundizar esas disidencias.
En ese contexto, el desafío para Macri, Sanz, Carrió y cía es que el fantasma de la ex Alianza no empiece a sobrevolar rápidamente en torno a la nueva coalición (NA).